
Todo el mundo se queja ahora de que Donald Trump esté haciendo lo que prometió en campaña. Los votantes norteamericanos así lo quisieron y eso es lo que ahora tienen como presidente. Los distintos líderes del mundo tampoco deben sorprenderse, pues incluso desde su primer gobierno había anunciado lo que hoy está implementando.
Desde 1932, con la llegada de Franklin Delano Roosevelt al poder, en plena depresión económica, Estados Unidos no vivía una transformación tan radical a sus instituciones de gobierno y privadas. Migración, aranceles, universidades, educación, salud, industria, comercio, todos esos sectores hoy nadan en incertidumbre o, mejor aún, en la certidumbre que hubo un antes y ahora con Trump hay un después. Independiente de lo que pensemos esté bien o esté mal, nadie, absolutamente nadie, puede decir que dijo una cosa en campaña y ahora hace otra.

Esa coherencia en política no se ve ya y es un principio que vale la pena resaltar. En Colombia millones votaron por un “cambio” cuando eligieron a Gustavo Petro y, claro, lograron un cambio, pues la corrupción creció, la seguridad se deterioró exponencialmente, el acceso y la calidad en la salud se deterioraron y el acceso a la educación y a la vivienda disminuyó, para solo citar algunos de los casos de “éxito” de ese “cambio”.
Recuerdo cuando Álvaro Uribe me escogió como su candidato a la Vicepresidencia y me dio un solo consejo: todo lo que haga o diga debe generar confianza en el ciudadano, en el sector y hasta en el rival. Así fue durante los ocho años de gobierno de “mano firme y corazón grande”. Como nunca en la historia moderna de Colombia, creció el bienestar en el país y la seguridad se transformó para beneficio del ciudadano común. Colombia pasó de ser un país casi fallido en el 2002 a un país estrella en el 2010.

Su discurso era tan claro y contundente que sus tres huevitos, la seguridad democrática, la confianza inversionista y cohesión social, ya eran parte del mantra. Recuerdo un taxista en Cartagena que nos vio caminando y lo recitó, y en la calle, varias veces, me sucedió que un ciudadano me los enumeraba. Era la coherencia absoluta.
Los delincuentes igualmente vivieron y sufrieron la coherencia de la mano firme. Todos los líderes paramilitares acabaron extraditados a Estados Unidos; los principales líderes de las Farc, muertos; los alcaldes regresaron a gobernar en sus pueblos, los secuestros disminuyeron en un 95% y las carreteras se volvieron a transitar las 24 horas del día, para solo mencionar algunos de los resultados en esa materia durante los 8 años de gobierno de Uribe.
¿Usted sabe enumerar alguna política o algún resultado positivo del gobierno de Juan Manuel Santos, distinto al proceso de paz que los colombianos rechazaron en un plebiscito? ¿Puede hacer algo similar con el gobierno de Iván Duque? No, la coherencia no era parte de su manera de ser o de gobernar. Sus ideas iban al vaivén del interés personal o social y no nacían de una firmeza intelectual y mucho menos de una trayectoria profesional, como fue la gobernación de Antioquia de Uribe, que en 1998 ya mostraba claramente qué presidente iba a tener Colombia cuando lo eligió en el 2002.

Lo mismo pasa con Trump, por lo menos en materia de coherencia. Su único huevito es MAGA “Make America Great Again” o “hagamos otra vez grande a Estados Unidos”. Esa política representa un aislacionismo muy asentado en el partido republicano, por una parte, y un mensaje a esa clase media que se “proletarizó” con la globalización. Hace 40 años, un estudiante graduado de colegio salía a trabajar a una de las grandes empresas de acero, de vehículos o de electrodomésticos y ganaba entre 25 y 40 dólares la hora, con todos los beneficios de salud. Hoy, si le va bien, encuentra trabajo en un McDonald’s con pago de salario mínimo por hora sin beneficios.
El otro elemento de este slogan de Maga, y con el que estoy totalmente de acuerdo, es el de acabar con esa política que llamaban de diversidad, equidad e inclusión (DEI), que se convirtió en la excusa para victimizar a toda la población blanca, por un lado, o negra y mestiza católica o protestante, con principios y valores religiosos, por el otro. Lo de los géneros, en España hay más de 30, es una aberración. Todos somos esclavistas o victimarios solo por el color de piel, otra aberración. La capacidad ya no importa, es el color de piel o el sexo o mejor, el género, el que decide el acceso a un cargo o a una universidad. ¿La meritocracia que hizo grande a Estados Unidos? A la caneca. Ah, y hombres compitiendo contra mujeres en deportes, eso se volvió normal.

Esta parte de la política MAGA es lo que llevó a que el voto latino y el voto negro para Trump aumentara de manera sustancial. Los demócratas se habían vuelto, y siguen siendo, un partido elitista de privilegios de minorías en las dos costas de su país. Perdieron la conexión con el ciudadano promedio que hoy por hoy, Trump aún lo tiene.
¿Cómo va a salir todo? Ni idea. ¿Puede el votante Maga aguantar una recesión brutal? No lo creo. ¿Va a volver la industria a Estados Unidos que se fue con la globalización? Ese es el objetivo de esta guerra arancelaria, pero no está claro, primero, que suceda y, segundo, que el respaldo político a Trump aguante.
La coherencia también necesita de valor, como cuando Uribe hizo una reforma tributaria, en el segundo semestre del 2.002, en plena recesión: Santos, como ministro de Hacienda de Pastrana, había dejado a Colombia al borde del default, o la quiebra, y hacer una nueva reforma tributaria era absolutamente necesario. Pero también necesitaba pragmatismo político, esa reforma era para fortalecer a las Fuerzas Militares, la mano firme, y la gente la pagó con ganas, pues eso habían elegido.
Uribe salió con más de un 70% de popularidad, después de 8 años de gobierno, y por eso la izquierda radical latinoamericana, con sus lacayos colombianos, se dieron a la tarea de destruir su reputación. No podían dejar semejante ejemplo de buena política como referente y, con ayuda de Santos, que necesitaba destruir ese paradigma para no tener competencia, con fiscales y magistrados de bolsillo, se dieron a esa tarea. Hoy el cucho, como ya le dicen a Uribe, ve su popularidad crecer y volverá a donde estaba en el 2010. Ya era hora.
¿Cómo va a terminar Trump? Depende de esa mezcla de coherencia y pragmatismo. Lo que sí debemos tener claro es que lo de antes no debe y no va a volver y en vez de quedarnos en la quejadera ayudemos a construir el nuevo mundo sobre las cenizas del que ya murió.
Últimas Noticias
El Poder de la Comunicación y la Comunicación del Poder
Un mensaje de 50 palabras en una red social bastó para alterar el rumbo de los mercados globales y confirmar que hoy el poder ya no pasa por las instituciones

La resurrección de Raúl Prébisch
Un análisis de la política económica internacional de la administración Trump

Lo litigado, obliga: por qué Bolivia debe cumplir la decisión de la ONU sobre Luis Fernando Camacho
El Grupo de Trabajo declaró “arbitraria” la detención del gobernador de Santa Cruz y pidió su “liberación inmediata”

CELAC: 14 años de mentiras, fracasos y populismo
El organismo prometió crear una moneda única regional, desplazar al dólar, poner fin a la pobreza, alcanzar la integración energética y generar 100% energías limpias. Todas promesas jamás cumplidas
La lucha contra el narcotráfico fracasa solo cuando el narco toma el poder político
El socialismo del siglo 21 opera bajo la premisa establecida en la década de 1960 por Fidel Castro que señaló al “narcotráfico como un instrumento de lucha antiimperialista”
