La escena fue cuidadosamente montada. Una mesa amplia, dos funcionarios rusos sentados con gesto firme —uno a cada extremo—, cámaras encendidas y un guion que parecía haber sido ensayado. En el centro, Vladímir Medinski, asesor presidencial y jefe de la delegación rusa, rodeado de periodistas locales. Del otro lado de la imagen, Igor Kostyukov, jefe de la Dirección Principal del Estado Mayor ruso. La transmisión era en directo y el canal oficial Russia 24 se encargaba de darle el dramatismo necesario: los enviados de Putin, supuestamente, esperaban pacientemente a una delegación ucraniana que brillaba por su ausencia.
El periodista hace las preguntas necesarias para fijar el relato:
—La delegación ucraniana llega muy tarde. ¿Está bien?
—Pregunte a la delegación ucraniana. Creo que ahora están en Ankara —responde Medinski.

Otra pregunta busca apuntalar la sospecha:
—¿Es extraño?
—Evitemos el periodismo amarillista, chicos, ¿vale? Gracias —dice el asesor de Putin, con una sonrisa cortante.
El video fue difundido este jueves por la televisión estatal rusa como prueba del compromiso del Kremlin. Pero lo que no muestra la escena es que la delegación ucraniana ya se encontraba en Turquía desde la víspera, encabezada por el propio presidente Volodimir Zelensky, quien había aterrizado en Ankara para reunirse con Recep Tayyip Erdogan. Desde allí, el líder ucraniano confirmó que su equipo estaba listo para desplazarse a Estambul y que él mismo había autorizado el envío de una delegación liderada por el ministro de Defensa, Rustem Umérov, junto con representantes del Ejército y los servicios de inteligencia.

Si los ucranianos no estaban sentados en la mesa de negociaciones no era por desinterés, sino porque no existía una hora fijada ni una agenda concreta para el encuentro. Ni los rusos, ni los turcos, ni los estadounidenses habían confirmado el lugar exacto, ni el momento del inicio de las conversaciones. El Kremlin buscó instalar la imagen de una Ucrania incumplidora, poco seria o ausente.
La estrategia fue inmediata: mostrarse disponibles, solícitos, ya reunidos y a la espera. Medinski reforzó esa idea con su declaración ante las cámaras:
—Estamos dispuestos a reanudar las negociaciones en Estambul. Estamos dispuestos a posibles compromisos, dispuestos a discutirlos.
No fue lo único que dijo. También aseguró que la delegación rusa está formada por “altos cargos de todas las autoridades relevantes”, lo que contrasta directamente con las denuncias hechas horas antes por Zelensky desde Ankara:
—El nivel de la delegación rusa parece una farsa —afirmó el mandatario, señalando que ninguno de los enviados rusos tiene rango ministerial ni capacidad para tomar decisiones de fondo.
En el video de Russia 24, Medinski responde a las preguntas sin mostrar irritación, pero sin ofrecer datos nuevos. Cuando se le pregunta por sus expectativas, guarda silencio. Y cuando se menciona que los ucranianos aún no están presentes, desvía con evasivas. La imagen busca crear un contraste: Rusia con el tablero listo, Ucrania sin jugar.
Lo que sí era cierto, confirmado incluso por el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, es que no existía una agenda acordada ni un horario oficial para el inicio de las conversaciones. Tampoco estaba definido el lugar exacto del encuentro, más allá del marco general de Estambul. Mientras los enviados rusos se sentaban frente a las cámaras, el resto de los actores seguían ajustando los detalles logísticos.
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