El Sínodo sobre la sinodalidad, celebrado en octubre del año pasado, se presentó como un proceso profundo de escucha y conversión, más allá de una simple reunión. En una entrevista con Vatican News, el entonces cardenal Robert Prevost, prefecto del Dicasterio para los Obispos y hoy Papa, expuso su visión sobre la importancia de la sinodalidad en la Iglesia, destacando su papel como una invitación a caminar juntos, superar las polarizaciones y vivir un liderazgo episcopal cercano al pueblo.
El entonces cardenal Prevost explicó su participación en el proceso desde diversas perspectivas, recordando que, como obispo en Perú, formó parte del proceso sinodal desde sus inicios en la diócesis de Chiclayo.
“Una primera cosa que quisiera compartir es la bendición de haber podido participar en el Sínodo desde distintas perspectivas. Como obispo en Perú, participé en la formación de grupos, en la promoción de un proceso sinodal en la diócesis, y luego, al ser llamado a Roma el año pasado como prefecto del Dicasterio, tuve la oportunidad de vivirlo desde la experiencia de la Santa Sede”, expresó.
Esta variedad de vivencias le permitió conocer una amplia gama de experiencias de la Iglesia, provenientes de diferentes lugares y contextos.

La sinodalidad, en palabras de Prevost, no es solo un evento, sino una experiencia transformadora de escucha y discernimiento que refleja la verdadera esencia de la Iglesia como comunidad de fe.
Según el cardenal, este proceso ha convocado a la Iglesia a una conversión tanto personal como comunitaria, promoviendo una renovada conciencia sobre el valor del diálogo, la comunión y la fraternidad.
En relación con los frutos que el Sínodo está produciendo, Prevost destacó que este proceso ha suscitado un llamado a la conversión en todos sus participantes. “El Sínodo está produciendo en sus participantes y en los que siguen el proceso una invitación a una conversión, a un reconocimiento de la importancia de ser Iglesia, escuchando, dialogando, promoviendo una experiencia nueva en lo que es caminar unidos”, comentó.
Según el entonces cardenal, el Sínodo representa un camino para buscar juntos la presencia del Señor en la vida de la Iglesia y una oportunidad para ver cómo ser una comunidad que refleje verdaderamente el mensaje de Jesucristo para el mundo.

El papel del obispo como guía cercano y servidor del pueblo fue otro de los temas centrales de la conversación. En ese punto, destacó que la misión episcopal está profundamente vinculada a caminar junto a la comunidad, mostrándose atento a sus necesidades y dispuesto a guiar con amor.
En este sentido, Prevost mencionó la imagen del báculo pastoral, símbolo del obispo, que refleja su tarea de acompañar, corregir y cuidar al rebaño. “Creo que el obispo tiene que estar con el pueblo, escuchando, conociendo su realidad, abriendo sus ojos al sufrimiento de tantas personas, de tantas comunidades”, afirmó.
En cuanto a la figura del obispo, hizo hincapié en que, aunque debe caminar al frente como líder, también debe estar dispuesto a empujar desde atrás cuando sea necesario. “A veces tiene que jalar un poco a los que quizás están desviándose del camino. El Papa (Francisco) dice que el obispo camina delante para dar ese liderazgo, camina junto al pueblo y también a veces desde atrás tiene que empujar”, explicó el entonces cardenal, dejando claro que la cercanía y el compromiso son fundamentales en la labor episcopal.
Otro aspecto crucial del proceso sinodal fue el rol de las Conferencias Episcopales, que, aunque con estructuras diferentes según el contexto nacional, deben adoptar un estilo sinodal. El cardenal comentó que algunas Conferencias Episcopales ya han comenzado a utilizar métodos innovadores, como la “conversación en el Espíritu”, un espacio que fomenta la fraternidad y el diálogo entre obispos.

“Sé de algunas conferencias que ya han empezado a utilizar, por ejemplo, ese método de la conversación en el Espíritu, buscando mejorar el diálogo entre los obispos, fortalecer la comunión, la amistad, la fraternidad entre los obispos”, dijo Prevost, destacando la importancia de estos espacios para mejorar el servicio de los obispos a sus comunidades.
Finalmente, abordó uno de los desafíos más apremiantes de la Iglesia en la actualidad: las polarizaciones. Aunque este fenómeno no es causado directamente por la Iglesia, enfatizó que el Sínodo representa una oportunidad para que la Iglesia sea ejemplo de diálogo y búsqueda del bien común. En un mundo dividido, la Iglesia tiene el compromiso de crear espacios de encuentro, entendimiento y paz, siguiendo el ejemplo de Jesucristo y fomentando la unidad.
El Sínodo sobre la sinodalidad, más que una convocatoria, se erigió como un llamado a transformar la manera en que la Iglesia vive y se relaciona con su comunidad, a caminar juntos en busca de un futuro de mayor entendimiento, reconciliación y esperanza.
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