El domingo, el papa León XIV celebró oraciones en la Catedral Apostólica Armenia en Estambul, en un gesto de respaldo a la unidad cristiana y a las minorías cristianas en Turquía. La acción, cargada de significado ecuménico, fue interpretada como un apoyo discreto a las iniciativas dirigidas a sanar las antiguas heridas entre Turquía y Armenia, según coincidieron varios observadores.
Las relaciones entre Turquía y Armenia han estado marcadas por los acontecimientos de 1915, cuando se estima que 1,5 millones de armenios murieron en masacres, deportaciones y marchas forzadas bajo el Imperio Otomano. La mayoría de los historiadores considera estos hechos como un genocidio. Sin embargo, el gobierno turco rechaza esa calificación, alega que el número de víctimas es menor y atribuye las muertes al contexto de guerra civil y caos. Turquía, además, ha presionado para impedir el reconocimiento internacional de las masacres como genocidio.

Este contexto de tensiones históricas ha condicionado las actividades del Vaticano. Durante su visita a Turquía en 2014, el papa Francisco no acudió a ningún sitio armenio, aunque antes de dejar el país se detuvo en un hospital donde se encontraba el patriarca armenio Mesrob II. En 2015, Francisco se refirió públicamente a los asesinatos de armenios como “el primer genocidio del siglo XX”, hecho que desencadenó una dura reacción del gobierno turco. Posteriormente, el pontífice visitó Armenia y reiteró el término genocidio en alusión a los hechos históricos.
A diferencia de su predecesor, León XIV ha evitado abordar de manera frontal esta polémica durante sus primeros meses de pontificado. En su intervención del domingo, se limitó a expresar: “Esta visita me brinda la oportunidad de agradecer a Dios por el valiente testimonio cristiano del pueblo armenio a lo largo de la historia, a menudo en circunstancias trágicas”.
Según Richard Giragosian, director del Centro de Estudios Regionales en Ereván, la presencia del papa supone no sólo un acercamiento simbólico entre el Vaticano y la Iglesia armenia, sino también un impulso para la normalización de relaciones entre Armenia y Turquía. Giragosian afirmó que la visita del pontífice podría favorecer discretamente ese proceso, enfatizando que la omisión de referencias directas al genocidio es coherente con la etapa actual de acercamiento diplomático.
La agenda de León XIV incluyó su llegada a Turquía el jueves, en su primer viaje internacional, para conmemorar el 1700 aniversario del Concilio de Nicea, cuya sede histórica es la actual ciudad de Iznik. El papa tenía previsto continuar después hacia el Líbano.
La compleja situación entre Armenia y Turquía se ve también condicionada por el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán. Tras décadas sin relaciones diplomáticas y con la frontera cerrada desde los años noventa, Ereván y Ankara iniciaron en 2021 conversaciones para avanzar hacia la normalización, proceso que se da en paralelo a las negociaciones por la situación en la región de Nagorno-Karabaj, cuyo control desencadenó una guerra reciente entre Armenia y Azerbaiyán, con el respaldo de Turquía a la parte azerí.
En junio, el primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, mantuvo una reunión con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, al término de la cual expresó ante medios turcos que el reconocimiento internacional del genocidio no figura entre las prioridades actuales de su gobierno, aunque subrayó que para los armenios, los hechos históricos resultan incuestionables. Giragosian señaló que no se esperaba que León XIV ejerciera presión sobre este asunto durante su visita.
La ceremonia religiosa en Estambul reunió a León XIV y al patriarca Sahak II Mashalian, quienes encabezaron la procesión y el ritual que incluyó la develación de una inscripción conmemorativa en honor al pontífice. Cerca de 500 fieles asistieron al servicio, que evocó las tradiciones ancestrales de la Iglesia Armenia. La visita sigue el precedente de otros papas, como Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, quienes habían estado previamente en la catedral durante sus viajes a Turquía.
Tras el evento, Sahak II subrayó el papel del Papado como guía moral y defensor de las comunidades cristianas en situaciones adversas, mientras que el portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, indicó que la gira de León XIV por Turquía y Líbano responde al objetivo de reconocer la histórica presencia armenia en la región.
Las reacciones desde Armenia reflejaron el aprecio por el gesto papal, aunque algunos señalaron que no supondrá cambios inmediatos en la política turca. Armen Arshakyan, residente de Ereván, consideró que la visita honra a los armenios y mantiene viva la memoria de su difícil situación. Por su parte, Maria Petrosyan expresó que, aunque el encuentro no tendrá una relevancia de alcance mundial, valora el compromiso del papa con el diálogo intereclesiástico.
La visita se produce en un periodo de renovadas tensiones en el Cáucaso, especialmente tras la oleada de protestas lideradas por clérigos y sectores de la Iglesia Apostólica Armenia contra Pashinyan por su postura hacia Azerbaiyán. Las autoridades respondieron con la detención y condena de varios líderes religiosos. En paralelo, el acercamiento diplomático entre el Vaticano y Azerbaiyán, incluido un nuevo acuerdo de cooperación para el diálogo interreligioso, generó malestar entre ciertos sectores armenios que acusan a Azerbaiyán de distorsionar la historia de la presencia armenia en la región.
Actualmente, el Vaticano mantiene gestiones discretas para facilitar la liberación de prisioneros armenios retenidos en Azerbaiyán, mientras informes de prensa armenios señalan que 23 ciudadanos de esa nacionalidad permanecen detenidos en la capital azerí, Bakú.
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