
¿Cómo pasó Israel de ganar una guerra en menos de una semana con un triunfo rotundo a 7 países que lo querían borrar del mapa, triplicando su territorio, a estar peleando una guerra impuesta de la que ya van 600 días y aún continúa?
Ante la euforia del triunfo del Estado de Israel en la Guerra de los Seis días, el escritor y dramaturgo israelí Efraím Kishon escribió un libro satírico, y sin darse cuenta, también profético: “Perdón por haber ganado”.
Fue satírico porque fue de hecho un compendio de las caricaturas publicadas en el diario Maariv en los meses previos a la guerra, cuando se estaba calentando la cosa y los países árabes vecinos no pretendían otra cosa que pagarles un curso de natación de los judíos que después de 2.000 años por fin tenían su estado. De facto se trató de una documentación de la previa y el durante de la guerra, guionadas por Kishón e ilustradas por “Dosh” (Kariel Gardosh).
Fue profético porque avistó el comportamiento que tuvieron líderes y educadores israelíes desde ese entonces y los siguientes 56 años hasta el 7 de octubre de 2023, cuando Hamas asesinó a padres delante de hijos, a abuelos frente a sus nietos, hermanos delante otros hermanos, violó y secuestró.
Hasta ese entonces pensaban que la postura derivada de valores correctos a los que siempre bregaba (y seguirá aspirando) el Pueblo Judío como la paz, la vida y la buena vecindad, era pedir disculpas por haber ganado una guerra en la que 7 países los querían aniquilar.
Israel, que siempre creyó en la educación, tardó 56 años desde la triunfal Guerra de los Seis Días hasta la masacre de Hamás en entender que para educar se necesita uno que quiera enseñar y otro que quiera aprender, y que esté maduro para hacerlo. La educación es contraria al dogma, no hay un porque sí, hay razones, se basa en procesos, y para eso se necesita tiempo. Pero a un bebé no se le puede decir “no metas la mano en el ventilador porque te la podés cortar”, se le agarra la mano y se la saca del peligro. Primero salvar vidas. Primero salvar la propia para poder estar preparado para salvar a los demás.
¿Qué es lo que hizo que un ejército fuerte, que siguió fortaleciéndose, en inteligencia y en poderío, sea madrugado por una organización terrorista que desde el primer segundo de su existencia, ya anunció lo que quería hacer?
Para eso hay muchas circunstancias coyunturales, pero hay una sola explicación: la asimetría de valores. Una sociedad como la israelí que tiene como valor supremo la vida, la propia y la ajena enfrentada a organizaciones terroristas islámicas que la vidas israelíes con las que acabaron, no son el fin, sino que son el medio para generar terror, y las de los propios palestinos no son otra cosa que una moneda de cambio en el mejor de los casos y de escudos humanos en la diaria.
Caben destacar dos hechos fundamentales que cambiarían el rumbo de la percepción hacia el Estado de Israel: La Guerra de los Seis Días y la subsiguiente sacudida, llevaron a gran parte del judaísmo mundial a una identificación plena con el Estado de Israel, ya que hasta ese momento, para los judíos diaspóricos no era una obviedad identificarse con Israel. Un año más tarde, en 1968, estalla el Mayo Francés y la izquierda cooptada por ideas que no le pertenecían se hizo propalestina y hasta en algunos casos, hubo marxistas apoyando teocracias, dispuestos a jugárselas por países que anulan a personas como ellos mismos.

Si Israel hubiera considerado exclusivamente el parámetro militar, la guerra que Hamas la inició el 7 de octubre, se hubiera terminado el 8.
Pero primó el factor humano, para adentro y hacia afuera.
No hay nada más importante que los secuestrados, sin ellos la guerra no termina y es el talón de Aquilés de la sociedad israelí. No se deja a nadie atrás. Y a eso Hamas lo sabe. Por eso el 7 de octubre secuestró a ancianos, civiles, mujeres, niños, arrancó a bebés de sus cunas, se llevó cuerpos de israelíes después de haberlos asesinado. Hasta que no los devuelvan, nada va a terminar.
Decidió no atacar indiscriminadamente a la población palestina que alberga a la organización terrorista Hamas en sus casas, en sus hospitales y en las escuelas. Aunque son inevitables los daños colaterales para desarmar células terroristas palestinas y así evitar nuevas muertes. La culpabilidad exclusiva es del propio Hamás que usa a su población cómo escudos humanos.
Esa asimetría ya estaba reflejada en la razón de ser de cada uno, mientras que Israel apunta a una positividad no antagónica, los palestinos se definen por la negativa. En su Declaración de Independencia el Estado Judío dice «El Estado de Israel permanecerá abierto a la inmigración judía y el crisol de las diásporas; promoverá el desarrollo del país para el beneficio de todos sus habitantes; estará basado en los principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los profetas de Israel; asegurará la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo; garantizará libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura; salvaguardará los Lugares Santos de todas las religiones; y será fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas.». En cambio, en la Carta Fundacional de Hamás dice “Israel existirá y seguirá existiendo hasta que el islam lo aniquile, como antes aniquiló a otros”, y continúa en su artículo 13: «Las iniciativas, y las llamadas soluciones pacíficas y conferencias internacionales, están en contradicción con los principios del Movimiento de Resistencia Islámica.»
Algún día, más pronto que tarde, la guerra terminará.
El pueblo palestino deberá decidir si sigue definiéndose por la negativa o si va a tener un proyecto de país y de sociedad que no se base en el odio al otro, sino en el bienestar propio.
La sociedad israelí se rehabilitará de un post-trauma transgeneracional que tocó a todos. El que no tuvo un familiar herido, asesinado, secuestrado o desplazado, tuvo un amigo, el que no, un vecino, nadie quedó ajeno. Pero como el proyecto de vida de la sociedad es positivo y trasciende a cualquier gobierno de turno, la gente de Israel continuará trabajando en la resiliencia, que no tiene que malentenderse como la capacidad de levantarse después de haberse caído, sino cómo lograr generar una nueva rutina en una situación de incertidumbre. Eso lo viene trabajando desde el minuto cero.
Cuando devuelvan o rescaten a todos las personas que quedan secuestradas en el infierno de Hamás, y luego de un golpe de gracia, se va a declarar oficialmente que Israel ganó la guerra, militarmente hablando. Una guerra que ya ganó en este aspecto.
¿Qué va a cambiar a futuro? En el vecindario llamado Medio Oriente es muy difícil saber. Pero Israel ya entendió que ganar una guerra, lo fortalece, le da espaldas para poder hacer un llamado real a la paz. Una paz ofrecida con integridad moral cuando su fortaleza no implica la necesidad de hacerlo, a diferencia de sus vecinos palestinos que piden paz un segundo después de masacrar y ven que se les viene la noche en el contraataque.
Lo que va a cambiar, es la actitud de Israel. Como dice en el libro de Éxodo, estará siempre “con mano firme y brazo extendido”. Al mismo tiempo que tenderá una mano para la paz, ya no volverá a pedir perdón por haber ganado una guerra defendiendo al hogar. Ya no volverá a pedir disculpas a los que no tienen perdón.
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