
La semana pasada, el mundo del montañismo se sacudió cuando cuatro británicos lograron lo impensable: viajar desde Londres hasta la cumbre del Monte Everest y regresar en menos de una semana. Su hazaña no solo rompió récords de velocidad, sino que provocó un debate intenso que dividió a la comunidad montañista y capturó la atención de las autoridades nepalíes.
El elemento que provocó tal revuelo no fue su entrenamiento ni su experiencia—varios eran ex miembros de las fuerzas especiales del ejército británico —sino su arma secreta: gas xenón.
Durante décadas, los ascensos al Everest han seguido el mismo protocolo riguroso. Los montañistas llegan al campo base y pasan entre seis y ocho semanas aclimatándose gradualmente al aire cada vez más delgado. Suben y bajan repetidamente entre los campamentos, permitiendo que sus cuerpos se adapten lentamente a la falta de oxígeno. Es un proceso laborioso, costoso y peligroso, cada día adicional en la montaña aumenta la exposición a avalanchas, tormentas y la temida “zona de la muerte” por encima de los 8.000 metros.
El xenón promete cambiar todo eso. Este gas inodoro, utilizado durante décadas en anestesia, puede comprimir semanas de aclimatación en días de tratamiento previo en una clínica alemana. La propuesta es revolucionaria: expediciones exprés de dos semanas que democratizarían el Everest para personas con poco tiempo disponible y presupuestos limitados.
“Nunca volvería a escalar en alta altitud sin xenón”, dice Lukas Furtenbach en entrevista a Infobae, el organizador austriaco de la expedición británica. “Prácticamente, todos los que lo han usado dicen lo mismo. Te sientes mejor y estás más seguro”.

La defensa científica
Furtenbach no es un aventurero temerario. Es un guía experimentado que ha usado el xenón en sus propias expediciones desde 2020.
“El xenón mejora la aclimatación al activar la producción de EPO del cuerpo, lo que aumenta la hemoglobina y el sistema respiratorio hipóxico”, explica. “Además, reduce la presión arterial pulmonar y es cardio y neuroprotector.”
Su protocolo es meticuloso. Dos semanas antes de la expedición, los escaladores vuelan a una clínica en Limburgo, Alemania, donde un anestesiólogo administra el gas a través de mascarillas conectadas a ventiladores médicos certificados. El proceso se realiza en un entorno clínico completamente controlado.
“Utilizamos xenón para proteger el cuerpo del mal de altura, no para acelerar o facilitar el ascenso”, enfatiza Furtenbach.
En defensa de su método, señala que el xenón ha sido utilizado de forma segura en anestesia durante 75 años, con innumerables estudios que demuestran sus beneficios sin efectos nocivos para la salud.
“No creo que nadie se oponga a aumentar la seguridad en el Everest, cuando se informa cada año sobre las numerosas muertes en el Everest. Mueren por la altitud. El xenón ayuda a prevenir estas muertes. Igual que el oxígeno. ¿No puedo creer que estemos haciendo algo mal?”, dice.

Las críticas
La reacción de la comunidad montañista internacional fue inmediata y dividida. Muchos condenaron el uso del gas como “trampa” y “contrario a la ética del montañismo”. Algunos argumentaron que socava décadas de tradición y sacrificio que define el deporte.
Más allá de las críticas, Furtenbach se mantiene firme en su posición: “Si los valores y prácticas tradicionales del montañismo consisten únicamente en un alto riesgo individual de morir, en escalar de la manera más peligrosa posible y en ignorar las posibilidades de mejorar la seguridad, creo que el montañismo tiene una crisis de identidad”.
Su respuesta es contundente. Señala que muchas sustancias ampliamente utilizadas en montañismo también están prohibidas por la Agencia Mundial Antidopaje (WADA): dexametasona, inhaladores para asma, Diamox e incluso oxígeno.
“¿Deberían entonces todos los escaladores subir sin oxígeno y sin medicina para la altitud? El número de muertes se dispararía”, argumenta. “Escalar el Everest no es una competencia regulada por WADA. El xenón como prevención médica del mal de altura no está prohibido por nadie ni es ilegal”.
Para Furtenbach, la oposición al xenón refleja una mentalidad peligrosa. “Demasiadas personas mueren en el montañismo y la aceptación social del riesgo individual de muerte es demasiado alta, por razones ‘ideológicas’ o ‘éticas’. Esto es una locura. Y no se ve en ningún otro lugar de nuestra sociedad. Tal vez en la guerra”.

El futuro del montañismo
Furtenbach planea ofrecer excursiones comerciales de dos semanas al Everest utilizando xenón, cortando el tiempo típico necesario para escalar la montaña en varias semanas.
“Esto puede ser el futuro del montañismo comercial guiado en el Monte Everest”, afirma.
Su visión va más allá del Everest. Ya está aplicando el modelo de “expediciones flash” a casi todas las montañas de su programa. Argumenta que el xenón es beneficioso para cualquier exposición a gran altitud.
Los beneficios ambientales también forman parte de su argumento. “Las expediciones de una semana resultan en significativamente menos basura, menos desechos humanos y menos recursos comparado con una expedición de 8-10 semanas”, explica. “En general, un enorme beneficio ecológico.”
Contrario a los reportes iniciales sobre tensiones con las autoridades nepalíes, Furtenbach afirma que el gobierno está abierto a la innovación.
“El gobierno nepalí está muy interesado y abierto a nuevas tecnologías y ciencia que puedan mejorar la seguridad en el Everest”, dice. “Quieren aprender más sobre el uso del xenón y otros métodos de pre-aclimatación.”
No obstante, esta versión contrasta con declaraciones previas de funcionarios nepalíes que criticaron el uso del gas como contrario a la “ética del montañismo”.

Su mensaje final
Su mensaje a la comunidad montañista global es directo: “Tolerancia. Lo que hacemos es con fines recreativos. La ética, las ideologías o la agresión contra la innovación parecen estar mal ubicadas.”
Su optimismo, sin embargo, viene acompañado de una advertencia tajante: “No intenten replicar este ascenso rápido sin la experiencia, infraestructura médica, ciencia de aclimatación o responsabilidad ética aplicamos. El Everest no perdona los atajos. Castiga la soberbia”.
Para Furtenbach, la pregunta no es si la tecnología debe transformar el montañismo, sino cómo hacerlo de manera segura. “Es hora de que la innovación finalmente llegue al montañismo”, concluye. “Diferentes estilos pueden coexistir. La montaña es lo suficientemente grande.”
El debate apenas comienza. Con expediciones comerciales que usen gas xenón en los próximos años, el Everest podría cambiar para siempre.
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