
Las dictaduras son un ilícito operado por el crimen organizado que detenta el poder suplantando la política para usurpar la soberanía de los pueblos cuyos derechos humanos violan con impunidad. El socialismo del siglo 21 ha transnacionalizado esta operación y, expandiendo el sistema de Cuba, controla Venezuela, Bolivia y Nicaragua con terrorismo de Estado y crímenes de lesa humanidad, que en el año 2024 ha tenido la complicidad de varias democracias de las Américas y de un sistema internacional inoperante, que con su inconducta han demorado el fin de las dictaduras.
Las obligaciones jurídicas internacionales vigentes proclamadas por la Declaración Universal de Derechos Humanos, obligatorias según el Pacto de San José o la Convención Americana de Derechos Humanos, mandatorias por la Carta de las Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos, ineludibles por la Carta Democrática Interamericana, exigibles por el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, inexcusables por la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Trasnacional o Convención de Palermo, y más…señalan, tipifican y describen a las dictaduras del socialismo del siglo 21 como crimen organizado trasnacional.
Finalizando el 2024 la dictadura de Cuba cumplirá 66 años, la de Venezuela más 25 años, la de Nicaragua más 17 en su segunda etapa, la de Bolivia cerca de dos décadas y Ecuador tuvo la suya por más de 10 años. Salvo Ecuador, que retornó a la democracia por la extraordinaria visión del Presidente Lenin Moreno y que sigue luchando por desmontar el narcoestado de crimen organizado que estableció Rafael Correa, el socialismo del siglo 21 ha logrado sostener sus dictaduras con terrorismo de Estado en lo interno y una inexplicable paralización del sistema internacional.
Todas las dictaduras de las Américas están en crisis terminal. Cuba y Venezuela en situaciones de miseria extrema y Bolivia y Nicaragua en crisis mistificadas por la simulación y manipulación de información que no cambian la realidad. Todas han desnudado su narrativa, nadie cree en la otrora venerada revolución cubana, el repudio es total contra la llamada revolución bolivariana, el sandinismo es sinónimo de crimen y el proceso plurinacional representa el narcoestado en Bolivia. Los pueblos están en resistencia civil y solo los somete la violencia extrema y la complicidad internacional.
El elemento más grave de la crisis terminal de las dictaduras del socialismo del siglo 21 es que no tienen opciones. El repudio popular es total. No pueden sobrevivir mantenidas o como apéndices de dictaduras extracontinentales, no pueden reponer el aparato productivo que liquidaron, su sistema está basado en el crimen con operaciones que van desde su naturaleza de narcoestados, hasta el crimen común. Están en evidencia y se mantienen con violencia extrema interna y por el incumplimiento de obligaciones de las democracias que -irónicamente- son sus víctimas en lo internacional.
El año 2024 las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua han cometido y repetido crímenes de lesa humanidad, violaciones a derechos humanos, delitos trasnacionales como narcotráfico y trata de personas, delitos comunes y aberrantes sin excepción. Los Castro-Diaz-Canel, Maduro-Cabello-Padrino López, Ortega-Murillo, Arce-Morales y sus grupos delictivos denominados ministros, jefes militares y policiales, fiscales, procuradores jueces (los sicarios de la justicia), funcionarios electorales y más, no han dejado crimen sin cometer. Lo prueban los presos políticos, los muertos en prisión, los torturados, los perseguidos, los exiliados y las oposiciones funcionales.
Los pueblos de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia persisten en resistencia civil activa y siguen siendo encarcelados y masacrados. El sistema internacional no ha ido más allá de declaraciones o sanciones enunciativas que, en lugar de terminar con las dictaduras, las ayudan a politizar sus crímenes. Mientras se reconozca la condición de sujetos de derecho internacional a los dictadores, estaremos aceptando al crimen organizado como parte del sistema que debe separarlos del poder, juzgarlos y condenarlos en lugar de coexistir con ellos.
Hay inexplicables conductas solo cubiertas por el silencio de la vergüenza ajena: la actitud del Papa Francisco frente a las violaciones de derechos humanos, la tortura y los asesinatos de las dictaduras del socialismo del siglo 21, la agresión directa a miembros de la Iglesia Católica; el estancamiento del Fiscal de la Corte Penal Internacional en caso contra Maduro y su dictadura que incluso ha motivado la renuncia de un notable asesor de derechos humanos; la posición de los gobiernos para dictatoriales de Lula de Brasil, Petro de Colombia y López Obrador/Sheinbaum de México y el incumplimiento de obligaciones internacionales de muchos más.
Ser cómplice es ser “colaborador, participe, coautor, compinche, secuaz, ayudista, solidario con el crimen”.
*El autor de este artículo es Abogado y Politólogo y Director del Interamerican Institute for Democracy.
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