
CookwareCollectors and CollectionsLe Creuset of America
April Hershberger no es la única coleccionista de utensilios de cocina Le Creuset que posee tantas piezas que no puede contarlas. Pero quizá sí sea la única que ha construido una casa entera en torno a una de ellas: la cacerola de hierro fundido ovalada de nueve cuartos de galón color rojo intenso que recibió como regalo de boda en 2006.
Se convirtió en una obsesión.
Mandó hacer su cocina, la pieza central de su casa en un granero restaurado del sureste de Pensilvania, a medida para que hiciera juego con su colección de ollas, fuentes, jarras, platos y demás utensilios Le Creuset color rojo cereza. Hershberger, de 42 años, también tiene piezas en amarillo mostaza y amarillo girasol, azul mediterráneo y azul caribe, verde bosque y verde lima, que a menudo organiza y reorganiza en filas, espirales y arco iris, y lo documenta todo en Instagram.
"Nunca podría comprometerme con un solo color", dijo.
Al igual que Hermès y Chanel, Le Creuset (que se pronuncia luh crosé, según el video oficial, y significa crisol en francés) es una marca heredera de la tradición gala que ha prosperado en el mercado global moderno al convertirse en coleccionable sin dejar de ser funcional. Y los coleccionistas han transformado lo que alguna vez fuera una marca de nicho en casi un culto, perpetuamente fascinados por las nuevas líneas, colores y formas.
Algunos se ciñen a una familia de colores, como los pasteles; otros se centran en un único elemento del espectro, como los salvamanteles o las figuras de cerámica para tartas.
"Como aries que soy, el fuego y las llamas me hablan", dijo Arlene Robillard, una purista que tiene una de las mayores colecciones del mundo del color original de la empresa: volcanique, un degradado entre naranja y rojo que en Estados Unidos se vende como flame y en los países hispanos, como volcánico.
La semana pasada, para celebrar su centenario, Le Creuset lanzó su color más reciente, flamme dorée (llama dorada). Es parecido al tono original, con un brillo dorado mezclado, como un maquillaje costoso o una copa de Goldschläger. Hace meses, un avistamiento del nuevo tono en una tienda Williams-Sonoma no especificada provocó un frenesí especulativo en el grupo Le Creuset Lovers de Facebook, que cuenta con 97.000 miembros.
"Tengo una buena relación con el personal y uno me enseñó una DO en el nuevo volcánico con brillo", publicó un miembro anónimo. (DO es la abreviatura en inglés que usan los coleccionistas para la cacerola de hierro fundido).
Antes de Le Creuset, la mayoría de los utensilios de cocina eran grises, negros y marrones. Pero en 1925, dos empresarios belgas --uno experto en hierro fundido, el otro en esmalte vítreo, hecho de vidrio cocido a alta temperatura-- construyeron una fundición en el noreste industrial de Francia para lanzar su nueva tecnología: recubrir el hierro fundido con esmalte de colores. (Todas las cacerolas de hierro fundido esmaltado se siguen fabricando en la fundición, pero otros utensilios de cocina y de mesa se producen en Portugal, Tailandia, China y otros lugares).
Sus ollas Le Creuset se pusieron rápidamente de moda en Europa gracias a sus colores vivos, su durabilidad y su rendimiento en la cocina. Los utensilios de cocina empezaron a llegar a Estados Unidos en la década de 1950, pero las ventas aumentaron en este siglo con la introducción de nuevos artículos, lo que deja claro que los fanáticos pueden caer en la tentación de comprar muchos más utensilios de cocina de los que realmente necesitan.
Al ampliar la paleta de colores de la empresa de los básicos a los pasteles, neones y neutros, y al ampliar la línea de utensilios de cocina a vajillas, utensilios y almacenamiento, Le Creuset se ha convertido en una potencia de la mercadotecnia de la cocina, con 90 tiendas en Norteamérica. (En 1988, cinco años después de la apertura de la primera tienda en Estados Unidos, la empresa fue comprada a sus propietarios franceses por Paul van Zuydam, un empresario sudafricano que impulsó la nueva estrategia. Dado que la empresa es privada, sus ingresos no se hacen públicos).
La empresa ha producido colaboraciones con artistas como Sheila Bridges, utilizando su estampado negro Harlem Toile de Jouy, y con marcas como Star Wars, Harry Potter y Hello Kitty. (Estados Unidos es su mercado más grande, y Japón no está muy por detrás).También ha organizado lanzamientos estratégicos de artículos de edición limitada, como una cacerola de hierro fundido negro con forma de corazón que se agota en cuanto reaparece, y luego se puede encontrar en sitios de reventa como Etsy e eBay.
Después de que la receta del panadero Jim Lahey para hacer pan sin amasar en una cacerola de hierro fundido se hiciera viral a principios de la década de 2000 (y resurgiera durante la pandemia), Le Creuset fabricó en 2022 un horno dedicado al pan que se ha convertido en su nuevo artículo más popular en décadas, dijo Sara Whitaker, responsable de mercadotecnia de la empresa en Estados Unidos.
Las ventas de fábrica en pop-ups temporales, como un evento de tres días realizado la semana pasada en San José, California, generan filas enormes y publicaciones frenéticas en las redes sociales, especialmente entre los compradores de entradas VIP que vienen con la oportunidad de comprar una "caja misteriosa" de 50 dólares que solo puede abrirse al salir de la venta. Cada caja contiene al menos 350 dólares (y a veces hasta 1000 dólares) de productos descatalogados y en exceso de existencias, y los fans graban intrigantes videos de apertura de los paquetes en los estacionamientos para publicarlos en TikTok.
Fuera de las ventas de fábrica y de las tiendas outlet, las ollas pueden ser muy caras: los precios de venta al público llegan hasta 750 dólares por la más grande, una cacerola de hierro fundido llamada "cacerola de ganso", lo bastante grande para asar un ave de 4,5 kilos.
El mes pasado, cuando Netflix estrenó un nuevo programa de estilo de vida protagonizado por Meghan, la duquesa de Sussex, una de las muchas razones por las que algunos espectadores dijeron que era difícil identificarse con ella fueron las cacerolas blancas Le Creuset que utilizaba. Se dijo que sus utensilios de cocina eran demasiado caros y estaban muy limpios, una crítica que algunas mujeres negras dijeron que se basaba en suposiciones racistas y anticuadas. Muchas de ellas, como Sharzaè Cameron, de Atlanta, se dieron a la tarea de presumir sus propias colecciones en redes sociales.
"Las tenemos desde hace años; esto no es nuevo", dijo Cameron, de 42 años, citando los registros de boda, las tiendas de descuento y los regalos navideños como oportunidades para crear una colección. (En una entrevista en su casa el mes pasado, Meghan me dijo que era absurdo que alguien pensara que las mujeres negras modernas solo utilizan las tradicionales sartenes de hierro fundido).
A partir de la década de 1960, se construyeron dos imperios domésticos aspiracionales sobre una sólida plataforma de Le Creuset: Williams-Sonoma en la costa oeste de Estados Unidos y Pottery Barn en la este. En 1965, mis padres (Hanna, de 82 años, y Jeffrey Moskin, de 83) compraron las ollas que aún usan a diario.
Cuando se casaron ese año, ambos buscaban escapar de la claustrofobia culinaria de sus familias: mi madre de un hogar estrictamente kosher de Brooklyn (patas de ternera gelatinizadas, margarina) y mi padre de uno suburbano de Long Island (refresco de naranja, verduras congeladas). Su padre estaba en el negocio de los suministros para restaurantes, así que mis padres tuvieron un buen comienzo cuando se casaron: una enorme estufa Garland negra y gruesas sartenes de aluminio.
Pero no sintieron que estaban en el buen camino sino hasta que tuvieron las ollas Le Creuset, las cacerolas de hierro fundido de color volcánico y las cacerolas de tapa pesada que les ayudaron a dominar las recetas de Julia Child, Richard Olney y Elizabeth David. (En aquella época, todos los de su círculo querían ser cocineros caseros franceses, de preferencia de los que vivían en el campo).
Por su cocina han pasado artilugios como una yogurtera Salton y una cazuela de barro cocido Romertopf, pero no han añadido otras ollas a su estantería, 60 años después. Por eso no supe que existía la sartén antiadherente hasta que salí de la universidad.
La historiadora culinaria, profesora de cocina y presentadora de pódcasts jubilada Lynne Rossetto Kasper, de 82 años, dijo que empezó a utilizar las ollas en cuanto llegaron a Estados Unidos, porque su peso permitía dorar profundamente los ingredientes sin que se quemaran y cocinar a fuego lento.
"No era fácil encontrar algo en lo que se pudiera estofar o hacer un salteado lento y conseguir el punto adecuado", dijo, porque incluso los mejores utensilios de cocina fabricados en Estados Unidos, como Farberware, eran en su mayoría de aluminio ligero. Dos de sus bien usadas cacerolas de hierro fundido Le Creuset se pondrán a la venta la semana que viene en una subasta de su colección culinaria, pero, dijo, "son solo unas pocas de las muchas que han pasado por mi vida".
Hailey Sipe, directora de producto de una empresa tecnológica que vive en Orange County, California, me llamó desde la carretera el jueves con un informe de la venta temporal de San José. Ella y dos amigas del programa de maestría en administración de empresas de la UCLA habían hecho un viaje de más de 480 kilómetros hacia el norte el miércoles después del trabajo, y se habían levantado temprano para echar un ojo a la fila y el estacionamiento.
Sipe, de 34 años, ya tiene algunas ollas de colores heredadas de su madre y su hermana, pero desde que se casó el año pasado, ha ido creando una colección de neutros, como el gris ostra, el azul pálido sal marina y el beige brioche.
El objeto más preciado de sus 90 minutos de compras fue un horno de pan. (Los turnos se escalonan en intervalos de 120 minutos, para dar al personal la oportunidad de poner orden en medio del caos). "Al principio hay una carrera alocada, porque la estrategia consiste en agarrar todo lo que podrías querer y ya después ver qué compras", dijo Sipe.
Para abrir sus cajas misteriosas, las tres amigas se reunieron con otros compradores en un estacionamiento cercano, donde los coleccionistas venían preparados para el trueque, trayendo mesas plegables y, a veces, piezas de casa de las que estaban dispuestos a desprenderse. El proceso fue una montaña rusa emocional, dijo: la primera caja contenía un juego perfecto de cacerolas de hierro fundido blancas, pero no era el suyo. La siguiente contenía sobre todo el color rosa pálido chiffon, un tono que a ninguna de las mujeres le gusta especialmente para los utensilios de cocina. Su propia caja estaba llena de piezas color volcánico. "El naranja no está en mi paleta de colores", dijo categóricamente.
Aun así, por alrededor de 1400 dólares, Sipe se fue a casa con una olla negra, una olla rhone (color vino) y otras 10 piezas que utilizará, intercambiará o regalará.
¿Y el horno de pan? Toda la gama ya estaba agotada cuando ella entró, a excepción del color volcánico. (Whitaker, de Le Creuset, dijo que la popularidad de volcánico está disminuyendo y que la empresa está "quitando énfasis" a su producción).
Robillard, coleccionista del color volcánico, tiene más de 1000 piezas del color original, incluidas rarezas como un Tostador de 1955, una especie de prototipo de parrilla George Foreman de Raymond Loewy, el diseñador industrial franco-americano que también creó la lata original de Coca-Cola, el Barcalounger y el logotipo de Shell.
Robillard, de 73 años, tiene un contacto en los Países Bajos que recorre los mercados de pulgas por ella, y una habitación dedicada en su casa de Apopka, Florida, para la colección, almacenada en estanterías industriales que tienen que atornillarse a las paredes para soportar su peso.
Las ventas de fábrica y las piezas nuevas no le interesan; su fijación actual es una jarra de sangría vintage que vio una vez en un sitio de reventa en Sudamérica. "La caza siempre es divertida".
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Julia Moskin cubre todo lo relacionado con restaurantes, chefs, alimentos y cocina para el Times.
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