El mundo evalúa las consecuencias económicas de los aranceles de Trump

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Donald Trump ha elevado los derechos de importación estadounidenses a sus niveles más altos en más de un siglo. Aliados y adversarios se esfuerzan por entenderlo.

Computadoras portátiles de Taiwán, vino de Italia, camarones congelados de India, zapatillas Nike de Vietnam y mantequilla irlandesa.

Estos productos se encuentran en los hogares de todo Estados Unidos, un testimonio del perdurable papel del país como campeón del libre comercio y de su posición como el mercado más lucrativo para mercancías de todo el mundo.

Ahora se encuentran entre las vastas categorías de bienes sujetos a impuestos adicionales después de que el presidente Donald Trump impusiera el miércoles aranceles universales a todos los socios comerciales de Estados Unidos, así como derechos adicionales más elevados a 60 países que consideró los "peores infractores" de prácticas comerciales desleales.

En un brusco cambio respecto a décadas de política comercial, Trump instauró un arancel básico del 10 por ciento sobre todos los bienes importados a Estados Unidos. Además, la próxima semana se cobrará a otras naciones un arancel denominado recíproco a un tipo aún más elevado.

Para la Unión Europea y China, los dos mayores socios comerciales de Estados Unidos, la Casa Blanca impuso aranceles del 20 y el 34 por ciento. El gravamen adicional a China se añadirá a un arancel del 20 por ciento impuesto anteriormente por Trump.

Ni siquiera se libraron aliados cercanos como Japón y Corea del Sur. Tampoco países como Australia y Brasil, que compran más a Estados Unidos de lo que le venden.

El anuncio, que Trump había calificado de "Día de la Liberación" de Estados Unidos, causó conmoción en todo el mundo y agitó el espectro de una guerra comercial mundial. Los mercados bursátiles se desplomaron al conocerse la noticia, ya que los inversores se sorprendieron por la magnitud y el alcance de los aranceles.

En menos de tres meses, Trump ha declarado aranceles sobre Canadá, México y China, junto con derechos de importación sobre el acero, el aluminio, los automóviles y las piezas automotrices. La orden ejecutiva del miércoles incluía exenciones para los semiconductores, los productos farmacéuticos y la madera. Pero los analistas creen que no se trata de indultos, sino de productos que serán el próximo objetivo.

Aliados y adversarios se esfuerzan por entender la avalancha arancelaria de Trump, que ha elevado los derechos de importación estadounidenses a sus niveles más altos en más de un siglo y no ha dado señales de ceder. Algunos amenazaron con tomar represalias. Otros presionaron abiertamente para que se negociara, mientras que algunos insistieron silenciosamente para que se hicieran concesiones a través de canales ocultos.

China acusó a Estados Unidos de "intimidación unilateral" y prometió tomar "firmes contramedidas para salvaguardar sus propios derechos e intereses". Corea del Sur convocó un grupo de trabajo de emergencia y prometió "volcar todos los recursos del gobierno para superar la crisis comercial". En Brasil, el gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva dijo que estaba evaluando medidas de represalia.

En un discurso pronunciado a primera hora de la mañana del jueves, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, dijo que la economía mundial "sufrirá masivamente" las consecuencias de los aranceles. Al mismo tiempo que instaba a la negociación, dijo que el bloque estaba preparando nuevas contramedidas, además de los aranceles de represalia que ya había alistado para el anterior impuesto sobre el acero y el aluminio extranjeros.

Asia se vio especialmente afectada por el plan de Trump. Vietnam, beneficiario de las empresas que trasladaron su producción fuera de China durante la primera presidencia de Trump, fue abofeteado con un gravamen del 46 por ciento. Taiwán, Tailandia e Indonesia recibieron aranceles de importación superiores al 30 por ciento. La Casa Blanca impuso un arancel del 26 por ciento a las importaciones procedentes de India.

Durante décadas, las exportaciones han servido de vía hacia la prosperidad económica para los países asiáticos en desarrollo que salen de un conflicto, una crisis o la pobreza. Los últimos aranceles castigaron a países como Taiwán y Japón, que han logrado modernizar sus economías mediante el comercio, y también oscurecieron las perspectivas de naciones más pobres como Camboya y Bangladés, que aún intentan seguir ese camino.

Camboya, productora de ropa y calzado, fue golpeada con un arancel del 49 por ciento. Estados Unidos es el mayor mercado de exportación del país.

"Como país pequeño, solo queremos sobrevivir", dijo Sok Eysan, portavoz del gobernante Partido Popular Camboyano.

Trump ha culpado a la venta de productos baratos procedentes de estos países del vaciamiento del sector manufacturero estadounidense. Pero también han contribuido a mantener a raya la inflación, reduciendo los precios para los consumidores estadounidenses.

Sarang Shidore, director del programa sur global del Quincy Institute for Responsible Statecraft de Washington, DC, dijo que los aranceles afectarían más duramente a varios países en desarrollo, a la vez que animarían a gran parte del mundo a avanzar más rápidamente hacia un orden sin Estados Unidos en el centro.

"En lo que respecta al comercio, estamos en un mundo multipolar y existen mercados alternativos. Aunque, por supuesto, habrá dolor y costos de transacción en la diversificación", dijo.

Anthony Albanese, primer ministro de Australia, dijo que su país no respondería con aranceles de represalia, prometiendo que Australia no se "uniría a una carrera hacia el abismo que conduce a precios más altos y a un crecimiento más lento".

En Japón, funcionarios y expertos en comercio se vieron sorprendidos por la magnitud del nuevo arancel al que se enfrentará el país: un 24 por ciento. Fue especialmente chocante, dado que el arancel medio de Japón sobre los bienes no agrícolas es de los más bajos del mundo. Japón calificó el arancel de "extremadamente lamentable" y prometió seguir buscando una exención.

El primer ministro, Shigeru Ishiba, ha prometido aumentar la inversión japonesa hasta aproximadamente 1 billón de dólares, centrándose en la compra de más productos estadounidenses, como el gas natural licuado.

Antes de que se anunciaran los últimos aranceles, Takeshi Niinami, director ejecutivo de Suntory Holdings, gigante japonés de las bebidas conocido por sus marcas de whisky de primera calidad, dijo que creía que se podría negociar la reducción de los aranceles porque Japón es el mayor inversor extranjero en Estados Unidos.

"Puede sobrevenir un periodo de caos", dijo. "Pero, en última instancia, la situación se estabilizará".

Exiger, una empresa de análisis de datos, calculó que los anuncios de Trump darían lugar a 600.000 millones de dólares de nuevos aranceles estadounidenses al año. La mayor parte del gravamen procedería de 10 países, y las exportaciones chinas representarían una cuarta parte de los aranceles adicionales, con 149.000 millones de dólares. Los productos vietnamitas se enfrentarían a 63.000 millones de dólares, los taiwaneses a 37.000 millones y las exportaciones japonesas a 36.000 millones. Los productos alemanes e irlandeses juntos se enfrentarían a 41.000 millones de dólares en gravámenes adicionales.

Durante la primera presidencia de Trump, las empresas tecnológicas trasladaron parte de su producción a Vietnam para protegerse de una posible guerra comercial con China. Un tercio de las exportaciones de Vietnam son ahora productos electrónicos.

En los últimos años, Apple ha trasladado a Vietnam la fabricación de AirPods, relojes y iPads. También trasladó parte de la producción de iPhone a India, tras años de depender exclusivamente de fábricas chinas.

El conglomerado surcoreano Samsung Electronics ha invertido más de 20.000 millones de dólares en Vietnam desde que empezó a abrir fábricas allí hace casi dos décadas. Ahora produce más bienes en Vietnam que en China. El año pasado, produjo bienes por valor de unos 70.000 millones de dólares en sus fábricas vietnamitas, la mayoría para la exportación.

Las políticas de Trump también están complicando las decisiones de las pequeñas empresas estadounidenses. Brenden McMorrow, cofundador de Move2Play, un fabricante de juguetes con sede en Torrance, California, dijo que la empresa fabricaba todos sus productos en China desde que empezó hace unos nueve años. Pero empezó a considerar fábricas en Vietnam o India para protegerse de los aranceles chinos a la importación.

En Vietnam, descubrió que las fábricas dirigidas por empresas chinas que utilizaban materiales procedentes de China no eran mucho más baratas. En lugar de ello, decidió probar fabricar uno de sus juguetes en India, una decisión que, según McMorrow, parece mejor con los elevados aranceles impuestos a Vietnam. Evaluó la posibilidad de fabricar en Estados Unidos, pero dijo que los costos eran aproximadamente cinco veces superiores a los de China.

Y a pesar del mayor costo de los aranceles, no ve ahora más viable la producción en Estados Unidos.

"No creo que tenga sentido invertir en la fabricación en Estados Unidos. Si el próximo presidente da marcha atrás en todos estos aranceles, te encontrarás en una situación terrible", dijo. "Tiene más sentido quedarnos donde estamos fabricando actualmente y no hacer grandes movimientos arriesgados".

Damien Cave, Jack Nicas, Victoria Kim, Alex Travelli, Choe Sang-Hun, Sui-Lee Wee y David Pierson colaboraron con la reportería.

Daisuke Wakabayashi es corresponsal de negocios en Asia para el Times, con sede en Seúl, y cubre noticias económicas, empresariales y geopolíticas de la región. Más de Daisuke Wakabayashi

River Akira Davis cubre Japón, incluyendo su economía y negocios y vive en Tokio. Más de River Akira Davis

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