
La creciente tensión entre Washington y el régimen de Teherán ha puesto bajo el foco a la vasta red de bases militares estadounidenses en Medio Oriente, que podrían convertirse en objetivos directos de Irán en caso de una escalada bélica.
Estados Unidos mantiene decenas de miles de efectivos en instalaciones repartidas por Irak, Siria, Jordania, el Golfo Pérsico y más allá, lo que le permite proyectar poder en una región estratégica. Sin embargo, esta misma presencia convierte a esas bases en blancos potenciales de represalias, en particular por parte de milicias aliadas de Irán.
La base aérea de Al-Asad, situada a 240 kilómetros al oeste de Bagdad, es una de las mayores instalaciones estadounidenses en Irak. Operada en conjunto con las fuerzas iraquíes, ha sido blanco frecuente de ataques con misiles y drones por parte de milicias proiraníes, incluyendo durante la respuesta iraní al asesinato del general Qasem Soleimani en enero de 2020.

Durante ese mismo episodio, Irán también atacó con misiles la base estadounidense en Irbil, en el Kurdistán iraquí. En ambos casos, decenas de soldados resultaron heridos y se produjeron daños estructurales significativos.
La base de Tanf, en el sur de Siria y próxima a las fronteras con Jordania e Irak, representa otro punto neurálgico del despliegue estadounidense. Recientemente, la administración Trump redujo su presencia militar en Siria, consolidando sus fuerzas en esta instalación. Sin embargo, el área ya ha sido escenario de violencia: en enero de 2024, un ataque con drones en la cercana Torre 22, en territorio jordano, causó la muerte de tres soldados estadounidenses, en lo que fue el golpe más letal contra tropas de EEUU desde 2021.
En el Golfo, la presencia militar estadounidense es igualmente significativa. La Actividad de Apoyo Naval de Baréin alberga a la Quinta Flota, con unos 8300 marineros. A esto se suma la base aérea Al-Udeid en Qatar, el mayor contingente de EEUU en la región, con capacidad para más de 10 000 soldados. Desde allí opera el Comando Central (CENTCOM), que coordina las operaciones estadounidenses en Medio Oriente.
Otras bases importantes incluyen Ali al-Salem y Campamento Buehring en Kuwait, así como al-Dhafra en los Emiratos Árabes Unidos. Estas instalaciones albergan aviones de combate, sistemas de defensa aérea y tropas listas para el despliegue.
Las autoridades iraníes han manifestado abiertamente que las bases estadounidenses en la región serían “objetivos legítimos” si Trump ordena un ataque. Un funcionario europeo informó que Teherán trasladó este mensaje directamente a los qataríes, en una clara advertencia de las posibles consecuencias. Además, el grupo Kataib Hezbollah, respaldado por Irán, advirtió que esas instalaciones “se convertirán en cotos de caza”, y que incluso los cielos podrían volverse hostiles para la aviación estadounidense.
El Pentágono, por su parte, se limitó a reiterar que “proteger a las fuerzas estadounidenses es la máxima prioridad”, y anunció el despliegue de “capacidades adicionales” en la región. Sin embargo, no dio detalles específicos sobre la naturaleza de estos refuerzos.
Más allá de la región: Diego García y Misuri

Aunque las bases en Medio Oriente podrían lanzar ataques directos, el Pentágono contempla también opciones desde fuera de la región. Una de ellas es la base Diego García, en el Océano Índico, propiedad del Reino Unido pero operada conjuntamente con Estados Unidos. Desde allí se han lanzado operaciones contra Afganistán e Irak, y los bombarderos B-2 Spirit pueden alcanzar Irán en unas seis horas.
Otra posibilidad es el despliegue desde la base Whiteman en Misuri, donde están estacionados los B-2, los únicos aviones capaces de transportar la bomba antibúnker de 30.000 libras diseñada para destruir objetivos profundamente enterrados, como la planta de enriquecimiento nuclear de Fordow.
Según registros de Flightradar24, al menos 30 aviones de reabastecimiento en vuelo fueron movilizados recientemente desde Estados Unidos hacia Europa, lo que sugiere preparativos para operaciones prolongadas en el Medio Oriente.
La Marina estadounidense también ha reforzado su presencia naval. El portaaviones USS Nimitz fue redirigido a la región para unirse al USS Carl Vinson, constituyendo una presencia doble que podría servir de plataforma de ataque, defensa aérea y disuasión estratégica.
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