
¿Después de Irán, cuál debiera ser el paso siguiente de EEUU? Regresó con fuerza, pero para ser la potencia insustituible, debe serlo tanto en la guerra como en la paz. Los griegos antiguos, a los que tanto les debe Occidente, junto a Aristóteles acostumbraban a decir que la política es un proceso, pugna seguida de acomodamiento, que tiene dos fases, la fase agonal (de argón, lucha) y la arquitectónica (de arquitektón, construcción).
Es lo que idealmente necesita hacer EEUU, unido a lo que le fue muy útil en la guerra fría, el regreso de las llamadas líneas rojas, para que, en este mundo hoy tan confuso, todos, adversarios y amigos, sepan que le es aceptable y que no lo es, en qué circunstancias está dispuesta a ir a la guerra, y en qué nueva alianza está pensando o qué reforma quiere hacerle a la actual, todo lo que no está hoy para nada claro.
Y creo que debe hacerlo a la brevedad, ni siquiera esperar la caída del régimen de los ayatolás, circunstancia no solo incierta, sino que también nadie tiene claro qué pasaría el día siguiente, empezando por Washington, como probablemente nadie allí siquiera supuso que la huida del Sha iba a entregarle el poder a una teocracia regresiva.
Sin embargo, creo que la derrota que se le causó al líder supremo y el dominio del aire de Israel es tan notorio este 2025, que EEUU puede pasar de la fase agonal a la fase arquitectónica, a un cambio profundo y duradero que refleje no solo las nuevas realidades del Medio Oriente, sino del mundo entero.
Y es algo que solo EEUU puede acometer hoy, nadie más. Se trata de que el mundo carece de una buena gobernanza, y parte importante del problema se debe a la gran paradoja del siglo XXI, ya que la arquitectura de los organismos internacionales está en manos de instituciones que corresponden a otra época. En efecto, el mundo parece complicado, difícil, revuelto, pero uno de sus obstáculos es que estamos, con avances y retrocesos, en la era conocida como globalización, mientras que la mayoría de los organismos que gobiernan el planeta no pueden dar gobernanza ni proteger la paz, ya que fueron creados con otra lógica, la del mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial, además de algunos, en la guerra fría.

Aún más, aquellos de orden financiero creados en fechas más recientes, no alteran y al contrario confirman lo dicho, ya que o funcionan con lógica semejante o incluso se derivan de instituciones creadas en esa época. Ocurre también con casi todas las organizaciones temáticas, a modo de ejemplo, la Organización Mundial de la Salud, que mostró sus deficiencias en la pandemia, la UNESCO en cultura o la FAO en agricultura y alimentación, como también con los organismos territoriales del sistema de la ONU como por ejemplo la CEPAL, todavía proclamando las virtudes de la sustitución de importaciones. Además, todos extremadamente politizados.
Lo anterior tiene lugar en un mundo en constante transformación, y algo preocupante cuando se está alterando quizás por mucho tiempo la estructura de poder con la Inteligencia Artificial, lo descrito muestra una constante falta de adaptación a esas modificaciones, como lo reflejan los ritos anuales de la Asamblea General de la ONU, a pesar de que su composición ha variado enormemente, a partir del proceso de descolonización, tanto que en 1946 eran pocos los países africanos soberanos y hoy son 54.
Esta falta de adaptación no solo se manifiesta al interior de la ONU, sino también fuera de esta, en aquellas agrupaciones que vinculan países por afinidad o región. Es el caso de la Unión Africana, la Liga Árabe o la Organización de Estados Americanos, que puede ir camino sino a la desaparición, por lo menos a una total irrelevancia. Más aún, lo que se exhibió en algún momento como un éxito, transformado en la actual Unión Europea, ha caído en una creciente marginalidad en el proceso mundial de toma de decisiones, que frente a China o EEUU muestra que simplemente no tiene el peso internacional correspondiente al peso económico, histórico y cultural de los países que lo integran.
A pesar de que el sistema de la ONU y sus dependencias sigue siendo esencialmente financiado por EEUU, esta institucionalidad se ha dado vuelta en su contra como país y también lo que Occidente representa. Al mismo tiempo, a su interior se ha desarrollado una burocracia que hoy siente que tiene poder para activar su Agenda, aun imponiéndosela a países que no la desean.
Al interior de la ONU, el poder se concentra en el Consejo de Seguridad, el cual tiene el anacronismo que aquellas potencias con derecho a veto permanente representan a los ganadores de la Segunda Guerra Mundial, que explica que ni Alemania o Japón lo integren como tampoco, esa gran potencia ascendente que es India. Es también un sistema que no solo tiene un componente político, sino también uno económico, ya que el origen tanto del Banco Mundial como del Fondo Monetario Internacional, se remonta a julio de 1944 y la Conferencia de Bretton Woods.

El resultado de todo esto es en general irrelevancia, y muchas críticas a una burocracia excesiva, costosa, e ineficiente, que, al parecer, no tienen un adecuado mecanismo de control, por lo que a veces predomina al interior de esas organizaciones, algo que se resiente en distintos lugares, en la forma de una especie de superioridad moral, que como me comentó alguna vez un destacado intelectual africano, le recordaba a las burocracias coloniales europeas del siglo XIX.
Esa burocracia estuvo contenida durante la guerra fría, pero hoy no siempre parece rendir cuenta a sus mandantes, los Estados integrantes. Más aún, más de alguna vez a través de resoluciones menores, acuerdos, programas, utilizando el “soft law” como atajo al Derecho Internacional, saltándose el mecanismo legal de los Tratados propiamente tales, ha presionado de formas diversas a los Estados miembros, a veces usando fallos puntuales de tribunales internacionales, para conseguir sus propósitos.
Por último, es un sistema que se caracteriza por poseer abundantes sesgos en relación a Israel, incluso cuando debiera carecer de ellos por la naturaleza de su actividad, tal como ocurre en la UNESCO, y sobre todo, en el área de los Derechos Humanos, que se concentra en Israel y no en violadores sistemáticos de derechos universales como lo demuestra el caso de tantos países que han integrado su Consejo en aquellos años que abundaban las denuncias en su contra, como Pakistán, Siria, Irán, Cuba o Venezuela. No es malo y es hasta bueno que se revise a Israel o a cualquier otro país, EEUU o cualquiera, pero lo llamativo es la fijación obsesiva con esa nación, lo que se demuestra en el hecho, que la mayoría de las condenas del sistema de la ONU, desde ese Consejo a la Asamblea General se concentran en ese único país, pasando desapercibido hasta Corea del Norte.
En resumen, empezando por las propias Naciones Unidas, el mundo requiere una nueva estructura e institucionalidad, una nueva arquitectura que refleje las nuevas realidades y que reemplace lo que hoy es ineficiente y obsoleto, o que al menos introduzca una reforma, profunda y duradera, y lo complica todo, que aunque hay cierto consenso en el diagnóstico no lo hay en lo que hay que hacer, es decir, como alguna vez dijo nada menos que Violeta Parra en alguna canción, algo así como que si consenso en la problemática, no lo hay en la “solucionática”, quizás porque no hay propuestas, y si las hay, apuntan solo a cosas menores.
¿Se puede hacer? Sí, se puede, por cierto, pero hay que agregar que fundamentalmente depende de EEUU, pero ¿por qué solo de ellos?
Es todavía la primera potencia, la principal financista, pero no solo por eso, también por su historia, toda vez que los dos grandes intentos del siglo XX fueron su creación, la extinta Liga de las Naciones del presidente Woodrow Wilson en la primera mitad del siglo como la actual Naciones Unidas, de la segunda mitad.

No hay otro. Algunos como China o Rusia no tienen interés y otros como el Reino Unido o Francia carecen de poder. EEUU, además, necesita el desafío, toda vez que le permitiría tener algo de lo que hoy carece, en la forma de una política exterior de unidad, bipartidista, que también ordenaría su política exterior, con el automatismo y la claridad que hoy tiene su gran rival para el cetro de la principal superpotencia.
Fuera de China, no hay otro país que pueda aspirar a disputarle el primer lugar a USA, con el agregado que cuenta con crecientes recursos económicos, y por ello, lo que está haciendo Trump en aranceles y tierras raras, hay que analizarlo tanto en términos económicos como geopolíticos, aunque los analistas de bolsa no siempre lo vean así. De igual modo, lo que China lleva tiempo haciendo, área por área, sector por sector, debe ser apreciado como exactamente igual a lo hecho por EEUU en el siglo XX, cuando se propuso desplazar al Imperio Británico.
Por ello, para poder seguir siendo la primera potencia, además de la voluntad, EEUU debe hacer cosas que por ahora nadie más puede hacer, además de recuperar la continuidad de su política exterior para que no cambie en cada elección. Es aquí, donde entra la idea de una nueva arquitectura internacional o al menos una reforma tan profunda de la existente toda vez que su mantención en el tiempo es absolutamente imprescindible para evitar lo que ha ocurrido entre 2016 y 2025, es decir, cambios profundos en cada elección, no vía leyes, sino órdenes ejecutivas, que inmediatamente después de mostradas a la prensa, son cuestionadas en tribunales, y cualquiera sea la resolución judicial, inmediatamente apeladas después.
Fundamental es recordar que todavía hay elementos de El Príncipe de Maquiavelo que mantienen su vigencia, como la necesidad de ser respetado y no solo querido, como también la visión que se tenía en la Grecia clásica de la conducción política, en términos del líder como un Gran Timonel, es decir, capaz de conducir la nave del Estado con mano, a la vez segura y firme, permitiendo que se arribe a buen puerto, tanto en mar calmo como en tempestad, lo que se mejor se logra, cuando la política exterior es de Estado y no solo de partido, como ha estado ocurriendo, aun más si se quiere seguir siendo superpotencia.
“Trump y Rubio han tenido varios éxitos seguidos, India-Pakistán, Congo-Ruanda, Medio Oriente, más de lo esperable en poco tiempo, pero todos modificables en su esencia por orden ejecutiva del gobierno siguiente.”
Otra necesidad para aprovechar el momento o el día, el “Carpe Diem” de los romanos, y si es algo que puede durar una generación, con mayor razón, para las motivaciones personales de cada uno. En el caso de Trump, ya que no puede ir a la reelección, perdurar a través del Premio Nobel de la Paz, que ha reconocido que le gustaría y que a mí me parece, y así lo he escrito, lo ha perseguido desde los Acuerdos de Abraham de su gobierno anterior.
Y en el caso de Rubio, que ha logrado ganarse la confianza de Trump, quien al inicio de su gobierno puso a varios amigos como enviados especiales, ya sea para Ucrania, Gaza o Venezuela, donde pudo ganarle el oído a Trump y con ayuda de la bancada latina republicana y sus votos, lograr derrotar a Richard Grenell quien quería mantener la licencia petrolera de Chevron. Rubio parece bien orientado para competir por la candidatura presidencial el 2028, carrera donde J.D. Vance va primero, pero esta es una maratón y no 100 metros, y, por cierto, lo ayudaría mucho un proyecto de largo aliento, que lo puede mantener vigente para 2032 en caso de victoria opositora.

La verdad que sea en un río o en política internacional, pasado el momento, a no ser que estén estancadas, las aguas no vuelven al lugar donde antes estaban. Entiendo la existencia de una situación donde muchos rechazan todo lo que Trump dice o hace, pero vivimos un momento de cambio real de las instituciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial, sea en lo económico o en lo político, y EEUU necesita proyectos que le devuelvan el sentido de misión que necesita para confrontar a China, aquel que abundó en la guerra fría, en otra época histórica, donde se redefinen acuerdos económicos, alianzas políticas y ubicaciones geoestratégicas. “Donde un proyecto de largo aliento puede permitir hacer preguntas que no se han hecho, como cuál es el rol de la OTAN, si es válida solo para Rusia como parecen pensarlo los europeos, o si se necesita una nueva institución para un desafío mayor como es el caso de China, y relacionado con lo anterior, donde se ubica al que puede ser un poder relevante, quizás más que la actual Unión Europea en este siglo XXI, como es la que ya es la nación más poblada y la quinta economía del mundo como la India”.
Sin embargo, ¿tendrá todavía EEUU la voluntad? Me gustaría, pero tengo dudas. En lo que no las tengo, es que después del bombardeo de Irán, el tiempo es prudente no solo para hablar de paz, sino también para hacer Carpe Diem, para aprovechar el momento para cambiar la conversación del mundo, y pasar con cierta elegancia de la fase agonal a la fase arquitectónica. El punto es que EEUU hoy puede hacerlo, no hay seguridad que, dentro de algunos años, podrá o querrá. Hoy, no solo puede hacerlo, sino que también todavía es influyente en todos los indicadores de poder, desde los militares a los culturales, desde el poder blando al poder duro, términos acuñados en inglés por Joseph Nye, en un ya lejano 1990 en el libro “Bound to Lead: The Changing Nature of American Power”, y luego extendidos el 2004, en el libro “Soft Power: The Means of Success in World Politics”, conceptos que durante demasiados años EEUU olvidó que mejor era utilizarlos en forma simultánea más que uno en vez del otro.
EEUU todavía está a tiempo, ya que, si mira un historiador del futuro lo que está pasando, guerras como Ucrania o Gaza, con la perspectiva que da el tiempo, va a verlas también como síntomas de una arquitectura de organizaciones internacionales que están siendo irrelevantes, por haber ya cumplido la función que en el pasado se les otorgara, y que hoy crean tantos problemas como los que resuelven, que dejaron de proporcionar estabilidad. Y, al no existir estabilidad, inevitablemente surgen fuerzas y actores que empujan hacia el conflicto.
En conclusión, ningún otro país podría tener el interés de EEUU para buscar una nueva arquitectura internacional o al menos una reforma profunda del sistema internacional, debido a que nadie tiene al mismo tiempo su historia, y por ahora, el poder para intentarlo.
Lo que se ignora es si todavía posee la voluntad de ejercerlo, ya que no solo perdió la unidad interna y sentido de misión de su élite, donde desapareció la unanimidad del pasado sobre la superioridad de sus sistemas económico y político, a diferencia de la élite china, donde parece hoy abundar esa idea de superioridad, desde líderes empresariales a funcionarios del Partido Comunista, como también las investigaciones en China del Centro de Investigaciones Pew, el think tank que brinda información seria sobre problemáticas, actitudes y tendencias, muestran que esa visión la comparte en general la población toda.
El mundo está pasando por diversas transformaciones como aquella donde lo que alguna vez fue derecha e izquierda, que hace mucho tiempo tuvo su origen en los lugares donde se sentaron jacobinos y monarquistas, partidarios de cortar o mantener la cabeza del rey en la Revolución Francesa, hoy en muchos países ha mutado hacia patriotas versus globalistas, como elemento de diferenciación.
Según los antiguos, las dos etapas griegas de la política dieron paso a las dos caras de la mitología romana, donde Jano era el dios de los comienzos, las puertas, los pasos, las transiciones y los finales, una visión mucho más rica que la forma como ha llegado hasta nosotros con su representación de dos caras, pero donde lo importante sigue siendo que una miraba al pasado y otra al futuro, lo que no solo permitía la ambigüedad, sino más importante, el control del tiempo.
Momento de recordar a Winston Churchill, aquel que definió el sentido de una política exterior exitosa y permanente: “En la guerra, resolución. En la derrota, desafío. En la victoria, magnanimidad. En la paz, buena voluntad”, definición a la que Martin Luther King le agregó el necesario sentido ético, al decir que “para hacer lo correcto, siempre existirá el momento indicado”.
Máster y PhD en Ciencia Política (Essex U), Licenciado en Derecho (U. Barcelona), Abogado (U. Chile), excandidato presidencial (Chile, 2013)
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