
A las 12:18, el presidente Donald Trump hizo un post en la red Truth Social anunciando una pausa de 90 días en la aplicación de los aumentos de aranceles al comercio internacional de Estados Unidos con más de 75 países.
En apenas tres horas, el índice bursátil S&P 500 culminó la jornada con un incremento de más de nueve puntos porcentuales respecto del cierre previo, su mejor desempeño en un día desde 2008.
Un posteo en una red, nueve puntos porcentuales en la bolsa.
Este hecho ilustra el formidable poder de la comunicación mediatizada, en especial a través de las redes, en el mundo actual. La comunicación en plataformas digitales no moverá montañas, pero sí lo hace con los mercados.
El impacto en los mercados financieros de la comunicación existe desde siempre, pero nunca en la historia el mismo había sido tan veloz y extenso. Esto contribuye a incrementar el estado de ansiedad en la población, marcado por la respuesta rápida y exagerada, en lugar de la acción lenta y moderada.
Este hecho también ejemplifica una manera cada vez más extendida de comunicar el poder en la sociedad contemporánea.
El presidente Trump podría haber convocado a una conferencia de prensa o haberle hablado a la ciudadanía por cadena nacional. En ambos casos, los periodistas hubieran tenido acceso a gacetillas de prensa y tiempo para hablar con sus fuentes. Y el público hubiera tenido acceso a una comunicación de la calidad correspondiente.
Por el contrario, Trump eligió comunicarse directamente a través de su red social, salteando a los medios y sus periodistas. Al igual que con otros aspectos de su gestión actual, esto revela el contraste entre un liderazgo fuerte y personalista e instituciones mediáticas, judiciales, legislativas y políticas cada vez más débiles.
Inclinar la balanza del poder desde las instituciones hacia las personas contribuye a un aumento de la incertidumbre y la crispación de la población.
Por un lado, las instituciones se mueven de manera lenta, siguiendo procesos complejos de toma de decisiones y orientados hacia el bien común. Por el otro, los líderes personalistas a menudo deciden de forma intempestiva, guiados en parte por su intuición y por un cálculo político individualista.
A la ciudadanía le resulta relativamente posible predecir lo que pueden hacer las instituciones, y mucho más difícil hacer lo mismo con los líderes personalistas como Trump. Aranceles un martes, no aranceles un miércoles y vaya uno a saber qué esperar un jueves.
En un contexto en el que conviven redes sociales interconectadas y de alcance planetario, instituciones nacionales e internacionales débiles, y fuertes liderazgos personalistas, lo único que es razonable predecir es un aumento de la imprevisibilidad.
**El autor de este artículo es profesor en Northwestern University, titular de la cátedra Hamad Bin Khalifa Al-Thani
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