Los hermanos Menendez reciben una nueva sentencia que allana su camino hacia la libertad

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Murders, Attempted Murders and HomicidesMenendez, ErikMenendez, LyleMenendez, JoseBeverly Hills (Calif)

La pena de cadena perpetua con libertad condicional podría conducir a la excarcelación de Lyle y Erik Menendez, más de tres décadas después de ir a prisión por matar a sus padres.

Lyle y Erik Menendez volvieron a ser condenados el martes a cadena perpetua con posibilidad de libertad condicional, lo cual prepara el terreno para posiblemente ser liberados luego de más de tres décadas tras las rejas por matar a sus padres en su mansión de Beverly Hills.

La decisión, tomada por el juez Michael V. Jesic del Tribunal Superior de Los Ángeles, se produjo tras un día de testimonios de familiares, quienes dijeron que los hermanos habían dado un giro a sus vidas dentro de la prisión mediante la educación y los grupos de autoayuda. Instaron al tribunal a reducir las condenas de los hermanos por los asesinatos de 1989.

"Fue un crimen absolutamente horrible", dijo Jesic al dictar sentencia. Pero por muy espantoso que fuera, señaló el juez, también le sorprendió el número de funcionarios de prisiones que escribieron cartas en favor de los hermanos, un apoyo documentado que influyó claramente en su decisión.

"No estoy sugiriendo que deban ser puestos en libertad", dijo. "Eso no me corresponde decidirlo".

Sin embargo, continuó: "Creo que han hecho lo suficiente en los últimos 35 años para tener esa oportunidad". El futuro de los hermanos, indicó, estará ahora en manos del gobernador Gavin Newsom y de los funcionarios de la junta estatal de libertad condicional.

Aunque la decisión de Jesic ha sido hasta ahora el paso legal más importante en el largo esfuerzo de los hermanos por conseguir la libertad, no es el último. Al reducir las condenas de los hermanos, el juez les ha permitido buscar inmediatamente la libertad condicional.

Ahora la atención se centrará en los funcionarios de libertad condicional del estado. Los hermanos ya tenían previsto comparecer ante la junta el 13 de junio como parte de la consideración de Newsom sobre la clemencia, un proceso separado que se ha desarrollado en paralelo a la nueva sentencia.

No estaba claro si en la audiencia de junio se abordarían tanto la nueva sentencia como la petición de clemencia. Un portavoz de Newsom dijo que su oficina estaba estudiando la decisión del juez y determinando los pasos a seguir.

Los abogados de los hermanos solo hicieron breves declaraciones tras la audiencia, dando las gracias a sus partidarios.

Anamaria Baralt, prima de los hermanos que testificó el martes, se enfrentó a las decenas de cámaras congregadas fuera del tribunal. "Llevo todo el día llorando. Son lágrimas de alegría, sin duda", dijo.

Nathan J. Hochman, fiscal del distrito de Los Ángeles, se ha opuesto a que los hermanos vuelvan a ser condenados, argumentando en repetidas ocasiones que no han demostrado tener "plena conciencia" de sus crímenes. La oficina de Hochman ha dicho que los hermanos nunca renunciaron a su afirmación de que mataron a sus padres porque temían que sus padres los mataran a ellos primero, lo cual, según los fiscales, era mentira.

En un comunicado publicado en sus redes sociales, la oficina del fiscal del distrito dijo que el análisis que había presentado al tribunal había contribuido a garantizar que el juez dispusiera de "todos los hechos".

"Este caso, como todos los casos --especialmente los que cautivan a la opinión pública--, debe contemplarse con ojo crítico", decía el comunicado. "La justicia nunca debe dejarse influir por el espectáculo".

La decisión de volver a condenar a los hermanos es un giro notable en una saga que ha acaparado la atención de la nación durante décadas. Los hermanos intentaron sin éxito apelar sus condenas durante muchos años, y habían dicho que, con el tiempo, sus esperanzas de quedar en libertad habían disminuido. Con el paso de los años, los hermanos se convirtieron en iconos culturales por sí mismos, acumulando un público fiel a medida que una serie de docudramas y documentales volvían a contar sus historias para un público más joven.

En 1989, la historia de abusos sexuales y asesinatos en una de las ciudades más lujosas de Estados Unidos era irresistible para los medios de comunicación y el público, y auguraba una obsesión aún mayor por otra historia de Los Ángeles: el caso de asesinato contra O. J. Simpson.

Los hermanos dijeron que irrumpieron en la sala de estar de su mansión de Beverly Hills un domingo por la noche de 1989 y mataron a sus padres con escopetas porque habían soportado años de abusos sexuales por parte de su padre. Dijeron que temían que sus padres los mataran para mantener en secreto los abusos. En aquel momento, Lyle tenía 21 años y Erik, 18.

Los hermanos, que ahora son dos hombres de mediana edad, comparecieron a distancia el martes en la audiencia de la nueva sentencia, desde su prisión cercana a San Diego, sentados estoicamente con monos azules mientras un testigo tras otro declaraba en su favor.

Después de que Jesic dijera que volvería a condenar a los hermanos --pero antes de que indicara cuál sería la nueva condena--, los hermanos hicieron declaraciones. A través de un video, asumieron la responsabilidad de los crímenes y pidieron perdón a sus familiares presentes en el juzgado, a quienes se oía sollozar suavemente.

Lyle habló primero, y dijo que todas las decisiones que tomó en agosto de 1989 fueron suyas, incluida "la decisión de recargar, volver a la sala de estar y correr hacia mi madre y dispararle en la cabeza". Y asumió la responsabilidad, dijo, de "burlarse del sistema jurídico penal" al mentir a la policía e intentar que otros mintieran por él en el estrado de los testigos en el juicio.

Dijo que en aquel momento era un joven "asustado y lleno de rabia", que estaba demasiado avergonzado por los abusos sexuales que se estaban produciendo en su casa como para buscar a alguien y pedir ayuda.

Erik también asumió la responsabilidad de los crímenes y dijo que había pasado mucho tiempo preguntándose qué debieron de pensar sus padres la noche en que fueron asesinados, y "el terror que debieron de sentir cuando su propio hijo les disparó".

Por aquel entonces, el caso se desarrolló como una especie de ajuste de cuentas de las políticas y la cultura de la década de 1990: las medidas de mano dura contra la delincuencia que dejaron las prisiones de California con sobrepoblación, las posturas sociales sobre los abusos sexuales que miraban la historia de los hermanos con escepticismo, la cobertura televisiva del juicio de principio a fin y los comediantes nocturnos que se burlaban regularmente de los hermanos como diletantes privilegiados.

Su primer juicio, en 1993, tuvo lugar en una época tumultuosa en Los Ángeles. Los agentes implicados en la paliza a Rodney King habían sido absueltos de agresión, lo que catalizó disturbios mortales.

Después de que su primer juicio acabara en juicios nulos --los hermanos fueron juzgados juntos con jurados distintos--, fueron juzgados por segunda vez tras la absolución de Simpson.

Esta vez, los hermanos se enfrentaron a normas diferentes en el juzgado. Se prohibieron las cámaras y el juez limitó los testimonios y las pruebas sobre abusos sexuales. El jurado declaró a los hermanos culpables de asesinato, y fueron condenados a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.

En los últimos años, los hermanos han despertado la simpatía de muchos jóvenes que no vivían en la época de los crímenes. Al conocer el caso por internet, han llegado a creer que los hermanos fueron maltratados por el sistema de justicia penal y los medios de comunicación, y se han unido a su causa en las redes sociales.

Laurel Rosenhall ccolaboró con reportería.

Tim Arango es corresponsal de noticias nacionales. Radica en Los Ángeles.

Matt Stevens escribe sobre arte y cultura para el Times.

Jacey Fortin cubre un amplio rango de temas para la sección Nacional del Times, como el clima extremo, los casos judiciales y la política estatal en todo el país.

Laurel Rosenhall ccolaboró con reportería.