
MoviesTorres, FernandaSalles, WalterI'm Still Here (Movie)
Es la historia de una mujer que creará una vida para sus hijos a pesar de la inmensa represión y también se esforzará por cambiar el mundo.
Es posible que sea axiomático, pero sigue siendo profundo: nuestro sentido de identidad está determinado por la acumulación de nuestros recuerdos. Por eso la ciencia ficción se ha obsesionado con la idea de tecnologías que puedan borrar o alterar la memoria, y por tanto al portador de recuerdos. También por eso es tan devastador ver a un ser querido perder sus recuerdos, convirtiéndose en otra persona en el proceso.
Esto también es cierto a un nivel más amplio; al fin y al cabo, las sociedades no son más que grupos de personas que comparten recuerdos. Últimamente, cineastas de todo el mundo, pero especialmente de países sudamericanos, parecen muy sensibilizados con este hecho. Proponen que se puede remodelar el carácter de un grupo de personas jugando con la memoria colectiva, y por eso los gobiernos a menudo se empeñan en borrar el pasado. En los últimos años, aclamadas películas como Azor, La memoria infinita y Argentina, 1985 han explorado el impacto personal de las desapariciones masivas bajo las dictaduras militares de Chile y Argentina. En términos más generales, muestran cómo los intentos de negar o ignorar esas desapariciones tienen efectos duraderos en quienes sobrevivieron.
La hermosa y desgarradora Aún estoy aquí se une a estas con su propia historia, esta vez en Brasil. Dirigida por Walter Salles, uno de los cineastas más célebres del país, Aún estoy aquí se basa en las memorias de 2015 de Marcelo Rubens Paiva, cuyo padre, el diputado Rubens Paiva, fue una de las 20.000 personas que se calcula que fueron torturadas durante la dictadura militar de 1964 a 1985.
Hábilmente elaborada y muy bien rodada, Aún estoy aquí comienza en Río de Janeiro en 1970 cuando, a pesar de la invasión de los militares en la vida cotidiana, la numerosa y cariñosa familia Paiva experimentaba en gran medida la felicidad doméstica. Rubens (Selton Mello) acaba de regresar a casa tras seis años de exilio autoimpuesto, después de haber sido expulsado del gobierno durante la revolución. Él y su esposa, Eunice (Fernanda Torres), tienen cinco hijos, cuatro hijas y un hijo, de edades comprendidas entre la escuela primaria y la adolescencia. Viven cerca de la playa, se reúnen con amigos, bailan en la sala y tienen un hogar feliz y bullicioso. Rubens sigue trabajando para apoyar a los exiliados políticos, pero no comparte sus actividades con su familia.
Sin embargo, Vera, una de las hijas de la pareja que es interpretada por Valentina Herszage, es detenida y registrada por las autoridades cuando regresaba a casa de ver una película con unos amigos. Poco después, se conoce la noticia de que unos activistas de izquierda han secuestrado al embajador suizo, lo que desencadena un periodo de inestabilidad que se agrava rápidamente. Cuando unos hombres se presentan en casa de los Paiva, exigiendo que Rubens vaya con ellos a un lugar desconocido para ser interrogado, Eunice y los niños saben que algo está ocurriendo. Rubens no regresa. Y a Eunice y su hija Eliana (Luiza Kosovski) también se las llevan para ser interrogadas.
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Este es el momento en que la película gira hacia Eunice, quien no solo es la heroína de la película, sino que también lo es en la vida real. Esta película es su historia: es una mujer cuya vida ha sido destrozada y que decide que no se dejará amedrentar. No solo creará una vida para sus hijos a pesar de la inmensa represión, sino que también se esforzará por cambiar el mundo. En su interpretación --con la que ganó un Globo de Oro y está nominada al Oscar-- Torres asombra. Proteger a sus hijos significa apoyarse en la alegría dentro del miedo, en la esperanza en medio del dolor. Torres dobla su interpretación con todas esas emociones, y sus ojos escrutadores son magnéticos.
Pero esta no solo es una película sobre una mujer fuerte, aunque ciertamente lo es. También trata de lo que hacen los regímenes autoritarios para mantener a la gente a raya, la táctica totalitaria de hacer que la gente dude de lo que sabe que ha visto insistiendo en mentiras descaradas. No es que nadie irrumpa en la casa de los Paiva con pistolas y esposas, aunque el estatus privilegiado de Rubens como exlegislador electo y figura pública, según parece, tiene algo que ver con ello.
Más bien, el control se ejerce mediante juegos mentales y luz de gas (o gaslighting en inglés), negando la pura verdad que la familia puede ver ante sus ojos. Las afirmaciones oficiales del gobierno sobre la fuga de Rubens de su confinamiento son obviamente falsas (hubo que esperar hasta 2014 para que se acusara a alguien de su muerte), y la familia se queda en el limbo. Es exasperante verlo, sobre todo porque ocurrió de verdad, y no solo les pasó a los Paiva.
Aún estoy aquí extiende su narración a lo largo de décadas, rastreando el largo brazo de las desapariciones y su efecto en un país, incluso cuando algunos preferirían pasar página, olvidar las atrocidades pasadas cometidas por quienes ya no están en el poder. Cuando un periodista le pregunta a Eunice si no deberían prestar atención a temas más urgentes que "arreglar el pasado", ella discrepa con firmeza. Las familias deben ser indemnizadas por los crímenes, pero lo más importante es que el país debe "esclarecer y juzgar todos los crímenes cometidos durante la dictadura", insiste. "Si eso no ocurre, seguirán cometiéndose con impunidad".
Aún estoy aquí se estrenó en Brasil en noviembre de 2024. A pesar de las campañas de extrema derecha que instaban a la gente a boicotearla, ha sido un gran éxito, la película brasileña más taquillera del país desde la pandemia de la covid. Algunos han señalado que la película impacta con fuerza en un país que --a diferencia de Chile y Argentina-- nunca ha exigido oficialmente responsabilidades por el papel de los militares en la tortura y el asesinato de ciudadanos durante la dictadura. El filme también se estrenó justo cuando salieron a la luz detalles de un complot golpista para mantener en el poder al expresidente Jair Bolsonaro, quien defendió la dictadura militar, tras perder las elecciones de 2022.
Así que la popularidad de la película no es ningún misterio. Sin embargo, Aún estoy aquí no se presenta como una simple polémica sobre una situación histórica y política, y ese es el secreto de su atractivo global. También es un conmovedor retrato de cómo la política trastorna y remodela la esfera doméstica, y de cómo la solidaridad, la comunidad y el amor son el único camino viable para vivir durante la tragedia. Y nos advierte que desconfiemos de quien intente borrar o reescribir el pasado. A lo largo del filme, Salles muestra repetidamente a la familia tomando fotografías y películas de Super 8 que conservan sus recuerdos. El director ha dicho que las películas son "instrumentos contra el olvido", y que cree que "el cine reconstruye la memoria". Con Aún estoy aquí, busca que nadie pueda olvidar.
Aún estoy aquí
Clasificada PG-13 por lo que ocurre durante la vida en dictadura, incluidos sonidos de tortura. En portugués, con subtítulos. Duración: 2 horas 16 minutos. En los cines.
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