Cuando Elon Musk se separó del gobierno de Donald Trump, el mundo entero respiró con alivio. Para los políticos, su salida del gobierno significó un respiro porque sabían que su obsesión con la reducción del estado no era ni es controlable por ninguna fuerza externa al mismo Musk. Los empresarios también respiraron porque la presencia de Musk en el gobierno los asimilaba a la administración Trump. Y los jóvenes que le siguen con pasión también celebraron la decisión por considerar que ahora Musk se podrá dedicar a temas de relevancia para ellos, como la inserción de la IA en las tareas de trabajo y en las pausas de ocio.
Pero nadie esperaba escuchar al propio Musk decir que no abandona la política, sino que se pondrá al frente de un movimiento político que él mismo creará. Y aun cuando el señor Musk no ha sido muy explícito con relación a los detalles del proyecto, muchos vaticinan que por primera vez en la historia de los Estados Unidos habrá un partido libertario. Por tanto, la pregunta que surge es: ¿Qué significa ser libertario en el siglo XXI?
Los libertarios creen en los conceptos económicos y de gobierno del individualismo, el orden espontáneo, el Estado de derecho y el gobierno limitado. Son librecambistas y detestan la hiperregulación. Sobrios con el gasto público y austeros en la administración personal. Son, en síntesis, la semilla ideológica del movimiento republicano que dio luz a los Estados Unidos. Por esos días no existía gobierno alguno protagonizado por el pueblo. De hecho en los escritos de Alexis de Tocqueville y las declaraciones de Sir Guy Carleton, último comandante de las tropas británicas en Estados Unidos, sobresalen las expresiones de admiración ante lo que ellos consideran como una experiencia única en el mundo: el autogobierno de los norteamericanos.
Y esa nostalgia por el seminal momento en que nació una república creada por el pueblo y gobernada por el pueblo es lo que subyace en el apoyo de algunos sectores de la sociedad norteamericana a la administración que encabeza Donald Trump. A la mayoría de los norteamericanos le importa muy poco ser grandes de nuevo, pero sí les importa ser libres. Y el crecimiento desproporcionado del estado federal ha dejado a muchos con el sentimiento de que se les ha conculcado su libertad. Si añadimos a esto el hecho que este siglo XXI ha sido el teatro de la mayor destrucción de clases medias de la historia de Estados Unidos. En efecto, por conducto de la explosión de la burbuja de la Internet en el 2000; la del sistema financiero con la crisis de las hipotecas del 2008 y la parálisis del COVID-19 en el 2020, la clase media norteamericana se ha reducido. Porque cadena de fatalidades económicas y de salud destruyó empleos; ahorros y activos de la clase media, lanzando así a una proporción importante de la sociedad norteamericana a la pobreza. El saldo no puede ser peor: en 1971 el 60% de los individuos en Estados Unidos pertenecían a la clase media. Hoy esa magnitud se ha reducido al 48%. Es decir, que en 50 años el 12% de la población norteamericana ha sido convertida en pobre.

Elon Musk conoce esta situación y considera que solo regresando a los orígenes de autogobierno, disciplina fiscal, ética laboral e innovación, puede Estados Unidos retomar el camino de la prosperidad y el éxito. Desde luego que también cree en otros temas sobre la reproducción, la pureza racial y la interacción con seres extraterrestres. Pero esta materia es tema de otro análisis.
Artillado con esas creencias, el señor Musk va a intentar fundar y desarrollar un tercer partido que tenga capacidad de competir con éxito contra el establecimiento Republicano/Demócrata. La historia no parece augurarle mucho éxito. En 1912 la candidatura de Theodore Roosevelt representando al Partido Progresista es considerada la más exitosa, pues obtuvo más del 27% del voto popular, lo cual le llevó al segundo lugar en el Colegio Electoral. Ross Perot en 1992 también tuvo una buena actuación, obteniendo casi el 19% del voto popular. Otra experiencia fallida fue la de John Anderson, el representante Republicano de Illinois en 1980, quien compitió con Jimmy Carter y Ronald Reagan.
Hoy la lucha es más enconada porque el partido Republicano ha sido tomado por un populista, mientras que el partido Demócrata se disuelve como un Alka Seltzer en las aguas del radicalismo cultural y la irresponsabilidad fiscal. Por tanto, los capitanes de ambos barcos harán todo lo posible por impedir el ascenso de alguien que desconoce y combate las reglas de la política partidista. Y, además, hay que considerar que ya existe un partido libertario en Estados Unidos y que aun cuando todavía carece de fuerza para enfrentar con éxito a los partidos tradicionales, su tasa de registro de nuevos miembros ha subido en un 92% desde el 2008. Quizás la mejor opción del señor Musk sea tomar por asalto este partido en lugar de ponerse a crear uno nuevo. Después de todo eso es lo que ha hecho su tutor Donald Trump con el partido Republicano.
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