(Desde Ereván) No es el centro de atención de ningún tour que las agencias de viajes le ofrezcan en primera o segunda instancia a quienes quieren recorrer el mundo. Quizás aparezca más adelante, pero la verdad que no es probable, al menos en Occidente. Sin embargo, Zorats Karer (también llamado Dik-dik, Tsits-Tsit y más recientemente Karahunj) genera tanta intriga y debate como el famoso círculo de piedras visitado por millones en el Reino Unido, Stonehenge.
A aquel se le atribuye un desarrollo de cinco mil años de historia, pero con la estructura de piedras (las famosas “bluestones” acarreadas desde de Gales) recién terminada hacia el año 1600 antes de Cristo. Se lo define como un crómlech de finales del megalítico.
El llamado “Stonehenge armenio” data de la misma era, aunque hay quien sostiene que existió muchos años antes. Su función fue en parte honrar a los muertos y también fue utilizado como fortaleza y refugio ante los ataques de las tribus de mongoles y otras que finalmente saquearon las tumbas.
La eliminación de aquellos pobladores no dejó rastro concreto de cómo lograron realizar esta construcción a 1.770 metros sobre el mar, trasladando piedras gigantes a través de terrenos escarpados y trabajando con herramientas que permitían perforarlas con un llamativo pulido.
Pero no es el único dato concreto sobre la vida humana prehistórica en el sur de Armenia: las cuevas del cañón de Noravank acreditan rastros de hace seis mil años, lo que está enfocando el interés de los investigadores hacia la región. Y los petroglifos -más de 600- de las montañas que los lugareños llaman “del Camello”, muy cerca del complejo de Karahunj, marcan otro hito clave.
Las interpretaciones sobre Karahunj han variado a lo largo de décadas de investigación, explica Ana Carolina Matevosyan mientras recorre junto a Infobae las 10 hectáreas de esta reserva-museo, situada tres kilómetros al norte de Sisian, en la sureña provincia armenia de Syunik: “Un científico famosísimo en la época soviética, que se llamaba Paris Herouni, insistía que este lugar ha sido un observatorio antiguo donde estudiaban calendario solar, calendario lunar, las constelaciones, la luna y el sol”.

Esta teoría, también sostenida por el astrónomo local Elma Parsamyan afirma que la forma en que están colocadas las piedras se asemejaría a un cisne, en reflejo de la constelación de ese nombre, y hacen foco en los agujeros que hay en algunas rocas, de notable perfección para la época en la que fueron hechos: “Los que insisten en que esto ha sido un observatorio, aseguran que a través de esos agujeros los habitantes prehistóricos hacían sus estudios (...) y que no es por casualidad que las piedras imiten la forma de un ave, las han colocado así”, señala Matevosyan.
Sin embargo, la estructura central contruida en el círculo sugiere que Zorats Karer fue un lugar de ceremonias para honrar a los muertos que merecían un trato particular. Tiene un espacio central libre donde se colocaba el cadáver, rodeado de rocas y con una estructura de “puerta” en una parte del perímetro. Para los investigadores armenios, estas civilizaciones creían que había que dejar un espacio por el que el alma de la persona muerta pudiera salir, que no quedara encerrada junto al cuerpo.
Las investigaciones, de las que se tiene registro hace más de un siglo, han sido numerosas pero discontinuas. La teoría más aceptada es que los líderes militares importantes fueron sepultados debajo de estas piedras que recuerdan a los menhires europeos de Stonehenge, aunque con el detalle de las perforaciones.
Sobre el tema de los agujeros, hay una explicación más sencilla, aunque no definitiva: “Son un misterio porque son perfectamente pulidos, hechos del mismo tamaño”, remarca Matevosyan: “Se cree que han atado esas piedras a los animales y los animales las arrastraron. Es una versión más simple sobre cómo han llegado esas piedras aquí”.
Marcas de una civilización
¿Y quiénes lo hicieron? ¿Quiénes trajeron estas piedras para investigar el espacio y/o realizar sus rituales en estos confines armenios? Profundizar el estudio de los hallazgos en las montañas vecinas podría llevar a aclarar el punto, aunque la tensión geopolítica que se vive desde hace décadas en la zona, defendida por Armenia del acecho de las tropas de Azerbaiyán, complica cualquier iniciativa por el momento.
“En general el lugar es muy histórico, pero por desgracia la montaña del Camello hoy en día no es muy segura para nosotros porque cuando subes a la cima estás muy cerca (del territorio controlado por los azeríes) y te pueden ver, vigilar y estás demasiado al alcance de ellos”, se lamenta Ana Carolina con tristeza.
En la montaña a la que se refiere se han encontrado rastros de una civilización que desarrolló el arte y lo dejó plasmado en centenares de petroglifos (piedras con dibujos) cuyo ejemplo más conocido es la llamada “piedra de Adán y Eva”, interpretada como una representación de los dos protagonistas del inicio de la Biblia. No ha sido comprobado.
Zapatos y vides
Pero en los últimos años han aparecido otros elementos que demuestran que esta zona del Cáucaso fue parte de un intenso tráfico humano. Un zapato hallado en la cueva del cañón de Noravank, en Areni, que data de hace 6.000 años, puso en marcha un estudio que está aún en desarrollo. Ahora está expuesto en el Museo de Historia Nacional de Armenia.
Se cree que la antigua ruta de la seda ha tenido allí una parada importante para los viajeros que se detenían a descansar bajo la protección de un macizo rocoso inmenso en el que hoy solamente se refugian centenares de murciélagos.
Pero hace milenios, era un sitio ideal para pernoctar y retomar fuerzas con un aliciente extra: las famosas vides de la zona proveían de un vino reparador en medio del duro clima. A partir del calzado, las ánforas y otras evidencias se han reconstruido parte de este “hotel prehistórico” que reafirma la presencia del hombre luchando por sobrevivir de la mejor manera posible.
Imágenes: Mariano Suárez
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