
Funcionarios surcoreanos han advertido recientemente que las estructuras chinas instaladas en el mar Amarillo podrían estar sirviendo a fines que van más allá de la simple acuicultura.
Según publicó The New York Times, preocupaciones sobre el posible uso dual de estos equipamientos se han intensificado, especialmente tras la difusión de un informe del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por su sigla en inglés), el cual sostiene que, si bien toda la información disponible apunta a un enfoque en la acuicultura, existen antecedentes en el mar de China Meridional donde instalaciones con fines civiles evolucionaron hacia usos militares.
De acuerdo con el medio, la Asamblea Nacional de Corea del Sur debatió formalmente el lunes la cuestión de las estructuras chinas, ubicadas en aguas compartidas. El comité de océanos y pesca aprobó por consenso bipartidista una resolución en la que calificó a estos elementos como “una amenaza para la seguridad marítima”. En paralelo, el CSIS alertó que tales plataformas podrían ya estar recopilando datos con utilidad para la navegación submarina y labores de detección, incluso sin requerir una expansión adicional.
La inquietud surcoreana se fundamenta en los amplios paralelismos entre la situación en el mar Amarillo —también conocido como el mar del Oeste en Corea— y la estrategia seguida previamente por China en el mar de China Meridional, donde la construcción de islas artificiales con fines presuntamente civiles terminó derivando en la creación de bases militares y desencadenó disputas con países como Filipinas y Vietnam.
La controversia en torno a las instalaciones chinas se perfila como uno de los desafíos diplomáticos iniciales para el presidente surcoreano Lee Jae Myung, quien asumió el cargo este mes y ha manifestado su intención tanto de mejorar las relaciones con Beijing como de reforzar la alianza con Washington. El mandatario prevé reunirse con el líder chino Xi Jinping durante la cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico pautada para noviembre en la ciudad de Gyeongju, en Corea del Sur.
En abril, funcionarios surcoreanos expresaron durante conversaciones bilaterales de cooperación marítima su “profunda preocupación” ante la presencia de las estructuras chinas, afirmando que no permitirán que estas vulneren los derechos soberanos de Seúl. Según informó el Ministerio de Asuntos Exteriores surcoreano y reportó The New York Times, China insistió en que las instalaciones se destinan exclusivamente a la cría de salmón en aguas profundas. Ambas partes convinieron en mantener un canal de diálogo abierto para resolver el conflicto.

El avance de la presencia china en el mar Amarillo se produce justo cuando Beijing apuesta por un vínculo bilateral más sólido con Corea del Sur tras la asunción presidencial de Lee Jae Myung. Esta estrategia, según detalló el medio, conjuga incentivos económicos para Seúl con el esfuerzo continuo de China por consolidar su supremacía sobre las aguas regionales, que considera esenciales para su seguridad estratégica y donde sustenta su accionar en su poderío militar.
Las actividades militares de China en las proximidades de la península coreana —incluido el aumento de vuelos de aviones de guerra cerca del espacio aéreo surcoreano— han sido objeto de creciente preocupación. En mayo, el portaviones más moderno de China, el Fujian, realizó ejercicios con cazas en el mar Amarillo, al tiempo que se ordenó una zona de exclusión marítima para permitir tales maniobras.
Un análisis de Chung Min-jeong, experto del Servicio de Investigación de la Asamblea Nacional, citado por el medio, sostiene que la utilización persistente y creciente de las estructuras con fines militares, como la vigilancia, el monitoreo o la interrupción de rutas marítimas, podría representar “eventualmente una amenaza para la jurisdicción surcoreana en el mar del Oeste”. Además, sugiere que Corea del Sur, Estados Unidos y Japón tendrían que cooperar si China empleara estas instalaciones para contribuir a un hipotético bloqueo de Taiwán.
Las controvertidas estructuras —entre ellas una antigua plataforma petrolera reconvertida y dos jaulas de acero octogonales de gran tamaño— se encuentran dentro de la llamada Zona de Medidas Provisionales (PMZ). Esta área fue establecida en 2001 mediante acuerdo entre China y Corea del Sur para la gestión conjunta de las superpuestas zonas económicas exclusivas (ZEE) en el mar Amarillo. El acuerdo contempla la pesca por parte de ambos países, pero omite referencias explícitas a la acuicultura, un vacío legal que, según el análisis del CSIS citado por The New York Times, complica los intentos de Seúl por exigir la remoción de las plataformas.
La primera jaula flotante, denominada Shen Lan 1 y de 61 metros de diámetro (200 pies), fue instalada en 2018, mientas que una segunda, la Shen Lan 2 —de mayores dimensiones— se sumó en 2024. En 2022, la plataforma petrolera fue anclada y adaptada como centro de operaciones. Según reportó el diario surcoreano Chosun Ilbo, imágenes satelitales mostrarían que China ha remodelado varias plataformas retiradas para servir como instalaciones de apoyo a piscifactorías en alta mar.
Un episodio particular de tensión ocurrió en febrero, cuando un buque de investigación surcoreano intentó inspeccionar el área. El patrullero fue bloqueado agresivamente tanto por embarcaciones de la guardia costera china como por barcos civiles chinos, lo que derivó en un enfrentamiento de dos horas y el despliegue de buques surcoreanos en la zona.
A raíz de estos sucesos, la Asamblea Nacional de Corea del Sur aprobó una resolución que contempla la adopción de medidas “proporcionales” si China no desmantela sus instalaciones. Entre las posibles respuestas surcoreanas figuran la instalación de sus propias plataformas acuícolas en la zona y la construcción de un nuevo buque destinado a vigilar las actividades chinas en el mar.
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