Desde Trinity hasta hoy: pasar la página de los ensayos nucleares

En 1945, dos eventos históricos cambiaron el curso de la diplomacia mundial. El primero fue el establecimiento de las Naciones Unidas el segundo fue la primera explosión de ensayo nuclear

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Prueba Trinity

crédito: Atomic Archive
Prueba Trinity crédito: Atomic Archive

Ochenta años después de la fundación de las Naciones Unidas y de la primera vez que se utilizaron armas nucleares, el mundo debe hacer acopio del valor y la convicción necesarios para pasar página de manera definitiva.

En 1945, dos eventos históricos cambiaron el curso de la diplomacia mundial. El primero fue el establecimiento de las Naciones Unidas en octubre de ese año, tras la firma de su Carta en junio. Ese acto de esperanza colectiva sentó las bases para la cooperación internacional y un mundo más pacífico y seguro.

El segundo fue la primera explosión de ensayo nuclear, conocida como Trinity, realizada en Nuevo México el 16 de julio de 1945. Poco tiempo después le siguieron los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, que pusieron de manifiesto en toda su magnitud las desgarradoras consecuencias de la guerra nuclear.

Aun cuando el mundo comenzó a adoptar un nuevo orden internacional, nunca desapareció la amenaza de la aniquilación nuclear. Desde el inicio, el enfrentamiento de esa amenaza pasó a ser una responsabilidad principal de las Naciones Unidas y la comunidad internacional en general. Esa preocupación quedó reflejada claramente en la primera medida adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, la resolución 1 (I), aprobada el 24 de enero de 1946, en la que se pedía eliminar las armas nucleares y otras armas de destrucción masiva de los arsenales nacionales.

En las décadas posteriores, los ensayos de armas nucleares aumentaron a un ritmo alarmante.

Entre 1945 y 1996 se realizaron más de 2.000 ensayos nucleares alrededor del mundo, a un ritmo medio de al menos un ensayo cada nueve días. Muchos de ellos tuvieron potencias explosivas muy superiores a la de la bomba lanzada en Hiroshima. Esas armas se hicieron detonar sobre la superficie terrestre, bajo tierra, en el aire y bajo el agua. La lluvia radiactiva, los daños ambientales y los efectos en la salud humana persisten a través de las generaciones.

No se podía permitir que esa situación continuara. Por consiguiente, la apertura a la firma del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE) en 1996 fue un paso importante en la dirección correcta. Ese histórico Tratado aumentó considerablemente la seguridad mundial, pues dio lugar a una norma mundial contra los ensayos nucleares. Desde entonces, se han llevado a cabo menos de una docena de ensayos nucleares y en este siglo lo ha hecho un solo país, la República Popular Democrática de Corea (RPDC). Por su parte, el Sistema Internacional de Vigilancia (SIV) del Tratado, una red de más de 300 instalaciones en todo el mundo garantiza que no se realicen ensayos secretamente. Cada región desempeña una función crítica en esa vigilancia mundial.

El TPCE es un ejemplo formidable de lo que pueden lograr la diplomacia y la ciencia combinadas. Es transparente, imparcial y muy eficaz. Cuenta con un apoyo casi universal y eso habla por sí solo. En total, 187 Estados han firmado el Tratado y 178 lo han ratificado. La ratificación de nueve Estados y la firma de uno en los últimos tres años demuestra que la inercia sigue, en aumento. Mientras otros Estados se preparan también para hacerlo.

Cabe destacar que todo esto se ha logrado a pesar de que el Tratado todavía no ha entrado en vigor oficialmente.

En 2009, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 29 de agosto Día Internacional contra los Ensayos Nucleares, en conmemoración del cierre del polígono de ensayos nucleares de Semipalatinsk, en el actual Kazajstán, en la misma fecha de 1991. Solo en ese polígono se llevaron a cabo 456 explosiones nucleares de ensayo en el transcurso de cuatro décadas. Este día constituye un solemne recordatorio de que los ensayos nucleares deben pasar a ser algo del pasado.

También ese día deberíamos hacer acopio del valor y la convicción necesarios para que el TPCE entre en vigor.

El camino que queda por recorrer no será fácil. La actual situación mundial está plagada de tensiones e incertidumbres. No debemos dejarnos arrastrar por un falso sentimiento de seguridad. Cabría afirmar casi con total seguridad que el regreso a los ensayos nucleares desencadenaría una peligrosa carrera armamentista que socavaría los propósitos para los que se fundaron las Naciones Unidas. Con ella se verían amenazados todas las comunidades, todos los países, todos los ecosistemas y, de hecho, el planeta mismo que habitamos.

Con la vista puesta en el futuro y un enfoque basado en dos hitos. Si no se lleva a cabo ningún ensayo nuclear antes del 14 de enero de 2026, el mundo habrá vivido el período más largo sin ensayos nucleares desde 1945. Por otra parte, el 24 de septiembre de 2026 conmemoraremos el trigésimo aniversario de la fecha en que el TPCE se abrió a la firma.

Los progresos que hemos logrado en los últimos ocho decenios demuestran que los cambios son posibles si la comunidad internacional cierra filas en torno a políticas transparentes y honestas basadas en principios.

Enfrentemos el momento actual no solo con realismo, sino también con esperanza. Podemos lograr un mundo más seguro para todos, en todas partes, está a nuestro alcance, basta con que lo decidamos todos juntos.

El Excmo. Sr. Philemon Yang es el Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en su septuagésimo noveno período de sesiones.

El Dr. Robert Floyd es el Secretario Ejecutivo de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (OTPCE)