
Mientras intenta consolidar sus conquistas territoriales en Ucrania con un posible acuerdo de alto el fuego, el Presidente ruso Vladimir Putin tiene un ojo puesto en la frontera sur de Rusia y en impulsar la influencia rusa en Asia Central.
Tras su reelección en 2024, Putin realizó a Uzbekistán su tercera visita al extranjero, después de China y Bielorrusia. La visita puso de manifiesto la importancia que la región sigue teniendo para Moscú.
En respuesta a las sanciones occidentales impuestas a Moscú por la guerra de Ucrania, el comercio y la inversión entre Rusia y los países de Asia Central han crecido significativamente.
Las rusas Lukoil y Gazprom son ahora las principales empresas extranjeras en los yacimientos energéticos de Uzbekistán. En Kazajistán, Moscú controla una cuarta parte de la producción de uranio del país.
Pero mientras Rusia intenta reafirmar su papel en la región, China también ha ido ampliando discretamente su influencia.
¿Podría esta creciente competencia por Asia Central afectar a las relaciones entre Beijing y Moscú?
Asia Central se aleja de Moscú

En la región de Asia Central viven aproximadamente 79 millones de personas repartidas en cinco naciones. Formó parte de la Unión Soviética hasta su colapso en 1991. Su situación estratégica entre Rusia y China, a las puertas de Oriente Próximo, la ha convertido desde hace tiempo en un “gran tablero de ajedrez” para la política de las grandes potencias.
Aunque Rusia ha dominado tradicionalmente la región, los dirigentes centroasiáticos se han esforzado últimamente por distanciarse un poco de Moscú.
En la cumbre de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) de octubre de 2022, por ejemplo, el presidente de Tayikistán desafió públicamente al presidente ruso Vladimir Putin. Exigió respeto para los Estados más pequeños como el suyo.
Del mismo modo, durante la visita de Putin a Kazajistán en 2023, el presidente Kassym-Jomart Tokayev hizo una declaración simbólica en la rueda de prensa al pronunciar su discurso en kazajo en lugar de en ruso. Fue un gesto poco habitual que pareció pillar desprevenida a la delegación de Putin.
En otro momento llamativo, Tokayev declaró en un foro económico celebrado en Rusia en 2022 que Kazajistán no reconoce los “cuasi-Estados” de Rusia, refiriéndose a sus territorios ocupados de Ucrania.
Sin embargo, todos los Estados centroasiáticos siguen formando parte de al menos una organización dirigida por Rusia, como la Comunidad de Estados Independientes, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva o la Unión Económica Euroasiática.

Tres Estados (Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán) dependen de las garantías de seguridad rusas a través de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva.
Y la dependencia económica de la región respecto a Rusia sigue siendo significativa. De los 6,1 millones de emigrantes en Rusia, los grupos más numerosos proceden de Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán. Estos países dependen en gran medida de las remesas de estos trabajadores emigrantes.
La creciente influencia de China
Con Rusia preocupada por Ucrania y limitada por las sanciones occidentales, China ha aprovechado la oportunidad para profundizar su compromiso en la región.
La implicación de Beijing en Asia Central es desde hace tiempo económica. En 2013, por ejemplo, China dio a conocer en Kazajistán su ambiciosa y global Iniciativa de la Franja y la Ruta. Y en 2024, China, y no Rusia, era el mayor socio comercial de todos los países de Asia Central excepto Tayikistán.
Pero en los últimos años, China ha ampliado su influencia más allá de los lazos económicos, estableciéndose como un actor clave en la política regional.

En la Cumbre inaugural China-Asia Central de 2023, por ejemplo, el líder chino Xi Jinping se comprometió a apoyar la soberanía, la seguridad y la integridad territorial de la región. Este es un papel que tradicionalmente ha desempeñado Rusia.
Xi también ha realizado visitas de alto nivel a los países de Asia Central, lo que indica los crecientes intereses estratégicos de Beijing en la región.
Sin embargo, la población local sigue desconfiando. Las encuestas de opinión pública indican que China tiene una opinión más negativa que Rusia.
Muchos proyectos financiados por China traen a sus propios trabajadores, lo que limita las oportunidades de empleo para la población local y alimenta el resentimiento. También existe inquietud por la posible diplomacia de la «trampa de la deuda». Los grupos de la sociedad civil han pedido la diversificación económica para evitar una dependencia excesiva de Beijing.
Para complicar aún más las cosas, Beijing trata a la minoría musulmana uigur de la región de Xinjiang, en el oeste del país. Esto ha reforzado las sospechas en Asia Central, de mayoría musulmana, sobre las intenciones a largo plazo de China en la región.
Creciente competencia
La creciente competencia plantea interrogantes sobre el posible impacto en la relación más amplia, “sin límites”, entre Moscú y Beijing.
En un foro reciente, Putin reconoció el creciente papel económico de Beijing en la región. Sin embargo, insistió en que Rusia mantiene “lazos especiales” con los Estados de Asia Central, arraigados en la historia. Y desestimó notablemente las preocupaciones sobre los objetivos expansionistas de China, afirmando: “No hay nada de dominación en la filosofía china. No buscan la dominación”.
Sobre el terreno, sin embargo, las cosas no son tan sencillas. Hasta ahora, China y Rusia han conseguido evitar pisarse mutuamente. Sin embargo, no está claro cuánto tiempo se mantendrá ese equilibrio.

Los países de Asia Central, por su parte, están cortejando a ambas partes y diversificando sus lazos más allá de las dos potencias.
Muchas de las élites cultas de la región miran cada vez más hacia Turquía -y la solidaridad pan-turca- como alternativa al dominio ruso y chino.
La influencia histórica de Rusia en la región sigue siendo fuerte. Pero los días de su dominio incuestionable parecen haber terminado.
Puede que Rusia intente reafirmar su posición preeminente, pero la creciente presencia económica de China no va a desaparecer.
Con ambos países impulsando sus propias agendas regionales, es difícil ignorar el solapamiento y la posibilidad de un futuro enfrentamiento por intereses contrapuestos.
Artículo publicado en The Conversation
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