Love on the Spectrum (TV Program) Autism Dating and Relationships audio-neutral-informative audio-positive-happy University of California, Los Angeles Psychology and Psychologists Research Reality Television Coaches (Non-Sports)
Treinta y seis horas después de ir a dejar a su cita a casa, Bradley Goldman estaba en una videollamada con su entrenadora de citas, analizando los acontecimientos de la noche.
Para empezar, le dijo, él había elegido el lugar equivocado para alguien en el espectro autista: un bar de la variedad hípster de Sunset Strip, tan ruidoso y sobreestimulante que casi podía sentir que empezaba a disociarse.
Goldman, un hombre alto y espigado de 42 años que trabaja como administrador de una oficina, no había decidido antes de la cita si mencionar que le habían diagnosticado autismo o que estaba recibiendo la asesoría de una entrenadora. Así que se desvió y ambos se encontraron, brevemente, en un callejón sin salida en la conversación.
"Me cuesta cómo revelarlo", dijo. "¿Digo que soy 'neuropicante'? ¿O 'neurodiverso'? ¿O no lo digo en absoluto?".
Su entrenadora, Disa Jean-Pierre, fue comprensiva. "Podrías esperar a que surgiera de forma natural tras unas cuantas citas", sugirió.
Goldman lo pensó. "Aún estoy entendiendo todo esto", dijo.
Sin embargo, fue una cita muy agradable, algo que atribuyó al entrenamiento que había recibido de un equipo de psicólogos del Instituto Semel de Neurociencia y Comportamiento Humano de la Universidad de California en Los Ángeles.
Había evitado brindar información excesiva, "infodumping" como le llaman en inglés, o hacer demasiados chistes sobre Jeffrey Dahmer, y había observado atentamente el lenguaje corporal de su cita para detectar si estaba dispuesta a darle un beso de buenas noches. (Lo estaba).
"Ella me dijo: 'Quiero que me avises que has llegado a casa'", dijo. "Así que eso fue todo".
Los resultados de Goldman se introducirían, junto con los de otras 56 personas, en una hoja de cálculo marcada como "actualizaciones del historial de citas", parte de un estudio controlado aleatorio en tres partes. En los próximos meses, los investigadores de la UCLA extraerán los datos para identificar qué enfoque tiene más probabilidades de ayudar a las personas con autismo a encontrar el amor.
Que los profesionales de la salud mental se hagan esta pregunta es nuevo. Hace 20 años, cuando la psicóloga de la UCLA Elizabeth Laugeson empezó a desarrollar el Programa para la Educación y el Enriquecimiento de las Habilidades Relacionales, o PEERS por su sigla en inglés, para enseñar habilidades sociales a personas con autismo, "nadie quería realmente tocar" el tema del romance o las citas, dijo.
"Este fue el estudio para el que no pude conseguir financiación", dijo Laugeson. "Todo el mundo le tenía un poco de miedo".
Entretanto, la población con este diagnóstico ha aumentado, incluyendo a más personas que viven de forma independiente, trabajan y van a la universidad. Cada vez es más frecuente que las personas reciban el diagnóstico en la edad adulta, cuando buscan ayuda para los retos a los que se enfrentan en la vida diaria.
Y las actitudes han cambiado. Es difícil desentrañar la causa y el efecto, pero en parte tiene que ver con Amor en el Espectro, el programa de telerrealidad que sigue a adultos con autismo mientras se aventuran en el mundo de las citas. El programa ha resultado ser un éxito sorpresa para Netflix, que lo ha renovado por una cuarta temporada, y sus carismáticas estrellas se han convertido en celebridades e influentes en las redes sociales.
Cada vez más, dijo Laugeson, la gente comprende que los adultos autistas pueden desear romance e intimidad. La serie "da la vuelta al guión y les permite hablar por sí mismos", dijo. "Las dificultades que tienen las personas autistas para encontrar el amor no son distintas de las de una persona con un desarrollo típico".
Un jueves reciente, por la tarde, los estudiantes de citas llegaron al Instituto Semel vestidos con jeans, pantalones cortos, gafas de sol envolventes y sandalias con correas. Una había competido en concursos de belleza, otra estaba haciendo las maletas para un viaje a Europa. Muchos ya sabían como manejar la escuela o el trabajo. Pero describieron las citas como un área de especial dificultad.
Jess, de 29 años, aspirante a guionista a quien diagnosticaron trastorno del espectro autista hace cuatro años, dijo que se abrió una brecha por primera vez en la secundaria, cuando sus amigos "empezaron a salir unos con otros y todo el mundo se emparejó". Lo comparó con el momento en las sillas musicales en el que descubres que eres la única que sigue en pie.
"Fue como un gran memorándum que nunca recibí", dijo Jess, quien pidió ser identificada por su segundo nombre, por miedo a que revelar su diagnóstico perjudicara su carrera.
El curso PEERS la había ayudado a analizar el comportamiento de coqueteo a través del lente de las ciencias sociales. Las lecciones incluían "coquetear con la mirada" --hacer contacto visual y luego apartar la mirada para calibrar la receptividad del interlocutor-- y buscar señales de que un grupo de conversación está dispuesto a incluir nuevos miembros.
Una vez que comprendió la finalidad de cada comportamiento, dijo Jess, no le resultó difícil imitarlo.
"Lo añado a la lista de cosas en las que tengo que pensar", dijo. "Todo es actuar".
Gran parte del trabajo del curso se centra en sentirse cómodo en la conversación o, como lo llaman los entrenadores, en intercambiar información. Una habilidad fundamental es no dejarse llevar por el pánico si se producen silencios prolongados. Hayley Ditter, de 24 años, quien había tenido cuatro citas desde que empezó el curso, dijo que esto había resultado valioso casi de inmediato.
"A veces siento que es culpa mía, porque estoy acostumbrada a no saber qué decir a continuación, pero los silencios incómodos pueden ser parte normal de la conversación", dijo Ditter, que se licenció en antropología y estudios cinematográficos en la UCLA en 2023.
A Ditter siempre le había ido bien en clase, pero se perdía, o malinterpretaba, las señales sociales que sirven de guía para el romance. Antes de apuntarse al curso, había tenido un puñado de primeras citas, pero nunca habían conducido a nada.
"Nunca había tenido una segunda cita", dijo.
Ditter dijo que el entrenamiento también la había ayudado a identificar "en tiempo real" cuándo alguien estaba coqueteando con ella, algo para lo que antes confiaba en su madre. Ha hecho acopio de una lista de frases --"tengo que dar de comer a mi perro", por ejemplo-- que pueden facilitar una salida rápida y elegante. Ha publicado un perfil en Hinge y poco a poco se va abriendo camino entre 300 respuestas.
"Ahora conozco las habilidades y estoy lista para ponerlas en práctica", dijo. "Espero conseguir pronto mi primer novio".
Un flechazo con la barista
Hace 20 años, las investigaciones sobre las relaciones sociales de las personas autistas pintaban un panorama desolador. En 2004, una encuesta realizada a adolescentes y adultos que vivían en casa reveló que el 46 por ciento no tenía ninguna relación con sus iguales fuera de entornos preestablecidos; un metaanálisis de 2012 reveló que solo el 14 por ciento de los adultos en el espectro estaban casados o tenían una relación íntima duradera.
Pero esas tendencias están cambiando, en parte porque cada vez son más las personas que reciben un diagnóstico. En 2023, cuando los investigadores de la Universidad de Boston examinaron los datos de 220.000 estudiantes universitarios estadounidenses, descubrieron que el 24 por ciento de los estudiantes autistas tenían pareja, en comparación con el 46 por ciento de los estudiantes no autistas.
Laugeson sabía por su trabajo con adolescentes y adultos autistas que estaban interesados en las relaciones, pero sus esfuerzos por expresar sentimientos románticos se malinterpretaban frecuentemente como comportamiento de acoso.
Los padres, dijo, le contaban a menudo la misma historia: su hijo adolescente se había encaprichado con una camarera de Starbucks y se quedaba allí, ofreciendo "demasiado contacto visual" o "esa sonrisa grande, amplia, que enseña los dientes", dijo.
Pero cuando buscó financiación para una investigación empírica sobre salir en citas, Laugeson se encontró con que sus patrocinadores institucionales --quienes habían suscrito con entusiasmo cursos de formación para la amistad y el desarrollo profesional-- guardaron silencio. Los padres parecían nerviosos ante el proyecto, aunque sus hijos fueran adultos. Cuando exploró los motivos, a menudo escuchó "preocupaciones sobre la seguridad sexual, cosas como agresiones sexuales", dijo.
Mark Stokes, investigador del autismo en la Universidad Deakin de Melbourne, Australia, dijo que se había topado con obstáculos similares cuando había buscado financiación para un trabajo sobre las citas o el sexo.
Las juntas de revisión institucional, que supervisan la investigación en seres humanos, consideraron que "existía el peligro de que habláramos de asuntos en los que estas personas nunca habían pensado, y eso los angustiaría, porque descubrirían que se les excluía y empezarían a comportarse de forma inadecuada", dijo Stokes.
Al final desistió. "Simplemente no tiene sentido", añadió. "No buscamos financiación para ello".
En 2018, Laugeson tuvo suerte. La contactó Cara Gardenswartz, una psicóloga clínica de Los Ángeles cuyo hijo adolescente se había beneficiado de las formaciones de PEERS, y quien le ofreció, por primera vez, financiación suficiente para diseñar un curso completo para citas.
Más o menos al mismo tiempo, tuvo noticias de dos cineastas australianos, Cian O'Clery y Karina Holden, cuyo documental, Employable Me, había seguido a solicitantes de empleo con diversas discapacidades, incluido el autismo.
Estaban proponiendo algo parecido sobre las citas a la televisión pública australiana, pero, "por alguna razón", dijo O'Clery, "era un tema ligeramente tabú". PEERS fue la única gran organización que encontró que abordaba el tema. "Fueron sin duda una inspiración para ver lo que se podía hacer en materia de entrenamiento para citas", dijo.
Laugeson accedió a organizar un entrenamiento intensivo para citas que duró un día para miembros del reparto de Amor en el espectro en Sidney y se convirtió en una consultora informal y ayudó al equipo a identificar a posibles miembros del reparto cuando el programa llegó a Estados Unidos.
Pero no tenía ni idea, dijo, de que el programa sería una "sensación internacional". Eso solo quedó claro años después, durante la pandemia de coronavirus, cuando los suscriptores de Netflix descubrieron la serie y --solo hay una forma de decirlo-- se enamoraron.
'¿Es demasiado tarde?'
A medida que se desarrolla un movimiento en torno a los derechos civiles y la igualdad para las personas neurodiversas, algunos defensores han criticado la formación en habilidades sociales por animar a las personas autistas a actuar como si no lo fueran, una práctica que a veces se describe como enmascaramiento o "masking".
"Las clases de habilidades sociales te dicen lo que tienes que hacer, pero eso es como ponerse un disfraz", dijo Karen Lean, de 48 años, especialista en informática a quien diagnosticaron autismo a los 30 años. Durante mucho tiempo, estudió e imitó estos comportamientos --"todo el mundo espera que tengas charlas triviales, así que debes tener charlas triviales"-- y el esfuerzo, dijo, la dejaba agotada y alienada.
Ahora, Lean trabaja como instructora de HEARTS, o Relaciones Saludables en el Espectro Autista, un curso en línea que incluye módulos sobre temas como los límites y las rupturas, pero se mantiene alejada de las habilidades sociales, que, dijo, funcionan sobre todo para tranquilizar a otras personas.
"Ningún entrenamiento o instrucción en habilidades como el contacto visual va a resolver el problema de sentirse ansioso, sensorialmente abrumado, incómodo en su propio cuerpo", dijo. "Hay un montón de cosas que no se pueden resolver intentando inyectar a una persona una lista de cosas que debe hacer para que los demás se sientan cómodos".
Los miembros del personal de PEERS, muy conscientes del discurso en torno al enmascaramiento, empiezan cada lección con un "compromiso neuroafirmativo" que subraya el valor de la autenticidad y hace hincapié en la elección individual. Tienen cuidado de evitar caracterizar los comportamientos como buenos o malos, utilizando en su lugar un lenguaje como "socialmente útil" y "socialmente arriesgado".
A los participantes no les preocupaba especialmente el enmascaramiento. "Nos está enseñando a prosperar en el mundo en que vivimos", dijo Jess, quien, cuando tenía veintitantos años, estaba tan empeñada en dominar las habilidades sociales que compitió (y ganó) concursos de belleza.
"Nunca he tenido problemas con el enmascaramiento como concepto", dijo. "La gente dice: 'No quiero enmascararme, quiero ser yo misma', y mi actitud es: genial, voy a enmascararme y voy a tener una carrera".
Los entrenadores dijeron que algunos participantes en el curso de citas habían llegado con cicatrices tan profundas de rechazo social que un pequeño empujón de confianza podía cambiarles la vida.
"No siempre es fácil terminar las lecciones, porque en nuestro grupo hay experiencias que son dolorosas", dijo Gabby Slater, coordinadora del estudio. "Creo que hay mucha soledad ahí fuera".
Samara Wolpe, becaria postdoctoral del laboratorio PEERS, recordó a un participante --que aún tenía veintipocos años-- que se acercó a ella para preguntarle, como ella lo dijo: "¿Estoy ya muy mal para aprender esto? ¿Estoy ya demasiado alejado de la sociedad? ¿Puedo volver a entrar? ¿Es demasiado tarde para mí?".
Ella le aseguró que no. Él era escéptico. Vivía con sus padres. Decía que su ropa estaba desaliñada. Tenía el pelo desgreñado. "Son cosas que se pueden arreglar", le dijo Wolpe. El jueves siguiente se presentó con un nuevo corte de pelo y una noticia: había hecho match con una mujer a través de una aplicación. Y la había invitado a salir.
"Necesitaba que alguien le dijera que eso era posible para él", dijo Wolpe.
Entre la mitad y tres cuartas partes de los participantes han tenido citas durante el curso de formación, que terminó el jueves de la semana pasada, dijo Slater. En una reunión de despedida, los entrenadores nombraron a "la persona con más probabilidades de coquetear con la mirada" y "la persona con más probabilidades de ser un buen compañero" de entre los participantes.
Todos ellos se someterán a una serie de pruebas psicológicas --entre ellas el Test de Habilidades para las Citas, la Escala de Ansiedad en las Citas y la Escala de Soledad Social y Emocional para Adultos-- en tres momentos para medir cómo los ha cambiado la experiencia, si es que lo ha hecho. Los resultados se publicarán el año que viene.
Las aventuras de los participantes en el mundo de las citas no suelen ser tan dramáticas como las de los programas de telerrealidad, dijo Laugeson, en parte porque se les enseña a ver el rechazo como una parte normal de las citas.
"Es algo con lo que todos luchamos", dijo. "Me encantaría salir con Bradley Cooper, sería estupendo. Pero no puedo salir con todo el mundo, ¿verdad? Y no todo el mundo puede salir conmigo".
Goldman estaba reunido con su entrenadora de citas, Jean-Pierre, y charlaban con tanta facilidad que era difícil saber quién de los dos estaba haciendo de entrenador, cuando apareció en su teléfono un mensaje de la mujer a la que había llevado al bar en Sunset Strip.
"Me la pasé bien pero, con total transparencia, no siento una conexión genuina que quiera explorar", escribió ella.
Goldman decidió tomarse un tiempo antes de responder. Estaba entusiasmado con una noche de trivia en su barrio; tenía likes acumulados en Hinge.
Examinó brevemente sus sentimientos y se dio cuenta de que no le importaba.
"Te agradezco que me lo hayas hecho saber", respondió.
Luego se volvió hacia Jean-Pierre.
"Te das cuenta de que, bueno, a veces no tiene nada que ver contigo", dijo. "Fue una noche divertida y, sabes, lo volvería a hacer".
Ellen Barry es una periodista que cubre salud mental para el Times.
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