Los nuevos dilemas de salir a cenar para quienes toman Ozempic

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Michael Foote estaba cenando con tres amigos en Soothr, un restaurante tailandés en el East Village de Manhattan, cuando levantó la vista y se dio cuenta de que era el único que estaba comiendo.

"Habíamos pedido toda esta comida, y todos estábamos compartiendo todo", dijo, "pero yo estaba atiborrándome, y todos mis amigos estaban dando pequeños mordisquitos".

Todos sus acompañantes a esta cena estaban tomando agonistas del GLP-1, una clase de fármacos que se utilizan cada vez más para perder peso. La mayor parte de las personas que los toman afirman sentir hambre con menos frecuencia y, cuando comen, pueden sentirse extremadamente llenos tras unos pocos bocados.

Foote, abogado, dijo que la mayoría de sus amigos toman estos medicamentos, lo que crea una nueva dinámica cuando salen a comer.

Suelen pedir entradas y platos principales para compartir; sus amigos comen unos bocados y él se termina el resto. "Soy un tipo de 1,95 metros y 95 kilos, y me da bastante hambre", dijo Foote, de 36 años, riendo.

Siguen cenando fuera a menudo, "aunque para ellos sea una completa farsa". Mientras sigan repartiéndose la cuenta --como suelen hacer--, él está de acuerdo con el plan. "Creo que si fuera una persona más acomplejada, me preocuparía ser la única persona que se comporta como Miss Piggy por aquí", dijo. "Pero me encanta la comida. Algunas personas comen para vivir. A mí me encanta comer".

Los analistas de Morgan Stanley Researchcalculan que 24 millones de personas, o el siete por ciento de los estadounidenses, tomarán un medicamento GLP-1 en 2035. A medida que aumenta la popularidad de los fármacos adelgazantes, los comensales que los toman y los que no se enfrentan a una serie de dilemas de etiqueta en los restaurantes y, en algunos casos, cambian sus hábitos gastronómicos como consecuencia.

Los comensales que toman fármacos GLP-1 están averiguando en qué tipo de restaurantes se sienten cómodos, cómo dejar la comida en el plato sin insultar al chef o a sus acompañantes a la cena y cómo sacar el máximo partido a la experiencia. Los que no toman estos medicamentos se enfrentan a los pros y los contras de salir con gente que no come mucho.

"Hay un componente social en todo esto", dijo David Wiss, nutricionista de Los Ángeles con un doctorado en salud pública. "Estamos en un periodo de flujo y cambio, y la gente está aprendiendo a navegar por esto".

Hace nueve meses, Will Farmer, agente de talentos en Londres, empezó a tomar el medicamento para la diabetes Mounjaro, un agonista del GLP-1 que muchos han utilizado para perder peso, uso que no ha sido aprobado por las autoridades. Poco después, acudió a una comida de degustación de 10 platos para un evento de trabajo y solo pudo comer un poco de cada uno. "Me comí un cuarto de huevo escocés", dijo. El restaurante envió un correo electrónico al anfitrión del evento para preguntarle si todo estaba bien. "Les preocupaba que la comida me hubiera parecido asquerosa", dijo Farmer, de 34 años.

Ahora come solo en restaurantes que sirven platos familiares o platos pequeños, para que no sea tan obvio cuando no se termina la comida. "Si vas a un restaurante de carnes, es raro que dejes la mayor parte", dijo. "Pero cuando todos estamos compartiendo, la comida desaparece y no sucede esta vergüenza individual de dejar comida".

A Lauren Wire, publicista de vinos y licores en Nueva York que se describe a sí misma como una aficionada a la comida, le encanta salir a comer y pedir muchos platillos. "Quiero probarlo todo", dijo.

Pero en cuanto se sienta, advierte a todo el mundo, desde el camarero hasta sus acompañantes a la cena, que está tomando un medicamento GLP-1. "Puede que el chef salga a saludar, o que yo esté en una cita, y bromearé diciendo que necesito un empaque porque estoy tomando Ozempic", dijo Wire, de 36 años. "No quiero que piensen que no me gusta la comida, y también quiero normalizar esto".

Lo que sobra vale la pena: le gusta poder ahorrar dinero y disfrutar de la misma cantidad de comida durante más tiempo.

Wire cree que quienes cenan con ella y no toman estos medicamentos obtienen solo beneficios. "Sigo pidiendo de más, y así ellos pueden comer más de mi comida", dijo riendo.

Las reuniones que no incluyen cena han sido las más duras para Joseph Suchodolski, un asesor de moda de Nueva York que toma Mounjaro desde hace más de dos años para tratar su diabetes. Suele comer tentempiés durante el día, y a menudo insiste en tomar solo un café en reuniones durante el desayuno.

Pero durante una reciente reunión matutina en Los Ángeles, se enteró de que su compañero también tomaba un fármaco GLP-1. "Los dos pedimos desayuno, y no hacíamos más que moverlo por el plato", dijo Suchodolski, de 38 años. Cuando por fin compartieron el motivo, empezaron a reírse y a sincerarse.

Wiss dijo que es importante que los pacientes que empiezan a tomar agonistas del GLP-1 consideren cómo pueden afrontar las situaciones sociales que pueden surgir por comer menos en público. "Cuando las personas dejan de beber alcohol, por ejemplo, es útil que piensen cómo responderán cuando la gente les ofrezca una copa o un camarero se sienta decepcionado porque no pidan vino", dijo. "Estamos viendo que eso se recrea con la comida".

Sin embargo, algunas personas afirman que los medicamentos GLP-1 han mejorado la experiencia de comer en restaurantes.

Después de luchar contra la obesidad infantil, Jackson Lemay, creador de contenidos de Atlanta, solía sentir ansiedad por comer demasiado o demasiado rápido cuando salía a cenar. Se obsesionaba con el menú antes de llegar al restaurante y se avergonzaba si pedía algo poco saludable o demasiado grande.

Tras tomar fármacos GLP-1 durante un año y medio, esos "pensamientos recurrentes sobre comida" han desaparecido. "Me ha hecho sentir más seguro cuando como en público", dijo Lemay, de 27 años. Nunca le habían gustado tanto los restaurantes como ahora.

Hay algunas personas que no toman estos agonistas y que se niegan a cenar con personas que los consumen, aunque no se atreven a decirlo oficialmente. Dicen que les avergüenzan los platos llenos que devuelven a la cocina, o que se sienten inseguras por comer más que la persona que está al otro lado de la mesa.

Pero a Nathaly del Carmen le encanta estar rodeada de gente con poco apetito. Su madre, su hermana y muchas de sus amigas toman medicamentos GLP-1, y calcula que al menos una persona de su mesa los está tomando cada vez que sale a cenar.

Del Carmen, directora de mercadotecnia en Nueva York, dijo que se encuentra imitando el comportamiento de quienes toman los fármacos, lo que significa que come menos y no se siente presionada para terminarse la comida si no tiene hambre. "Me ayuda a controlar los impulsos", dijo.

Las nuevas investigaciones muestran que los agonistas del GLP-1 también pueden frenar el apetito por el alcohol. Del Carmen, de 31 años, dijo que algunos de sus amigos que toman estos fármacos no pueden tomar más de una o dos copas sin ponerse a vomitar, lo que a ella le ayuda a beber menos. "Son lo contrario de ese amigo que te incita a beber más o a tomarte un martini más".

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