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El gobierno del primer ministro británico, Keir Starmer, ha tenido que hacer algunas concesiones políticamente tensas para conseguir acuerdos comerciales con la Unión Europea y EE. UU.
El Reino Unido, tras obtener acuerdos consecutivos con la Unión Europea y Estados Unidos, demostró que, después de todo, no tenía que elegir entre sus dos mayores socios comerciales, mutuamente antagónicos. Podía, como dijo una vez su embajador en Washington, Peter Mandelson, "tener el pastel y comérselo también".
Sin embargo, el alcance limitado y, en ocasiones, las condiciones poco generosas de estos acuerdos, que exigieron concesiones dolorosas, revelan la posición debilitada del Reino Unido en la era posterior al brexit. Lejos de ser un agente libre ágil y que puede llegar a acuerdos oportunistas, como predijeron en su día los partidarios del brexit, el Reino Unido se encuentra atrapado entre dos pesos pesados enfrentados.
"Si es un pastel", dijo Mujtaba Rahman, analista de la consultora de riesgo político Eurasia Group, "no es uno muy sabroso".
Eso no quiere decir que los dos acuerdos del primer ministro Keir Starmer, así como un tercero con India, no sean prueba de una habilidad negociadora. Su acuerdo con el presidente Donald Trump fue el primero que este alcanzó con cualquier país desde que impuso aranceles generalizados a decenas de socios comerciales. El acuerdo con la Unión Europea, que Starmer anunció el lunes, es el primer nuevo acuerdo significativo entre el Reino Unido y la Unión Europea desde el acuerdo comercial que consagró el brexit en 2020.
Cada uno tiene sus ventajas, ya sea que la Unión Europea permita a los viajeros británicos utilizar puertas electrónicas en algunos aeropuertos europeos --acortando las enloquecedoras colas para las personas que van de vacaciones-- o que Estados Unidos reduzca los aranceles sobre los Jaguar, Land Rover y otros coches de lujo británicos con destino al mercado estadounidense.
"Estamos demostrando que no se trata de una elección binaria entre Estados Unidos y la Unión Europea", dijo Jonathan Portes, profesor de Economía del King's College de Londres. Sin embargo, añadió, el Reino Unido se enfrentaba a "una serie de opciones mucho más limitada".
El acuerdo con Estados Unidos, por ejemplo, sigue dejando al Reino Unido peor de lo que estaba antes de la llegada de Trump al poder, con un arancel básico del 10 por ciento sobre las exportaciones. Asimismo, el Reino Unido tuvo que hacer concesiones para recuperar parte de lo que solía obtener automáticamente como miembro de la Unión Europea.
Aunque el acuerdo con Bruselas generará beneficios anuales por valor de casi 9000 millones de libras, o 12.000 millones de dólares, hasta 2040, según el gobierno británico, solo añadirá un 0,2 por ciento al producto interno bruto del Reino Unido. El brexit costó al país el 5,5 por ciento de su PIB, según un estudio de 2022 del Centro para la Reforma Europea, un centro de investigación de Londres.
Para cerrar el acuerdo con la Unión Europea, Starmer hizo una concesión políticamente tensa: permitir a los arrastreros europeos pescar en aguas territoriales británicas durante 12 años a cambio de reducir las barreras comerciales para los alimentos británicos que entran en el mercado único. Y para conseguir un aplazamiento parcial de los aranceles estadounidenses sobre los automóviles británicos, el Reino Unido concedió un mayor acceso a la carne de vacuno, el etanol y los productos agrícolas estadounidenses.
Estas concesiones reflejan la dura realidad del Reino Unido como economía mediana que opera en un mundo de tres bloques comerciales gigantescos: Estados Unidos, la Unión Europea y China. Un reto añadido: uno de estos gigantes, Estados Unidos, ha desechado las reglas que rigen el comercio mundial.
Este no es el mundo que los partidarios del brexit habían imaginado cuando defendieron hace una década que el Reino Unido abandonara el mercado único. Decían que el Reino Unido, libre de la burocracia y la normativa de Bruselas, podría cerrar acuerdos favorables, incluso con Estados Unidos. Trump, en su primer mandato, aplaudió el proyecto del brexit y ofreció como recompensa la perspectiva de un acuerdo comercial.
El acuerdo del Reino Unido con India, anunciado este mes, representa cierta reivindicación del caso del brexit. Starmer no podría haber alcanzado el acuerdo, que reducirá a la mitad los aranceles sobre el whisky y la ginebra británicos, como parte de la Unión Europea.
"Era plausible afirmar que el Reino Unido, con una economía abierta y de tamaño medio, podría funcionar tan bien o mejor en un orden internacional basado en normas siendo ágil y flexible que siendo miembro de la UE", dijo Portes. "Pero ese mundo ha desaparecido, al menos de momento", añadió. "Ahora estamos en un entorno mucho más difícil, y el Reino Unido tiene que encontrar su camino".
Cuando Starmer llegó al poder el verano pasado, dejó claro que quería reajustar la relación del Reino Unido con la Unión Europea, preservando al mismo tiempo su condición de aliado, quizá el más cercano, de Estados Unidos. Se ha mantenido firme en esa postura, incluso tras el regreso de Trump, quien ha trastocado el sistema de comercio mundial y ha amenazado con retirar su apoyo a Ucrania en su guerra con Rusia.
Lo que comenzó como un acto de equilibrio se ha convertido en una caminata sobre la cuerda floja. Rahman dijo que, en las negociaciones comerciales, el Reino Unido estaba siendo "estrujado entre una Unión Europea muy mercantilista y un Estados Unidos muy depredador y hostil".
La Unión Europea, señaló, considera malo el acuerdo que Starmer negoció con Trump, y no tiene intención de replicarlo. Dada la antipatía de Trump por Bruselas, no está claro que aceptaría un acuerdo similar con la Unión Europea, aunque su mayor tamaño da mayor influencia a sus negociadores comerciales.
Las tensiones entre Washington y Bruselas aumentaron la presión sobre Londres. Los funcionarios británicos, dijo Rahman, creían que tenían que concluir un acuerdo con Trump antes de la cumbre del lunes entre el Reino Unido y la Unión Europea, o se arriesgaban a contrariarlo con imágenes del Reino Unido reavivando su relación con el bloque.
En última instancia, el calendario importó menos que la dinámica básica de poder. Puede que los funcionarios de la Unión Europea utilicen un lenguaje más diplomático que los ayudantes de Trump, pero los funcionarios del bloque no fueron menos agresivos, sobre todo al presionar a Starmer para que aceptara una larga prórroga de los derechos de pesca europeos en aguas británicas.
Los periódicos británicos, muchos de los cuales se inclinan por el opositor Partido Conservador, se apresuraron a criticar a Starmer por "vender" a los pescadores británicos. The Daily Telegraph dijo el lunes que había atado las manos a los futuros gobiernos británicos con el acuerdo pesquero. Boris Johnson, el ex primer ministro conservador que utilizó por primera vez la frase de "tener el pastel y comérselo también" en 2020 para promover su propio acuerdo de brexit, criticó la versión actualizada de Starmer por ser "irremediablemente unilateral".
Starmer insistió en que los pescadores se beneficiarían porque la reducción de las barreras a la exportación de alimentos les permitiría enviar más marisco a la Europa continental. Describió los dos acuerdos, más el alcanzado con India, como prueba de que el Reino Unido estaba haciendo exactamente el tipo de negociación oportunista que los partidarios del brexit imaginaron en su día.
"El Reino Unido ha vuelto a la escena mundial, a trabajar con nuestros socios, a cerrar acuerdos que harán crecer nuestra economía y pondrán más dinero en los bolsillos de los trabajadores", dijo en una conferencia de prensa, flanqueado por Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y António Costa, presidente del Consejo Europeo.
"Este es un nuevo comienzo", dijo von der Leyen, "para viejos amigos".
Mark Landler es el jefe de la corresponsalía en Londres del Times. Cubre el Reino Unido así como la política exterior estadounidense en Europa, Asia y Medio Oriente. Es periodista desde hace más de tres décadas.
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