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El dominio del presidente Trump sobre Washington se ha extendido a una institución fundamental para la vida cultural de la ciudad.
Los problemas comenzaron en agosto de 2017, cuando el productor de televisión Norman Lear dijo que no iría a la recepción de la Casa Blanca por su premio de los Kennedy Center Honors. Otra homenajeada, la bailarina y coreógrafa Carmen de Lavallade, declinó asistir después de que el presidente Donald Trump dijera que había "gente muy buena en ambos lados", refiriéndose a un mítin de supremacistas blancos y la contraprotesta en Charlottesville, Virginia.
Trump, quien al final canceló la recepción y se mantuvo alejado de la ceremonia anual de entrega de premios durante los cuatro años de su primer mandato, tuvo su venganza la semana pasada al sacar a las personas nombradas por Joe Biden de la junta bipartidista del Centro Kennedy, despedir a la presidenta y nombrarse a sí mismo nuevo presidente de la junta.
La pregunta ahora es qué hará un histrión susceptible con una institución de música, teatro y danza que ha sido fundamental en la vida cultural de Washington durante más de 50 años.
Stephen Bannon, antiguo asesor de Trump, cree que debería haber una presentación del Coro de la Prisión J6, formado por hombres que fueron encarcelados por su participación en el asalto al Capitolio, pero que ahora han sido indultados por Trump. El presidente también podría emular a uno de sus autoritarios favoritos, el primer ministro húngaro Viktor Orbán, quien invirtió cientos de millones de dólares en arte autorizado por el estado para glorificar a la nación y a su liderazgo.
La opinión predominante en un Washington aturdido es que un centro que ofrece un abanico de más de 2000 actos al año --desde una imponente producción del Ciclo del anillo de Richard Wagner hasta Sesame Street: The Musical-- ahora dará mayor protagonismo a la música country de cara a 2026, año del 250 aniversario de la fundación de Estados Unidos. Cabe destacar que el cantante de country Lee Greenwood, un partidario de Trump cuya canción "God Bless the USA" se ha convertido en un himno republicano, forma parte de la junta.
Sea cual sea el futuro del centro, los conservadores se alegraron de que el dominio de Trump sobre Washington se haya extendido a la expresión artística y a un pilar del grupo de poder dominante de la ciudad.
"Esto del Centro Kennedy es grande, amigos, grande", dijo Bannon en su pódcast la semana pasada. "Están destrozados por allá". Calificó el centro de "alta iglesia del estado administrativo secular y ateo que maneja la capital imperial", se mostró entusiasta al decir que ahora los "visigodos" ocuparían ahora los asientos y sugirió que el coro del 6 de enero sustituyera una velada de ópera.
"Solo vean el colapso de la élite de Washington", dijo.
Haciendo que el centro sea 'candente'
Richard Grenell, presidente interino del Centro Kennedy y exembajador de Estados Unidos en Alemania, quien es conocido por atacar a sus críticos con vehemencia en redes sociales, no respondió a las peticiones de comentarios sobre sus planes. No está claro cuánto tiempo permanecerá en el cargo, ya que dos días después de su toma de posesión declaró a los periodistas que estaba contemplando la posibilidad de postularse a gobernador de California en 2026 si la exvicepresidenta Kamala Harris entra en la contienda.
Trump aún no ha revelado una programación específica, aunque durante una llamada telefónica que hizo a una reunión de la nueva junta del Centro Kennedy --el audio se filtró a la CNN-- dijo que "vamos a hacer que sea candente. Y ya hicimos que la presidencia sea candente, así que esto debería ser fácil".
El motivo declarado por el presidente para haber tomado el mando del centro era librarlo de los espectáculos de drag que, según dijo, iban dirigidos a los jóvenes. Esto parecía una referencia a un espectáculo con temática drag que el centro organizó el año pasado, Dragtastic Dress-up, dirigido a "jóvenes LGBTQ+ menores de 18 años", según los materiales promocionales.
En comentarios hechos más tarde a los periodistas a bordo del Air Force One, Trump dijo que algunos de los espectáculos presentados en el Kennedy Center "eran terribles", pero cuando se le preguntó si había visto algo allí respondió que no.
Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca, dijo el martes en un comunicado que "el Centro Kennedy aprendió por las malas que si te vas por lo woke, te vas a la quiebra". (El año pasado, el centro tuvo un déficit de 1 millón de dólares sobre un presupuesto de 268 millones). Trump y la nueva junta directiva, dijo, reconstruirán un centro "donde todos los estadounidenses, y los visitantes de todo el mundo, puedan disfrutar de las artes respetando la gran historia y las tradiciones de Estados Unidos".
Michael Kaiser, expresidente del Centro Kennedy y actual presidente de la junta del DeVos Institute of Arts and Nonprofit Management, se siente preocupado. "Es un momento aterrador porque no sabemos cuál es la ambición", dijo. Agregó que le preocupaba la base de donantes y si los mecenas de una ciudad abrumadoramente demócrata seguirían asistiendo a los eventos.
En cuanto a Trump, dijo, "quién sabe cuánto tiempo esto seguirá siendo una prioridad cuando se dé cuenta de que se espera que el presidente de la junta haga una donación importante cada año y recaude otros fondos".
David Rubenstein, el presidente de la junta que fue echado, un filántropo multimillonario y cofundador del grupo de capital privado Carlyle Group, aportó 120 millones de dólares al Centro Kennedy a lo largo de 20 años en su junta directiva, la mayor suma donada por un particular o una empresa en la historia del centro. Rubenstein también supervisó un esfuerzo para recaudar 100 millones de dólares en donaciones cada año.
Alrededor de 43 millones de dólares del presupuesto del centro del año pasado se pagaron con ayudas federales para cubrir los costos de operación, el mantenimiento y las reparaciones del centro, que fue creado como un monumento viviente al presidente John F. Kennedy. El resto del presupuesto --225 millones de dólares-- depende de la venta de entradas y de los donativos.
Rubenstein, quien es propietario del complejo de Nantucket que el expresidente Joe Biden ha utilizado para sus vacaciones familiares, parecía mantener buenas relaciones con Trump antes de su destitución. El año pasado, Rubenstein y su amiga Caryn Zucker cenaron en Mar-a-Lago con Trump y la primera dama Melania Trump. Rubenstein también entrevistó a Trump para un libro sobre la presidencia que se publicó en septiembre.
Hasta el momento Rubenstein no ha dicho nada públicamente sobre su despido, aunque la semana pasada, en una publicación en redes sociales, dio las gracias a todo el equipo del Centro Kennedy y a su presidenta, Deborah Rutter, quien fue despedida, por "ayudar a hacer del centro el faro de las artes escénicas que sus fundadores pretendían".
Scalia y Ginsburg en la Ópera
El presidente Dwight Eisenhower firmó una ley en 1958 para crear lo que entonces se llamaba Centro Cultural Nacional, pero la iniciativa cambió de planes y de nombre tras el asesinato de Kennedy en 1963. La gran inauguración del Centro John F. Kennedy de Artes Escénicas se llevó a cabo en septiembre de 1971, con el estreno mundial de la "Misa" de Leonard Bernstein, encargada para la ocasión.
Los críticos solían decir que el centro, construido a orillas del río Potomac, era un mausoleo de mármol para el arte elitista, no siempre de gran calidad, y desconectado de la vida de la ciudad. Su sinfónica, ópera y ballet nunca estuvieron a la altura de lo mejor que ofrecían Nueva York, Los Ángeles o Chicago. Era tan tradicional como el Washington oficial, pero con el tiempo su repertorio se amplió, mejoró y se volvió más accesible. Surgieron restaurantes a su alrededor y el transporte público facilitó el acceso. En las noches cálidas de verano, la gente se reunía en la plaza al aire libre durante el intermedio para ver las centelleantes luces de la ciudad y los aviones que se dirigían al Aeropuerto Nacional Reagan, al otro lado del río.
El objetivo era que hubiera algo para todos. Los jueces Antonin Scalia y Ruth Bader Ginsburg fueron juntos a la ópera, y el vicepresidente Mike Pence vio El rey y yo. Grandes cantidades de niñas con vestidos rosas acudían a ver el ballet El lago de los cisnes. Los jóvenes llenaron la sala de la ópera para ver la nueva versión de En el bosque, de Stephen Sondheim. Hubo conciertos gratuitos, un festival de música country y el puñado de espectáculos de drag que Trump dijo que tanto le ofendían.
"En retrospectiva, ahora pienso que es maravilloso", dijo Tim Page, profesor emérito de musicología de la Universidad del Sur de California, antiguo crítico musical de The Washington Post y ex reportero de The New York Times.
Los Kennedy Center Honors se iniciaron en 1978 bajo la dirección de George Stevens Jr. como reconocimiento a personas e instituciones por los logros artísticos de toda una vida. Los homenajeados en la gala de diciembre han variado desde George Balanchine hasta Tennessee Williams, Dolly Parton y los Grateful Dead. Trump fue el primer presidente en 40 años en no asistir al evento.
Varios artistas relacionados con el centro renunciaron en señal de protesta la semana pasada, entre ellos la renombrada soprano Renée Fleming, que era asesora artística, y Shonda Rhimes, afamada productora de televisión y escritora, que era tesorera de la junta.
La junta está formada por 36 miembros que prestan servicio durante seis años cada uno, lo que significa que, aunque los presidentes pueden elegir a los miembros, la junta no suele estar dividida a partes iguales entre demócratas y republicanos. En el caso de Rutter, la mayoría de los miembros de la junta en los últimos años fueron designados por Trump durante su primer mandato, entre ellos Pam Bondi, ahora fiscala general, y Mike Huckabee, exgobernador de Arkansas y nominado por Trump para ser embajador en Israel.
"Tuve una relación laboral fantástica con Pam y Mike Huckabee", dijo Rutter.
Entre las nuevas personas nombradas por Trump en el consejo figuran Susie Wiles, jefa de personal de la Casa Blanca; Cheri Summerall, madrastra de Wiles; y Dan Scavino, antiguo ayudante de Trump.
Una persona nombrada por Trump en 2020 es Paolo Zampolli, un antiguo agente de modelos que descubrió a Melania Trump en Milán y la presentó al futuro presidente en una fiesta que organizó en 1998 en el Kit Kat Club. Ahora es embajador de Dominica ante las Naciones Unidas.
Elisabeth Bumiller es redactora de The New York Times. Hasta hace poco fue jefa del buró de Washington. Anteriormente cubrió el Pentágono, la Casa Blanca, la campaña de McCain de 2008 y el Ayuntamiento para el Times. Más de Elisabeth Bumiller
La ceremonia de los Kennedy Center Honors en 2023. El presidente Trump rehuyó la ceremonia y canceló las recepciones para los galardonados en la Casa Blanca durante su primer mandato. (Haiyun Jiang/The New York Times)
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