Según denuncias ante las autoridades estadounidenses, el trabajo forzoso contamina el café brasileño

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Los aranceles no son la única amenaza para el negocio de las grandes empresas que venden café en Estados Unidos. El jueves, un grupo de vigilancia solicitó al gobierno de Trump que bloqueara las importaciones de café que, según afirma, se producen con trabajo forzoso similar a la esclavitud moderna en Brasil, el mayor productor de café del mundo.

La petición a la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por su sigla en inglés), presentada por la organización sin fines de lucro Coffee Watch, nombra a Starbucks, por mucho el mayor minorista de café del país, así como a Nestlé, Dunkin', Illy, McDonald's y Jacobs Douwe Egberts, propietaria de Peet's, como empresas que dependen de fuentes potencialmente dudosas. Pide al gobierno de Trump que no permita la distribución de ninguna importación procedente de Brasil que dependa "en todo o en parte" del tráfico de seres humanos y del trabajo forzoso.

"No se trata de unos cuantos malos actores", afirmó en un comunicado Etelle Higonnet, fundadora y directora de Coffee Watch. "Estamos sacando a la luz un sistema arraigado que atrapa a millones de personas en la pobreza extrema y a miles en la esclavitud absoluta".

La solicitud de acción estadounidense se presentó un día después de que otro grupo, International Rights Advocates, presentó una demanda contra Starbucks ante un tribunal federal en nombre de ocho brasileños que fueron víctimas de trata y obligados a trabajar en "condiciones similares a la esclavitud", afirmó Terry Collingsworth, abogado de derechos humanos y fundador del grupo.

La demanda solicita la certificación como acción colectiva en representación de miles de trabajadores que, según afirma, enfrentaron a la misma difícil situación mientras cosechaban café para un importante proveedor de Starbucks y una cooperativa regional de cultivadores de Brasil llamada Cooxupé.

"Starbucks tiene que rendir cuentas", declaró Collingsworth en una entrevista, y añadió que "en Brasil existe un sistema masivo de trata de personas y trabajo forzoso" del que se beneficia la empresa.

Amber Stafford, portavoz de Starbucks, negó las acusaciones y afirmó que la empresa está comprometida con el abastecimiento ético, lo que incluye ayudar a proteger los derechos de las personas que trabajan en las plantaciones de las que procede su café. "La piedra angular de nuestro trabajo es nuestro programa de verificación de Prácticas de Equidad para el Café y el Agricultor (CAFE, por su sigla en inglés), desarrollado con expertos externos y que incluye sólidas verificaciones y auditorías de terceros", declaró en un correo electrónico.

Collingsworth sostiene que, a pesar del programa de verificación, la empresa no ha transparentado sus prácticas. Agregó que la demanda ayudará a su grupo a obtener más información sobre las cadenas de suministro de la empresa.

Varias de las empresas mencionadas en la petición de bloquear las importaciones participan, junto con Rainforest Alliance, en el Reto del Café Sostenible, entre cuyos objetivos declarados figura mejorar la calidad de vida y la experiencia de los trabajadores agrícolas. A excepción de Starbucks, ninguna otra empresa respondió a las solicitudes de comentarios o se negó a emitirlos.

Los grupos de defensa hicieron pública una declaración conjunta el jueves, en la que afirmaron que sus esfuerzos exponen "el costo humano oculto tras uno de los productos básicos más queridos de la nación: el café".

El objetivo de los grupos es desmantelar un segmento de la industria brasileña del café que, según afirman, abastece a empresas en el extranjero en parte traficando con trabajadores vulnerables. El sector del café en Brasil se fundó mediante el uso de la esclavitud y siguió dependiendo de ella, afirman, a pesar de que Brasil abolió la esclavitud en 1888.

Los grupos afirman que los intermediarios laborales ilegales (conocidos como "gatos") buscan trabajadores en comunidades rurales pobres, algunos de cuyos habitantes descienden de personas esclavizadas, haciéndoles falsas declaraciones sobre puestos de trabajo y adelantándoles fondos para comida y viajes. Los trabajadores acaban en "servidumbre por deudas", pagando lo que deben cosechando café en condiciones no muy diferentes de las de sus antepasados esclavizados.

Otros grupos de derechos humanos, así como organizaciones de noticias y el gobierno estadounidense, han informado conclusiones similares.

En abril, las autoridades brasileñas incluyeron en una lista negra de trabajo esclavo a cuatro productores de café que forman parte del colectivo Cooxupé, después de que los inspectores descubrieron a decenas de trabajadores, entre ellos un adolescente, sometidos a condiciones similares a la esclavitud, según Repórter Brasil, organización brasileña sin fines de lucro.

Los grupos de defensa denunciaron que, en algunos casos, los trabajadores no tienen agua corriente, camas ni sanitarios. Trabajan muchas horas sin equipo de protección y a menudo no reciben su salario íntegro o no reciben ningún pago.

El gobierno brasileño ha tomado medidas en repetidas ocasiones, pero como la cosecha del café es una actividad estacional, no está sujeta a tanta vigilancia como otros ámbitos laborales.

Los ocho trabajadores mencionados en la denuncia contra Starbucks no revelaron sus nombres por miedo a represalias en sus países. "Estos traficantes son tipos peligrosos", afirmó Collingsworth. Los trabajadores que intentan marcharse o denunciar los abusos reciben amenazas de muerte y a menudo se les impide salir de las plantaciones, dijo.

Los grupos de defensa afirmaron que las acciones judiciales se basaron en registros de las autoridades brasileñas, organizaciones no lucrativas y periodistas "que muestran un patrón persistente de abusos laborales en todo el sector cafetero de Brasil". Según los defensores de los derechos, el sistema se ve reforzado por empresas extranjeras que dependen de proveedores brasileños, y por consumidores estadounidenses inconscientes.

"Ningún café producido por esclavos debe entrar en los hogares estadounidenses", señaló Higonnet.

Granos de café importados de Brasil en Barquisimeto, Venezuela, el 8 de febrero de 2012. (Meridith Kohut/The New York Times).