El último regalo de una maestra a sus alumnos: los ahorros de toda su vida

Reportajes Especiales - Lifestyle

Guardar

Colleges and UniversitiesWills and EstatesContent Type: Personal ProfileArtNew College of FloridaSarasota (Fla)Hassold, Cris (1931-2020)

En agosto de 2021, un misterioso paquete procedente de Sarasota, Florida, apareció en el buzón de Nicole Archer, en Manhattan.

Archer subió apresuradamente a su apretado departamento de Chelsea con el grueso sobre en la mano y lo abrió en la mesa del comedor, revelando un documento legal que llevaba meses rondándole la cabeza.

Sabía que una querida profesora de la universidad le había legado algo en su testamento. Esperaba un regalo modesto: dinero suficiente para una cena elegante, tal vez, o quizá una de las pulseras de cuentas que a la profesora le gustaba hacer a mano.

Cuando Archer, de 49 años, vio la cifra que aparecía en la última página --100.000 dólares-- pensó que probablemente había un punto decimal en el lugar equivocado.

"En serio, de verdad creí que lo había leído mal", dijo. "Recuerdo que seguí el número con el dedo, asegurándome de que entendía cuántos ceros eran".

Más o menos al mismo tiempo, otras 30 personas de todo Estados Unidos recibieron cartas similares, enviadas a petición de una profesora cuya clase habían tomado años atrás.

A lo largo de 50 años de enseñanza de historia del arte en el New College de Florida, la profesora Cris Hassold se había labrado un legado influyente, pero complicado. Se refería a sus alumnos como sus hijos. Los contrataba para limpiar su casa, un inquietante lugar repleto de objetos acumulados. A veces, los humillaba en clase.

Pero los alumnos que la conocían mejor la describían como una singular fuerza del bien en sus vidas. El "culto a Cris", como lo describió uno de ellos, perdura en sus 31 alumnos favoritos, que heredaron su intensidad, sus excentricidades y, al final, los ahorros de su vida.

Un contexto de contracultura

El New College, una pequeña universidad pública de excelencia académica en Sarasota, en la costa del golfo de Florida, era conocido por atraer a estudiantes dotados que no podían permitirse una escuela privada de artes liberales, pero que buscaban una carga académica exigente en un ambiente relajado y soleado.

El lugar se convirtió en un centro de contracultura donde los cursos de estudios de género se llenaban rápidamente y los estudiantes recorrían el campus descalzos, experimentaban con drogas y organizaban fiestas sexuales.

Los cursos eran exigentes. Hassold odiaba los libros de texto y asignaba 150 páginas de lectura semanal de densas fuentes primarias de escritores y críticos como André Breton y Rosalind Krauss.

En el interior del comedor de la centenaria Antigua Mansión Caples, con vista a las palmeras y a los vibrantes tonos azules de la bahía de Sarasota, Hassold corría las persianas, bloqueando la luz del sol para crear una oscuridad propicia para la concentración. Cada semestre, una docena de estudiantes se sentaba alrededor de una mesa durante horas, discutiendo sobre la mujer fatal de la posguerra o analizando las pinceladas de un cuadro.

Andrea Bailey, de 47 años, quien ahora es directora de American Women Artists, una organización sin fines de lucro, confiaba en su capacidad para escribir sobre arte hasta que se matriculó en una de las clases de arte de Hassold en 1995. Bailey se quedó con una crítica particularmente mordaz de su opinión sobre un cuadro de Van Gogh.

"Su conclusión de que la mujer del Sombrero de paja es una aristócrata es sencillamente errónea", escribió Hassold en el expediente académico de Bailey el 8 de diciembre de 1995. "No entiendo cómo ha podido leer sobre la obra y confundirse tanto".

Los alumnos que no se dejaban intimidar por el estilo mordaz de Hassold eran los que tenían más probabilidades de ser admitidos en su círculo íntimo.

Archer es ahora profesora asociada de historia del arte y estudios de género en la Universidad Estatal de Montclair, en Nueva Jersey. Ella recuerda que en 1995, siendo una estudiante de primer año ambiciosa pero sin rumbo, entró en una de aquellas sesiones con iluminación tenue y vio a Hassold detrás de un montón de naranjas que había recolectado para los alumnos de su clase de surrealismo.

"¿No se come su familia todas las naranjas?", le preguntó un estudiante.

"No tengo familia", respondió Hassold.

"¿No está casada?".

"¿Qué haría yo con un marido?". Hassold, que creció en Louisville, Kentucky, se mofó con su acento sureño. "Sería un dolor de cabeza".

Ese comentario casual se le quedó grabado a Archer. "Fue como el momento más increíble que había vivido nunca", dijo. "Es ella misma y ya. Era un tipo de mujer que nunca había conocido".

Un hogar que reveló un pasado secreto

La profesora y sus alumnos estrecharon sus lazos durante largas cenas informales.

Mientras comían dumplings en el Cheesecake Factory o sopa de cebolla en un restaurante local, Hassold chismeaba con ellos sobre profesores de arte rivales o recordaba aventuras vividas con antiguos novios en Nueva York. Expresaba su consternación porque pensaba que el New College estaba perdiendo su espíritu liberal y contracultural, un cambio que se acentuaría décadas más tarde.

Hassold siempre quería saber sobre las aspiraciones de sus alumnos.

"¿Qué quieres hacer y cómo lo conseguirás?", recordaban sus alumnos que les preguntaba. "¿A quién te gusta leer? ¿Dónde enseñan? ¿Enseñan en el extranjero? ¿Cómo ahorras el dinero para ir?".

Estas cenas, recordaba Archer, "eran espacios divertidos en los que podías imaginarte una vida sin restricciones".

Sin embargo, muchos estudiantes se preguntaban por qué Hassold nunca los invitaba a su casa.

Ryan White, quien se matriculó en la clase de cine negro de Hassold como estudiante de primer año en 2003, llegaría a comprenderlo. Tras estrechar su amistad con ella durante el semestre y los años siguientes, ella le pidió que le ayudara a podar el césped de su jardín delantero --una jungla apocalíptica de helechos y arbustos-- y a ordenar el interior de su casa.

White, de 45 años, quien ahora dirige una empresa de afilado de cuchillos con sede en Nueva York, recordó que fue una "pesadilla".

Latas de comida, moldes de muffins, material de oficina y toda una biblioteca de libros de historia del arte llenaban todos los rincones de su casa. Montones de papeles se desparramaban por la cama. El baño de invitados llevaba una década inutilizado porque las cajas de papeles impedían que se abriera la puerta.

Sus vecinos se habían quejado, y agradecieron el esfuerzo de White y otros estudiantes por limpiar la propiedad, dándoles limonada como gesto de gratitud.

"Algún día necesitaré esto", decía Hassold mientras sostenía un viejo artículo, recordaba White, quizá uno sobre el impacto de Stéphane Mallarmé en el cubismo.

"No lo has visto en 40 años", respondía White.

Katie Helms, de 47 años, de Kingston, Nueva York, que se graduó del New College en 2003, comprendió mejor a Hassold después de que entablaron una profunda conversación sobre sus padres.

Helms, quien ahora es consultora de empresas y estudiante de doctorado en educación, se acostumbró a leer varias veces los trabajos de cien páginas de Hassold, lo que la convirtió en una de sus favoritas.

Una noche, mientras se dirigían en auto a cenar, contó Helms, Hassold recordó que al volver a casa de la Universidad de Louisville se encontró con que su madre había tirado todas las pertenencias de su hija. Desde entonces, Hassold lo guardaba todo.

Este probablemente fue solo uno de los factores detrás de un problema de acumulación que terminó haciendo inhabitable su casa. En lugar de deshacerse del caos, Hassold construyó una segunda vivienda en su propiedad.

"No se le daba muy bien deshacerse de las cosas, ni de las personas", dijo Archer.

'Ella nos adoptó'

Helms, la menor de 12 hermanos, recibió poca atención durante su infancia. Eso cambió cuando conoció a Hassold. Por primera vez, Helms sintió una aceptación incondicional por todo, desde su hábito de fumar hasta su identidad queer.

"Nunca recibiré de mis padres el reconocimiento que recibí de ella", dijo Helms, con la voz entrecortada por la emoción. "Pienso en ella casi todos los días".

Cuando terminaban su estancia en el aula de Hassold, muchos estudiantes trabajaban para ella como asistentes y la buscaban para pedirle consejo profesional. Tiempo después, cuando regresaban a Sarasota, hacían planes para cenar con su antigua mentora.

Archer lo plantea así: "tenía una colección de estudiantes del mismo modo que tenía interminables colecciones de libros".

Hassold se jubiló en 2016 a los 85 años. En sus últimos años, les dijo a algunos de sus antiguos alumnos que pensaba dejarles algo cuando muriera. No tenía mucha familia, aparte de un hermano y algunas sobrinas. No era una mujer que viviera lujosamente: conducía un Toyota Corolla destartalado y tenía un guardarropa modesto. Los estudiantes se sintieron conmovidos, pero no esperaban demasiado.

"No tenía familia, pero nosotros éramos su familia", dijo White. "Ella nos adoptó, y nosotros la adoptamos a ella".

Finales agridulces

En abril de 2020, Hassold sufrió un derrame cerebral en el supermercado y se desmayó.

En julio de ese año, mientras avanzaba en su recuperación, una caída en el suelo del cuarto de baño hizo que necesitara cuidados paliativos. En el punto máximo de la pandemia de COVID-19, aislada del mundo, Hassold murió el 15 de julio de 2020. Tenía 89 años.

Sus antiguos alumnos celebraron un funeral virtual, llorando y riendo por Zoom mientras compartían historias. Muchos bromeaban diciendo que habían deseado en secreto que muriera en el aula, su lugar feliz. Pero los consolaba que hubiera muerto antes de que el New College se volviera irreconocible.

En los años posteriores a su muerte, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, se propuso transformar el colegio en un bastión de valores conservadores. La escuela cerró su programa de estudios de género y empezó a reclutar estudiantes de escuelas cristianas. Los alumnos de Hassold estaban seguros de que ella se horrorizaría al ver cómo cambiaba.

En agosto de 2021, los antiguos alumnos de Hassold recibieron un paquete con documentos legales que revelaban su mayor secreto: había amasado un patrimonio de 2,8 millones de dólares y lo estaba repartiendo entre las 36 personas más cercanas a ella, 31 de las cuales eran antiguos alumnos, de acuerdo con los documentos compartidos por Steve Prenner, albacea de su patrimonio y antiguo alumno.

Algunos de los alumnos estaban impactados, sobre todo aquellos que no recordaban cuándo habían hablado con ella por última vez.

Según los antiguos alumnos, Hassold había asignado el dinero en función de la cercanía que había tenido con cada uno de ellos y de cuánto creía que lo necesitaban. Las cantidades oscilaban entre unos 26.000 y 560.000 dólares.

Helms utilizó parte de los aproximadamente 26.000 dólares que recibió para recuperarse de una operación. Otros antiguos alumnos usaron el dinero para hacer el pago inicial de una casa, para viajar o simplemente para pagar deudas y cubrir sus facturas.

De pronto tuvo sentido, pensó Ryan White al abrir su carta, que hubiera trabajado hasta los 85 años, vivido con tanta moderación y se hubiera ocultado a veces. En parte se debía a la época posterior a la Gran Depresión en la que se crió, así como a su intensa independencia. Pero tal vez todo el tiempo estuvo ahorrando con sus alumnos en mente.

"Quería dar todo lo que pudiera", dijo White, quien también recibió alrededor de 26.000 dólares.

Después de abrir su carta, Archer salió al verano de Manhattan y compró una botella de jerez; un homenaje a su profesora Hassold, a quien le encantaba esta bebida.

Pensó en lo que podría hacer con los 100.000 dólares que le prometía la carta: abrir una cuenta de ahorros, tal vez comprar una casa algún día y dedicarse de lleno a su carrera académica.

Para Archer, el dinero era como un mensaje de su mentora:

"Aquí hay algo para ayudarte a ser tú misma".

Hank Sanders es reportero del Times y forma parte de la generación 2024-25 de Times Fellowship, un programa para periodistas al comienzo de sus carreras.