
La pérdida del olfato (anosmia) es uno de los síntomas cardinales de la infección por el SARS-CoV-2. Recordemos que la anosmia es la pérdida cuantitativa de la capacidad de oler que, en el caso de la enfermedad por el coronavirus, se pierde de manera súbita y repentina. Como el olfato da el 80% del sabor, este sentido puede también alterarse, y el paciente refiere que todo lo que come le resulta insulso.
El paciente consulta, se nota su preocupación y angustia, porque siente afectado su bienestar, y una gran frustración que repercuten en cada aspecto de su vida.
Otras personas tienen disosmias, que es la distorsión en la interpretación de los olores. Así, es muy común que una persona diga que la carne le sabe a gasolina, o que siente que “toda la comida está podrida”.

La parte positiva es que el olfato es un sentido que ofrece plasticidad: las neuronas olfatorias se regeneran constantemente, y las otras células que componen ese epitelio olfatorio las ayudan a funcionar de manera adecuada. Entre estas células se encuentran las llamadas totipotenciales: funcionan como células madre que pueden dar origen a células nuevas durante toda la vida.
La gran pregunta es por qué algunos pacientes que han tenido COVID-19 recuperan el olfato casi de inmediato, en el cuarto o quinto día de la enfermedad, otros al finalizar el cuadro infeccioso, entre el 11° y el 15° día, y otros no lo recuperan.
Lo que sí se sabe hoy es que ninguno de los pacientes que tuvo anosmia queda con la misma sensibilidad que tenía antes de transitar la enfermedad. Una hipótesis es que, en algunas personas, se afectan las células de sostén que colaboran con las olfatorias o que causen y se mantenga un proceso inflamatorio por aumento del interferón, no pueda evitarse la “tormenta de citocinas” y la inflamación llegue a las células olfatorias.

Entrenando el olfato
Thomas Hummel, experto del Centro de Olfato y Gusto de la Universidad de Dresden en Alemania, fue quien evaluó, hace más de una década, la eficacia del entrenamiento olfativo.
Este entrenamiento consta de ejercicios para recuperar las sensaciones. Es preciso comprender que el sentido del olfato funciona como una cascada: se capta el olor de las sustancias químicas que están en el medio ambiente, estas ingresan junto con el aire por las fosas nasales y viajan a la célula olfatoria, donde sufre cambios y se transforma en un estímulo eléctrico que viaja al cerebro: es allí donde finalmente olemos.
En el cerebro se produce la discriminación (diferenciación) de los olores. Estos estímulos eléctricos se ponen en contacto con el sistema límbico, estructura nerviosa en la que se almacenan los recuerdos, y también con el hipotálamo, lugar donde se producen respuestas y cambios conductuales.
La rehabilitación consiste, básicamente, en inhalar olores apelando a la memoria: los olores recuerdan situaciones, lugares y personas.

El ejercicio consiste en preparar un kit con algunos olores. Se aconseja probar un olor por vez hasta que el cerebro lo capte y tenga la sensación “hay olor” para luego discriminarlo y le otorgue un adjetivo (“olor a limón”). Ante ese olor, el sistema límbico evoca un recuerdo y el hipotálamo desencadena una emoción o respuesta.
El ejercicio se acompañado de terapia con neurorregeneradores, complejo vitamínico y dieta. Se debe practicar durante 20 segundos a 5 minutos, 3 ó 4 veces por día. Es un momento especial, donde el paciente debe estar solo con el olor y su memoria.
El kit puede armarlo el profesional o el mismo paciente. En lo personal, sugiero no pasar a otro olor hasta no reconocer el primero totalmente. En general, el reconocimiento de cada olor puede llevar entre dos o tres semanas; una vez reconocido se puede pasar al siguiente olor. Una vez que el paciente reconozca por lo menos cuatro olores, se puede iniciar un juego. Este consiste en taparle los ojos al paciente, mezclar los olores e invitarlo a reconocerlos. Se asigna un puntaje que ayuda a ver el progreso de cada paciente. Esto colabora en la mejora del ánimo y es una buena oportunidad para determinar si se necesita apoyo psicológico.

Esta ejercitación se puede realizar durante tres a nueve meses, tiempo después del cual se ven los resultados. En algunas personas, si bien recuperar el olfato no significa oler como antes, la terapia devuelve parte del bienestar perdido.
En los casos más graves suele haber un cuadro de base, como un proceso inflamatorio, rinitis alérgica, hipertrofia de cornetes que causa bloqueos o rinosinusitis crónica con o sin poliposis, todos cuadros que deben tratarse.
Se aconseja poner siempre un período como meta, para incentivar al paciente e impedir que se desanime.
* Stella M. Cuevas, médica otorrinolaringóloga (MN 81701). Especialista en olfato y alergista. Ex presidente de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA)
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