
Francia, Reino Unido y Alemania comunicaron este jueves al gobierno iraní que el tiempo para la diplomacia se agota.
En una conversación telefónica con el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Abbas Araqchi, los titulares de las carteras exteriores del llamado E3 —junto con el alto representante para la Política Exterior de la Unión Europea— exigieron a Teherán una reanudación inmediata de las negociaciones para llegar a un acuerdo nuclear “verificable y duradero”.
La advertencia no es menor. Si no se produce un avance concreto antes de fines del verano boreal, las potencias europeas activarán el mecanismo conocido como “snapback”, que permite restablecer automáticamente el conjunto de sanciones de la ONU que fueron suspendidas tras el acuerdo nuclear de 2015. Esa resolución del Consejo de Seguridad expira el 18 de octubre, y los europeos ya señalaron que el proceso para restaurar las sanciones —una vez iniciado— no requiere consenso y se completaría en 30 días.
Desde los ataques aéreos realizados en junio por Israel y Estados Unidos contra instalaciones nucleares iraníes, la tensión ha escalado y el diálogo se encuentra estancado. Los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) se retiraron del país, y aunque la República Islámica ha emitido mensajes de apertura diplomática, no hay señales concretas de que una sexta ronda de negociaciones esté próxima a iniciarse.

Diplomáticos europeos sostienen que sin presencia de inspectores en el terreno para evaluar los daños y el estado del programa nuclear iraní, un acuerdo significativo antes de agosto resulta improbable. El riesgo, subrayan, es que Irán utilice la ambigüedad para ganar tiempo, mientras refuerza su capacidad de enriquecimiento de uranio fuera del escrutinio internacional.
En paralelo, el líder supremo iraní, el ayatollah Ali Khamenei, denunció esta semana que los bombardeos israelíes tenían como objetivo desestabilizar al régimen. En un discurso frente a funcionarios del poder judicial, aseguró que el plan de los “agresores” era provocar disturbios internos que condujeran a un derrocamiento del sistema. Según Teherán, más de 1.000 personas murieron en los ataques, que incluyeron la eliminación de altos mandos militares y científicos nucleares.
El 22 de junio, Estados Unidos se sumó a las acciones militares con ataques dirigidos contra las plantas nucleares de Fordo, Isfahan y Natanz. La respuesta iraní llegó poco después, con misiles dirigidos a la base estadounidense Al-Udaid en Qatar, que Khamenei calificó como un “gran golpe” y advirtió que pueden infligirse “golpes aún mayores”.
A pesar de este contexto bélico, Irán insiste en que sigue dispuesto al diálogo, siempre que Washington ofrezca garantías de que no volverá a emplear la fuerza. Sin embargo, el Parlamento iraní endureció su postura esta semana al descartar cualquier negociación sin el cumplimiento de “precondiciones” no especificadas.
La situación plantea una encrucijada. Los europeos buscan preservar lo que queda del acuerdo de 2015 —del que Estados Unidos se retiró unilateralmente en 2018—, pero reconocen que sin señales claras de compromiso por parte de Irán, solo queda recurrir a las herramientas legales disponibles en la ONU.
(Con información de EFE y AFP)
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