
En 1945, con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el mundo quedó conmocionado por la verdad sobre los campos de concentración y exterminio nazis. Durante 2005, cuando la ONU estableció la fecha del 27 de enero como Día Internacional en Recuerdo de las Víctimas del Holocausto, persistió la conmoción por los genocidios instituidos como política gubernamental en Alemania y otros países anexados o invadidos por Adolf Hitler. El racismo se impuso principalmente contra los judíos, pero también contra los comunistas, los discapacitados físicos y mentales, los gitanos, los negros, los homosexuales, los orientales, los testigos de Jehová, los masones, los opositores políticos y cualquier otra persona que desagradara al gobierno dictatorial.
La fecha elegida alude a la liberación, por parte del ejército soviético, del campo de Auschwitz, que se convirtió en la metonimia del Holocausto, ya que allí fueron asesinadas en serie más de un millón de personas. Era la producción industrial de la muerte, planificada y ejecutada eficazmente por nazis y colaboradores sobre una jerarquía de prisioneros obligados a cumplir con el trabajo pervertido de los campos, donde reinaba la incertidumbre, el odio, la indiferencia y la banalización de la vida y la muerte. La inversión de valores y el terror fueron tales que el sobreviviente polaco Wieslaw Kielar alude a Auschwitz como el anus mundi, un lugar donde el mundo es purgado de indeseables, y también el título de su libro sobre lo que presenció allí de 1940 a 1944 como prisioneiro político.
Las fechas conmemorativas sirven, entre otras funciones, para recordar situaciones pasadas para que podamos conectar con ellas y buscar aprender algo que nos mueva hacia un mundo mejor. Sin embargo, hoy, 80 años después de la liberación, cuando vemos a personas en todo el mundo afirmar que las cámaras de gas durante el período nazi deberían volver a funcionar para eliminar a los judíos, surgen dudas sobre la eficacia de esta función. En el mundo digital y globalizado, donde imágenes y lemas prejuiciosos se reiteran como verdades, sin un control adecuado de su contenido, nos enfrentamos a nuevos desafíos. De hecho, la experiencia misma del tiempo y de la memoria ha cambiado. En la transmisión hiper acelerada de información, el pasado ya parece lejano aunque sólo hayan pasado horas, pues no se invierte en retener la información. De este modo, existe un riesgo real de que se eliminen hechos importantes, que permiten realizar análisis críticos y sirven como advertencia para mejorar el futuro de la sociedad.
Los límites éticos para valorar la vida son necesarios para la convivencia social y deben ser universales. La historia del Holocausto y otras tragedias perpetradas a partir de ideologías que llaman a las masas a la segregación, la exclusión y la muerte deben ser recordadas con rechazo para que podamos combatirlas y establecer, al unísono global, un nuevo nivel de evolución basado en el respeto a la vida. Esta es la contribución de la campaña #WeRemember del Congreso Judío Latinoamericano este año, con publicaciones en las redes sociales con el mensaje “recordar el pasado para proteger el futuro: a los 80 años, infinitas razones para recordar”. Los recuerdos de los sobrevivientes abarcan el tiempo y no nos dejan olvidar.
*Sofía Débora Levy es Comisionada del Congreso Judío Latinoamericano para la Memoria del Holocausto; Directora Educacional del Memorial a las Víctimas del Holocausto y Miembro del Consejo Académico de StandWithUs-Brasil.
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