
El presidente Gustavo Petro viajó a la China ―de paso nos dejó a uno de los políticos más corruptos de la historia de Colombia como encargado―, a firmar el acuerdo de entrada a la Iniciativa de la Franja y la Ruta con ese país. Las implicaciones son graves, pues si bien China es un mercado enorme para productos primarios, los costos en corrupción, en costos financieros de los préstamos y en una brutal presión política se vienen venir. Hay que estar atentos, pues China en sus negocios es como un paquete chileno en el que crees que todo está bien y, cuando te das cuenta, lo perdiste todo.
Habrá que esperar cómo reacciona Estados Unidos al desarrollo de esta nueva política de Petro, que no es de Colombia y seguramente dará un giro en un gobierno posterior que sea sensato. Lo importante, por ahora, es que tengamos claro qué hace China, cómo opera China y qué beneficios y qué daños puede traer este brinco en la relación entre los dos países.

Lo primero es que China trae un mercado inmenso para exportaciones de productos primarios que se puede desarrollar. Ya otros países en la región lo han hecho y China es el primer socio comercial de casi toda América Latina, con excepción de Colombia, Paraguay y México. Esto se dio en 25 años. En el 2000, China no existía en la región y el comercio era de 12 mil millones de dólares; en el 2015, ya eran 250 mil millones; y en el 2024, eran 400 mil millones. Carne, soya, petróleo, litio, zinc, cobre, hierro y frutas son los principales productos que los países de la región le venden a China.
Brasil, Chile, Perú y Uruguay destinan cerca del 30% de sus exportaciones a China y China cobra. Unos ejemplos: China bloqueó temporalmente la importación de carne y de soya de Brasil cuando el gobierno de Bolsonaro criticó a China durante la pandemia. Es más, hay una entrevista del entonces canciller Ernesto Araujo sobre cómo la presión China logró sacarlo de su cargo. Australia pidió una investigación sobre el origen del covid y la reacción China fue cerrarle sus importaciones, al igual que a Guatemala le canceló todas las compras de la nuez macadamia cuando este país felicitó al nuevo presidente de Taiwán.
En Uruguay, cuando el presidente Lacalle Pou comenzó a evaluar un tratado de libre comercio con Taiwán, le cancelaron sin razón alguna los pedidos de carne. Obvio, esa iniciativa se acabó. Y en Chile, una decisión del Tribunal Supremo que excluyó a las empresas chinas de poder licitar en sectores estratégicos de la economía, comenzando por el de la energía, tuvo una fuerte reacción China. Los medios chinos lanzaron una campaña de “hostilidad regulatoria” y la amenaza velada de China de renegociar acuerdos comerciales de productos del agro hizo que esa política se frenara. Ejemplos hay muchos.

Vamos al tema de la corrupción. El ejemplo más claro es la represa Codo Codo Sinclair en Ecuador, que Rafael Correa entregó sin licitación alguna, a dedo como les gusta a los chinos, valía 700 millones de dólares, costó cerca de 3.000 y hoy no se ha entregado, pues tiene el cuarto de máquinas con más de 5 mil fisuras. Un desastre financiero, energético, ambiental que solo le dejó a Ecuador deudas y más deudas a un costo brutal. Ese proyecto hoy hace parte de la trampa de deuda que vive Ecuador y que lo mantiene en crisis, pues debe más de 5 mil millones de dólares a China, a unas tasas mucho más altas que las del mercado y no tiene como pagar.
Hay otros casos. En Argentina, dos represas tuvieron un sobrecosto de 700 millones de dólares, una demora de 8 años en contratos entregados a dedo sin supervisión pública, como les gusta a los chinos y, cuando hubo cambio de gobierno de los Kirchner a Macri, exigieron pagos adelantados para mantener las líneas de crédito. En Venezuela se robaron, empresas chinas y venezolanas, cerca de 20 mil millones de dólares destinados a mejorar y expandir el sistema energético. Hoy hay apagones diarios a lo largo y ancho de ese país. Ah, como si fuera poco esa deuda, se pagaba con petróleo a 40 dólares el barril cuando hace años el precio está muy por encima, pero China cobra y cobra. China roba por un lado y gana por el otro.
Muchos otros casos, en todo el mundo, como el ferrocarril en Kenia de Mombasa a Nairobi por 3.600 millones de dólares, con presión para el pago a través de chantajes con el puerto y la cláusula de no poder divulgar las condiciones del contrato a nadie. O el puerto de Hambantonta, en Sri Lanka, que como el país no pudo pagar, China se quedó con él por 99 años. Algo similar va a pasar con el puerto peruano de Chankai. Zambia está quebrado, pues China le prestó 6 mil millones de dólares para aeropuertos sin pasajeros y autopistas sin tráfico. La presión del pago utilizando el chantaje de la expropiación de la empresa estatal de energía eléctrica Sezco fue parte del negocio.

¿Y los préstamos? Los chinos financian esas obras, utilizan empresas chinas y en muchos casos solo utilizan mano de obra china. Los préstamos son muchísimo más caros que los de la banca multilateral. En muchos casos, las cláusulas de confidencialidad no permiten saber a qué tasa de intereses se dan esos préstamos y cuáles son las condiciones, pero sí hay unos ejemplos. En el caso de Kenia, con una tasa mundial del 1.5% en la banca multilateral, el interés del crédito era del 6. En Argentina, las tasa de préstamos estaba más cerca al 7% y en Bolivia al 5.5%.
En el caso de Ecuador, Venezuela y Bolivia, el pago era con petróleo o minerales a precios de descuento, ganaba por punta y punta. En otros países, China exige activos estratégicos, puertos, minerales, territorios o concesiones exclusivas de minas, como colateral para el pago de la deuda. En Laos opera la red férrea con China, en el Congo se quedó con minas de cobalto y cobre; en Sri Lanka se quedó con el puerto y en Zambia casi se queda con la empresa de energía del Estado.

La corrupción hace parte del modus operandi de los negocios con China. Facilita el contrabando, no le gusta y evita la transparencia y sus empresas sobornan a diestra y siniestra. En la represa de Codo Codo, el soborno de Sinohydro a funcionarios, entre los que está el vicepresidente de Correa, Jorge Glass, llegó a más de 70 millones de dólares. La pareja de Evo Morales, Gabriel Zapata, fue acusa de usar su influencia para que empresas chinas ganaran contratos por más de 500 millones de dólares.
No se da en vano este interés de Petro con China. El gobierno más corrupto en la historia de Colombia abre las puertas a ese escenario de negocios poco transparentes que maneja China. ¿Financiación de elecciones? Ya veremos, pero nada es causalidad.
PD: cuando hablo de China es del Estado chino, de las empresas chinas que controlan y del Partido Comunista chino. Los otros 1100 millones de chinos solo tratan de sobrevivir día a día.
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