La nueva bipolaridad, el wokismo y el relato chino

El relato global impulsado por el Partido Comunista de China cobra protagonismo en un escenario internacional marcado por la creciente competencia entre Washington y Beijing

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El presidente de China, Xi
El presidente de China, Xi Jinping, bebe vino durante la recepción del Día Nacional en vísperas del 76 aniversario de la fundación de la República Popular China, en el Gran Salón del Pueblo en Beijing, China. REUTERS/Maxim Shemetov

Uno de los hechos mas sobresaliente de la actual transición del mundo unipolar liderado por los EEUU pos colapso soviético al actual de rasgos más y más bipolares entre Washington y Beijing, es la forma y textura que va tomando el ropaje ideológico o el relato a escala global que propone el Partido Comunista de China.

Pero antes repasemos algunos ítem claves en este proceso. En 1969 la rivalidad entre el régimen Mao y sus antiguos padrinos en Moscú había llegado a su máxima expresión.

Derivando en un violento choque armado en la frontera. La recién llegada administración de Nixon y Kissinger, como Consejero de Seguridad Nacional, no perderían la oportunidad de buscar un un acercamiento al régimen totalitario chino.

El objetivo complicar la geopolítica soviética y debilitar la logística y respaldos de Vietnam del Norte en su guerra con Vietnam del Sur y los EEUU. No casualmente 1972 sería el año de la visita fundacional de Nixon a Beijing y la firma en París de un cese al fuego en Vietnam. Otra fecha clave es 1979, cuando el líder reformista (en lo económico pero no en lo político) Deng Xiaoping realizó una visita oficial a Washington, en donde obtuvo un amplio acceso al mercado americano.

Finalmente el año 2001, cuando los EEUU dan el via libre al acceso de China a la Organización Mundial del Comercio. Potenciando aun más la inserción de productos chinos en el mercado occidental. Mientras desde el ámbito de la reflexión geopolítica y del pensamiento Realista de las Relaciones Internacionales, ya se venía advirtiendo sobre los riesgos que implicaba un EEUU que no dudaba el alimentar el ascenso chino, sectores políticos, académicos, financieros y de las nacientes empresa tecnológica, desestimaban toda duda o alerta.

Un mix omnipotencia derivada de la unipolaridad americana, suculentos negocios para bancos y empresas y voluntarismo de sectores intelectuales. Los cuales asumían que habia una relación lineal entre prosperidad, ascenso de capas medias y democracia. El régimen chino inteligentemente y pacientemente llevaba a cabo la estrategia impulsada desde la época de Deng, caracterizada como el ascenso sigiloso. Evitando confrontaciones con los EEUU.

La idea era, sacar los colmillos y garras recién cuando China hubiese llegado a un adecuado nivel de poder económico y militar. La llegada al poder en 2013 de Xi Jinping, comenzaría a cambiar la dinámica de los acontecimientos. Algunos de los mas relevantes, un progresivo regreso al culto a la personalidad, no limitarse a dos mandatos, una acentuación de las purgas políticas, y comenzar a desafiar y marcar líneas rojas a los EEUU y sus aliados. Para 2017, la administración Trump fue la primera en poner las cosas blanco sobre negro.

China es y sería el principal rival estratégico militar de los EEUU en las décadas por venir. La academia comenzaba a hablar de transición a la bipolaridad y los optimistas del avance de la democracia en China, callaban o buscaban atajos discursivos. La posterior administración Biden no dudo en verlo en el mismo sentido. El regreso de un empoderado Trump al poder en 2024, lo pone aun mas claramente en evidencia.

La Casa Blanca tiene en claro que el foco tiene que estar en Indo Pacífico y que es fundamental buscar espacios de diálogo con Rusia, acercarse India, potenciar el poder militar de Japón, Corea del Sur, Vietnam, Filipinas, Australia y otros aliados, y una Europa que se ponga los pantalones largos en materia de Defensa.

En este escenario, el régimen chino entendió cabalmente la importancia de acompañar su poder en la esfera internacional con un relato que lo complemente a nivel simbólico y en la pelea por los corazones y mentes. El ABC de esta estrategia es la idea del Sur Global.

La disonancia que implica que Beijing este en el Norte, intenta ser neutralizada con la premisa que Sur es una idea o más aún, un ideal. Las países que sufren el subdesarrollo y que fueron terreno de pasados procesos coloniales e imperiales de las potencias blancas y occidentales, tienen en China un hermano mayor que los ayudará a dejar atrás sus heridas y humillaciones.

China enarbola su historia de haber sido abusada por esas potencias durante la segunda mitad del siglo XIX hasta la salvación que significó la victoria ee Mao en 1949. La academia occidental y del tercer mundo, históricamente propensa a posturas críticas a los EEUU, esta encontrando fascinante ese relato. Viudas intelectuales de que pudo ser la URSS se combinan con el mas que poderoso pensamiento crítico o wokismo.

Un marxismo pop con raíces en el Mayo Francés de 1968 y que se amplio y potencio en las Universidades de las dos costas de los EEUU. Con la entronización de la lógica Opresor Oprimido a todos los órdenes de la vida. Una satanización del pasado de Occidente, un abordaje buenísima y casi infantil de las culturas no occidentales y ancestrales y la colocación en centro de la atención de temas como raza, sexo y percepciones por sobre la biología. Todo ello sazonado por altas dosis de que se puede decir y que no se puede decir.

Un decálogo de lo políticamente correcto, que en caso de no respetarse deriva en la cancelación y estigmatización. Sectores políticos como los Demócratas en los EEUU fueron el ariete de su utilización en las pujas por el poder contra los Republicanos.

Los 12 años de Obama y luego Biden, marcaron su reinado. En el caso argentino, lo fue el kirchnerismo pos 2010. Una versión periférica del wokismo de los EEUU. Paradojas de la retórica antimperialista. No es casual que Trump II le haya dedicado aun mas empeño y energía a la batalla cultural que durante su primer mandato.

La elección de Vance como Vice, símbolo de todo lo que odian los wokes, es uno de los tantos ejemplos en este sentido. Durante las últimas décadas esta puja cultural e ideológica dentro de los EEUU no parecía tener mayor impacto estratégico. La seguridad que daba la unipolaridad restaba dramatismo al derrame de la cultura woke en América Latina y Europa y como esta tendía a ser usada por sectores ideológicos contrarios a los EEUU y a los valores occidentales. Fue y es usual ver marchas en capitales europeas, en Buenos Aires, San Pablo, etc., con consignas anti Washington, contra el capitalismo y la democracia burguesa.

Llevada a cabo por verdaderos clones en la la periferia de los wokes de Nueva York, Boston, Los Angeles y o San Francisco. No obstante, con el ingreso al nuevo escenario bipolar, esta autoflagelación dentro de Occidente por parte de minorías intensas e influyente, comienza a ser inteligentemente usada por China para potenciar su mensaje acerca de los beneficios del Sur Global y de una futura hegemonía mas benigna y plural con epicentro el Beijing.

Basta repasar algunos de los pilares básicos de las buenas nuevas que promete China para el sistema internacional a futuro, para encontrar puntos de contacto con el diccionario woke. En otras palabras, las agencias permanente poder política, militar, económico y cultural de EEUU, deberían comenzar a preguntarse por este maridaje visible y creciente y el uso que la propaganda China hace de él.