
Este siglo XXI está echando por tierra todas las certezas que acompañaron nuestras vidas. Una de ellas era la confianza en la inquebrantable disciplina ciudadana de Alemania. Pero el miércoles 7 de diciembre de 2022 será recordado como el día en que también esa certeza se hizo añicos. La prensa local e internacional reseñan el arresto y apertura de juicio por sedición de aproximadamente 25 ciudadanos alemanes quienes supuestamente están involucrados en la planificación de un golpe de estado contra las autoridades alemanas. Según fuentes policiales, los acusados planeaban tomar el parlamento por asalto, derrocar el actual gobierno e implantar un régimen monárquico regido por Heinrich XIII, Principe Reuss.
Todos los arrestados incluyendo al príncipe Reuss pertenecen a una agrupación conocida como el Movimiento Reichsburger, cuyos adherentes desconocen la legitimidad del orden constitucional del estado alemán moderno ya que consideran que el Imperio Aleman jamás se disolvió y por lo tanto goza de vigencia. En pocas palabras, los miembros del Movimiento Reichsburger están dispuestos a instaurar una monarquía federal en Alemania tal y como existió hasta la Primera Guerra Mundial.
Si no fuera porque las democracias liberales del mundo están absortas por la invasión rusa a Ucrania y el campeonato mundial de fútbol, el suceso hubiese disparado muchos dispositivos de alerta con relación a la necesidad de escuchar más a los pueblos y menos a los burócratas públicos y privados en estos tiempos de cambio.
En efecto, hoy sectores de la sociedad civil alemana parecen reclamar un remozamiento de las instituciones republicanas surgidas de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial. Y esta reforma estatal pareciera demandar mayor autonomía para las provincias y el acotamiento del poder del estado central. Esto no debiera sorprender a los gobernantes de ese país ya que Alemania se consolidó como estado-nación en el siglo XIX mientras el resto de Europa comenzó el proceso en el siglo XVII. Anteriormente lo que hoy es Alemania era una galaxia de pequeñas ciudades estado regidas por un monarca. A partir de 1871, cuando se integran en un estado, estos principados conservaron un alto grado de autonomía que perdieron luego de la Segunda Guerra Mundial.
Pero más allá de ser un movimiento nostálgico, el Reichsburger refleja un descontento global de casi todas las sociedades civiles del mundo con el centralismo del estado-nación. Por doquier observamos movimientos de protesta contra lo que la sociedad civil percibe como el control asfixiante del poder central. Lo vemos en Latinoamérica donde las fuerzas políticas del status quo han sido rechazadas por los electorados casi que sistemáticamente a lo largo de los últimos cinco años. Lo vemos en China, donde la sociedad civil impuso la suspensión de la política cero COVID-19. Y desde, luego lo vemos en Estados Unidos donde los estados están empoderando a las asambleas legislativas para poner límites al estado federal. En fin, pareciera que el ‘bochinche’ Aleman es indicación de una corriente muy profunda de cambio que marcara al siglo XXI.
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