A las 3:04 PM, hora local, del 23 de septiembre de 1992, Estados Unidos detonó un dispositivo nuclear de cinco kilotones en un pozo subterráneo del Sitio de Pruebas de Nevada, ubicado a unos 105 kilómetros de Las Vegas. El ensayo, denominado Divider, se convertiría en la prueba nuclear número 1.054 del país.
Nadie imaginaba entonces que ese sería el último ensayo nuclear estadounidense. Treinta y tres años después, el presidente Donald Trump ha anunciado que Estados Unidos reanudará las pruebas de armas nucleares, marcando potencialmente el fin de la moratoria más larga en la historia del programa del país norteamericano. Esta medida responde a los últimos anuncios de Rusia, donde Putin ha hecho alarde una y otra vez de sus testeos con armas atómicas “imparables”.
El último ensayo

Divider formó parte de la Operación Julin, una serie de siete pruebas nucleares realizadas entre 1991 y 1992. El dispositivo fue fabricado en el emblemático Laboratorio Nacional de Los Álamos, el mismo lugar donde se desarrolló la primera arma atómica del mundo durante el Proyecto Manhattan.
Para la prueba, el artefacto fue descendido a un pozo subterráneo que luego fue sellado con capas de magnetita, arena, concreto y epoxi para contener los escombros radiactivos bajo tierra.

La prueba tenía como objetivo “asegurar la seguridad de las fuerzas disuasorias”, esencialmente verificar que el arsenal almacenado fuera confiable. Gran parte de los detalles sobre el dispositivo y la prueba permanecen clasificados.
“Las pruebas nucleares eran la confirmación de nuestra capacidad para predecir una variedad de características de la explosión nuclear de manera completamente integrada: la medición única de muchas cosas que evolucionaban en una escala de tiempo de nanosegundos”, explicó el físico David Hollowell, quien formó parte del equipo de diseño secundario de Divider, en una publicación del Laboratorio de Los Alamos. “Con la prueba nuclear Divider, este enfoque de pruebas integradas dejó de ser la forma en que Estados Unidos podía mejorar la validación de nuestra confianza en la predicción del arsenal nuclear estadounidense o cualquier diseño nuclear”.

Estados Unidos había realizado más de mil pruebas nucleares durante las cuatro décadas previas, comenzando con la histórica prueba Trinity en Los Álamos el 16 de julio de 1945. Se estima que Estados Unidos produjo alrededor de 190 megatones de energía a través de sus ensayos, mientras que la Unión Soviética generó aproximadamente 285 megatones.
Contrario a lo que se podría pensar, Divider nunca fue planeada como la prueba nuclear final. De hecho, se estaban preparando tres pruebas adicionales cuando la moratoria puso fin a los ensayos: Icecap, Gabbs y Greenwater. Icecap estaba programada para la primavera de 1993, con un rendimiento planificado de 20 a 150 kilotones. Greenwater, una prueba del Laboratorio Lawrence Livermore, sería un ensayo de un sistema láser de rayos X. El dispositivo nuclear de Greenwater ya había sido ensamblado al momento de la cancelación y tuvo que ser desmantelado.

“Por supuesto, varios meses después de la moratoria de nueve meses, la administración Clinton extendió esa moratoria indefinidamente”, recordó Hollowell. “Y aquí estamos, tres décadas después”.
El fin de una era
La moratoria se dio en medio de un contexto político irrepeteible. George H.W. Bush, ex director de la CIA y padre de George W. Bush, ocupaba la presidencia estadounidense. La Guerra Fría había terminado tras el colapso de la Unión Soviética en diciembre de 1991, y tanto Estados Unidos como Rusia habían comenzado lentamente a reducir sus arsenales nucleares.
El Senado estadounidense había votado ese mes a favor de una moratoria de nueve meses sobre las pruebas. Un día después del ensayo Divider, la legislación fue aprobada por el Congreso y Bush la firmó convirtiéndola en ley. La legislación contemplaba la posibilidad de realizar hasta 15 pruebas adicionales antes de septiembre de 1996, principalmente para modificar armas del arsenal existente e incorporar características de seguridad modernas.
Sin embargo, “con un límite de 15 pruebas en menos de cuatro años y sin ningún aviso previo real del requisito, no había una forma técnicamente creíble, en ese momento, de certificar modificaciones de diseño que incorporaran cualquiera de las características de seguridad deseadas en los tipos de ojivas existentes”, según documentos oficiales del Ministerio de Defensa de EEUU (ahora Ministerio de la Guerra). Por ello, se decidió renunciar a esas 15 pruebas permitidas y no se realizaron más ensayos.

En 1994, el Programa de Administración del Arsenal Nuclear (Stockpile Stewardship Programme) reemplazaría las pruebas de armas nucleares. El programa fue concebido por Vic Reis, Secretario Asistente de Energía para Programas de Defensa del Departamento de Energía. Se basa en estudios científicos, vigilancia, computación, experimentos no nucleares, simulaciones y análisis de datos para evaluar la eficacia del arsenal nuclear.
En 1996, bajo la administración de Bill Clinton, Estados Unidos firmó el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT, por sus siglas en inglés), calificándolo como “un paso largamente buscado hacia la eliminación de las armas nucleares”. Sin embargo, Estados Unidos nunca ratificó el tratado, lo que significa que es solo signatario y no un Estado parte del mismo. China, India, Pakistán y Corea del Norte tampoco han ratificado el CTBT.

“En el inicio del programa de administración de arsenal, no estaba claro si el enfoque de administración funcionaría y, de ser así, por cuánto tiempo”, señaló Bob Webster, subdirector de Armas en Los Álamos. “Que haya sido exitoso durante 30 años es un logro notable”.
Ese éxito se debe en gran medida al desarrollo de herramientas como la radiografía de protones y modelos teóricos mejorados, además de infraestructura como la instalación de Pruebas Hidrodinámicas Radiográficas de Doble Eje y la Instalación de Plutonio. Las supercomputadoras de última generación también han sido esenciales.
Advertencias científicas

La Unión de Científicos Preocupados, una organización sin fines de lucro que lucha por un mundo más seguro y saludable, ha manifestado su oposición a la reanudación de las pruebas nucleares. En un análisis publicado en mayo de 2025, la organización advirtió que incluso una sola prueba nuclear en los desiertos de Nevada podría marcar el comienzo de una nueva era de pruebas nucleares generalizadas en otras partes del mundo.
La organización señaló que durante la Guerra Fría, científicos y activistas trabajaron incansablemente para documentar los daños invisibles de la lluvia radiactiva y compartir ese conocimiento con el público, ayudando a cambiar la política global hacia una mayor responsabilidad y seguridad.
“En los primeros años de la Guerra Fría, cientos de explosiones nucleares se detonaron sobre la superficie o bajo el agua, a menudo en tierras colonizadas e indígenas”, señaló la organzación. “Los materiales radiactivos de estas pruebas nucleares se mezclaban con los escombros de la explosión, caían a la tierra con la lluvia o eran dispersados por el viento, exponiendo a cientos de miles de personas a niveles peligrosos de radiación”.

La organización destaca que la lluvia radiactiva de las pruebas atmosféricas creó una crisis de salud global. “Los científicos dieron la alarma”, indica el análisis.
Citaron como ejemplo la famosa Encuesta de Dientes de Bebé en St. Louis que demostró aumentos significativos de estroncio-90 radiactivo en los dientes de los niños durante los períodos de pruebas nucleares extensivas, incluso estando a más de mil quinientos kilómetros del sitio de pruebas más cercano en Nevada.
El anuncio de Trump
Sin embargo, la moratoria de más de tres décadas podría llegar a su fin. El jueves, el presidente Donald Trump anunció que Estados Unidos reanudará las pruebas de sus armas nucleares. “Debido a los programas de prueba de otros países, he instruido al Departamento de Guerra para que comience a probar nuestras armas nucleares en igualdad de condiciones”, escribió Trump en su plataforma Truth Social antes de reunirse con el presidente chino Xi Jinping en Corea del Sur. “Ese proceso comenzará inmediatamente”.
El anuncio responde a recientes pruebas de Rusia con el misil de crucero Burevestnik y el dron submarino Poseidón, ambos capaces de portar cargas nucleares. Trump no precisó si se tratará de ensayos de cabezas nucleares —lo que violaría el CTBT del que Estados Unidos es signatario— o de sistemas de lanzamiento.
El sitio de pruebas nucleares de Nevada permanece en manos del gobierno estadounidense y, según el Museo Nacional de Ciencia e Historia Nuclear, “si se considera necesario, el sitio podría ser autorizado nuevamente para pruebas de armas nucleares”. Con Trump en el poder, parece que Estados Unidos podría estar preparado para entrar en su segunda era nuclear.
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