Venezuela, ya fue demasiado

El gobierno de Donald Trump ahora no tiene marcha atrás, está encerrado en su lógica de ir contra el régimen de Maduro

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Nicolás Maduro y Diosdado Cabello
Nicolás Maduro y Diosdado Cabello se estrechan la mano durante en Caracas, Venezuela, el 4 de febrero de 2025 (REUTERS/Leonardo Fernández Viloria)

Es probable, muy probable, que nadie sepa lo que va a acontecer en Venezuela en los próximos días. Solo el presidente de Estados Unidos Donald Trump, y como él es impredecible, vaya uno a saber si él sabe exactamente que habrá de suceder. Si uno se deja llevar por las interpretaciones de fuentes del gobierno norteamericano —conociendo los personajes y las tensiones de ese gobierno— no está claro cómo se procederá en la operación Venezuela. Las lanchas fueron la fase uno. La interrupción de contactos diplomáticos son parte de la dos. La película sigue.

No está claro lo que viene porque Estados Unidos mira para adentro de su sistema político: el gobierno sabe que tiene una instancia electoral el año próximo y el voto hispano masculino (que fue definitorio en la victoria de Trump) tiene que recuperarlo porque al presente está en dudas. Mucha montaña rusa en la política norteamericana y no hay día en que el presidente no abra tres frentes de batalla internos y externos a la vez.

El gobierno sabe que la causa de Venezuela —ahora vestida ciertamente de causa antidroga y antiterrorista con fundamentos sólidos y riesgo continental por las alianzas que tejió— debe realizarse con precisión al hacer uso de la fuerza, algo que los Estados Unidos tienen dificultad de procesar a lo largo de la historia cuando irrumpe en los países del continente. Solo recordar la salida de Noriega (patético personaje panameño, por cierto) causa estupor por lo dramático de la escenificación y la sangre vertida en esa circunstancia.

En realidad, el gobierno de Donald Trump ahora no tiene marcha atrás, está encerrado en su lógica de ir para adelante en Venezuela. Lo de la fase dos ya es definitiva. La historia continúa.

¿Cómo se observaría en la comunidad internacional todo este despliegue militar, marítimo, aéreo, anfibio y luego volver a casa —por parte de los norteamericanos— con advertencias, amenazas y solo gruñidos pero recorriendo el camino de Maduro y sus muchachos sin sacarlos del poder y sin juzgarlos en Estados Unidos? Ya no se advierte semejante opción para Maduro y sus cómplices. Es más, de a poco son el precio central para cualquier ‘momentum’ que sobrevenga en Venezuela. El exilio a algún destino inaudito de los sátrapas es otra opción que algunos analistas habilitan por estas horas. No tengo la menor idea, solo quiero que lo saquen del poder que usurpó.

Las transiciones hacia la democracia requieren —siempre es así, lo sabemos los hijos de ellas en todo el cono sur— de tragos no siempre agradables para los que llegan. No hay plan posible que sea perfecto y habrá que instalar un clima de comprensión y tolerancia en la nueva Venezuela para concientizar que nada será rápido, pero todo se podrá ir haciendo sumando esfuerzos y voluntades. Todo el cono sur del continente ya pasó por esto no hace tanto tiempo. Y salimos, como pudimos, pero salimos del infierno.

Se tratará de montar un renovado contrato social donde todas las voces tengan su lugar, donde el diseño sea serio, responsable y posible para seducir la inversión extranjera: única generadora de empleos genuinos en un país donde la corrupción lo devoró casi todo durante décadas. Permítanme contarles que todas las experiencias del sur fueron distintas: algunas más consensuadas, otras más institucionales, otras más recostadas al plano de los derechos humanos, pero todas apostaron por higienizar el sistema democrático y electoral para así consolidar legitimación de origen y de ejercicio hacia los nuevos gobernantes. Esa es la ventaja de Venezuela, ya tiene la mitad del camino recorrido porque el pueblo ya se expidió.

Mirado en perspectiva, además, los primeros gobiernos posteriores a las dictaduras del cono sur fueron reconstructores de lo institucional que se había eliminado o mutado, pero eso se realizó con el signo de los nuevos tiempos, aceptando el salto generacional y comprendiendo que solo cabezas muy abiertas pueden navegar con la realidad contradictoria. No siempre sobraron los elencos de gobierno. No todo fue fácil. Hay que saberlo para no creer que todo serán rosas, pero todo será mejor sin los cleptócratas-tiranos fuera del poder.

Hay una ventaja enorme que tiene Venezuela en su liderazgo: es María Corina Machado. Contar con un liderazgo de ese volumen ayudará muchísimo, pero hay que saber de antemano que nadie es Dios para resolver de un día para el otro todo el caos que se creó. Y hay otra ventaja también que es el propio presidente electo Edmundo González Urrutia que supo ponerse el traje de candidato de coyuntura y ennobleció la tarea con desprendimiento mayúsculo. No siempre se tienen los protagonistas para circunstancias que nos interpela la historia. A veces, muchas veces, la miseria gana terreno y la ambición menor irrumpe.

Lo que es claro es que nada es gratis. Que el dolor de los venezolanos por el mundo no se consuela de un día para el otro. Tan es así que los venezolanos que están en Estados Unidos con el TPS (estatus de protección temporal) otorgado por la administración anterior no logran entender qué pasó para ser considerados de un día para el otro con otra condición migratoria y tener abordajes incomprensibles: esto no estuvo bien (el corte del TPS) por parte del gobierno norteamericano. No era necesario semejantes movimientos de semejante magnitud. Si bien la administración Biden fue un cúmulo de indecisiones, dudas, marchas y contramarchas con Venezuela, aquella no fue una medida insensible. Quizás el sacrificio personal de los venezolanos en Estados Unidos, al padecer lo que viven, esté también empujando las acciones que sobrevendrán para enderezar la narrativa del presente. Un precio caro, por cierto, demasiado caro.

El continente no merece seres deleznables como Maduro. Sí, yo no lo niego, los demócratas deseamos verlo afuera del poder a Nicolás Maduro, a Diosdado Cabello y a toda esa troupe cuanto antes, es cierto, sin embargo, no nos parece pertinente que para lograr esos objetivos —en un mundo tecnológico al mil por mil— haya que vivir horas amargas, sufrimiento y sangre derramada de venezolanos para alcanzar semejante objetivo.

Seamos francos, el territorio del derecho internacional acá es estrecho: que enfrentamientos asimétricos, que atentados contra la dignidad e integridad de los ciudadanos norteamericanos con el ingreso de drogas a su territorio, que terrorismo, que carteles, en fin, lo que quieran lo oímos y razonamos. Lo que quieran lo debatimos, pero el derecho no es el mejor paraguas para entender lo que se vive en su estricta lógica: es que con los dictadores no es sencillo nunca nada. Más luego del tratado de Roma que la persecución es más teórica que práctica y las negociaciones casi que están prohibidas. ¿Me explico? ¿Cuál sería el procedimiento perfecto para tumbar a un dictador? ¿Sobran los ejemplos en el mundo? ¿Es rápida la Corte Internacional de Justicia? ¿Los organismos internacionales se empoderan del tema o los calendarizan como uno más? Pregunto, solo pregunto.

La realidad es que un dictador y su gente se apoderaron de un país y lo someten a vista y disgusto de buena parte de sus ciudadanos y del continente. Solo los miserables lo merodean al dictador, pero ya cada vez son menos. Ver a una mujer parir en medio de las calles de Venezuela en la puerta de un recinto sanitario que no funciona es el drama vivo. Ya está, ya es insoportable.

No es ley del Talión entonces lo que tiene que accionar el presidente Donald Trump, es justicia. Y la justicia se procesa con mirada afinada, con efectividad al devolver democracia y libertad, y con sentido histórico.

Allí se gana el contencioso: entre la justicia y el autoritarismo, quien se recueste en la primera tendrá razón. Cualquier otro movimiento menor o escalado, puede ser un error. A esta altura es lo único que importa, que termine cuando corresponda (cuanto antes) el ciclo de Maduro y arranque lo nuevo. Ya fue demasiado lo que se soportó. Demasiado.