
El patriarca ortodoxo ruso Kirill, firme partidario del presidente Vladimir Putin, trabajó para los servicios de inteligencia soviéticos cuando vivía en Suiza en la década de 1970, informaron los periódicos suizos citando archivos desclasificados.
Según los rotativos Sonntagszeitung y Le Matin Dimanche, el expediente policial suizo sobre el que hoy es jefe espiritual de la Iglesia ortodoxa rusa “confirma que ‘monseñor Kirill’, como se le denomina en este documento, trabajó para la KGB”.
Los dos periódicos afirman haber tenido acceso al expediente en los archivos nacionales suizos.
Kirill, que hoy es un ferviente partidario de la guerra de Putin en Ucrania, vivió en Ginebra a principios de la década de 1970, oficialmente como representante de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Consejo Ecuménico de las Iglesias (COE, por sus siglas en francés).
Bajo el nombre en clave de “Mikhailov”, la misión de Kirill consistía en influir en el Consejo, ya infiltrado por la KGB, según los documentos.
En esos mismos años, un joven Putin comenzaba su carrera en el KGB, al que ingresó en 1975.

La Iglesia Ortodoxa Rusa se ha negado a comentar la actividad de espionaje de Kirill en Ginebra, mientras que el COE dijo que no tenía información sobre el caso, indicaron los periódicos suizos.
El objetivo de los soviéticos era hacer que esa institución de Ginebra denunciase a Estados Unidos y sus aliados y moderase sus críticas contra la falta de libertad religiosa en la Unión Soviética, según los diarios.
Un sobrino del patriarca, Mikhail Gundyaev, que sustituyó a Kirill como representante del Patriarcado de Moscú en Ginebra, declaró a Le Matin Dimanche que su tío “no era un agente, pese a que estuviera sometido al ‘estricto control’ de la KGB”.
Y esto, insistió, “no afectó a la sinceridad de su compromiso en el trabajo ecuménico con otras iglesias”.
Gundyaev también insistió en que su tío sentía un aprecio especial por Suiza.
Kirill había visitado la rica nación alpina al menos 43 veces, informó el periódico.

Entre otras cosas, era un apasionado del esquí, incluso se dice que se rompió una pierna en las pistas suizas en 2007.
“Entre la diplomacia religiosa, el espionaje y las finanzas, Kirill se ha sentido continuamente atraído por los Alpes y las orillas del lago Lemán”, afirmó Le Matin Dimanche.
“Tengo sentimientos especiales por su país”, dijo el propio patriarca en 2019 al recibir al presidente de la Cámara Alta del Parlamento suizo.
“De todos los países del mundo”, aseguró, “es posiblemente el que más veces he visitado”.
Iglesia al servicio de Putin
A diferencia de su abuelo, un sacerdote víctima de las represiones estalinianas, Kirill -su nombre civil es Vladimir Gundiayev- encontró su lugar en el aparato de la Iglesia en la época soviética, sometida al régimen comunista. Por eso, desde hace tiempo se sospechaban sus estrechos vínculos con el KGB, que se apoyaba en la institución eclesial para espiar a los fieles.
En 1965, a los 19 años, entró en el seminario de su ciudad natal de Leningrado (hoy San Petersburgo) y se hizo monje cuatro años más tarde.
Accedió a su primer puesto diplomático desde 1971 y en 1989 dirigió el departamento de relaciones exteriores, equivalente de un ministerio de Asuntos Exteriores.
Kirill es responsable de los cristianos ortodoxos rusos desde 2009 y puso a su iglesia al servicio de Putin, con el que comparte su ambición de una Rusia conservadora, fuerte e imperial, y apoyó la ofensiva de Moscú en Ucrania.

Desde hace muchos años, el dirigente religioso no duda en mostrarse bendiciendo armas y misiles, ni en justificar la represión de la oposición y de los medios independientes. Él, igual que Putin, también ve a Ucrania y a Bielorrusia como países “hermanos” que debieron permanecer bajo la férula de Moscú, y no como naciones diferentes.
El patriarca ha multiplicado las declaraciones de apoyo a la ofensiva rusa en Ucrania.
El 27 de febrero, tres días después del inicio de las hostilidades, Kirill había calificado de “fuerzas del mal” a los detractores de las ambiciones rusas en el país vecino. En abril, llamó a los rusos a “estar unidos” para combatir a los “enemigos exteriores e interiores”.
Kirill, que en 2009 sucedió al difunto patriarca Alexis -quien había reconstruido la Iglesia tras la caída de la URSS y de su sistema ateo- ha convertido la ortodoxia rusa en una verdadera maquinaria político-religiosa al servicio del Kremlin.
En 2012, Kirill proclamó que el reinado de Putin es “un milagro de Dios” tras la crisis postsoviética de los años 1990.
Para él, las grandes manifestaciones tras la detención en enero de 2021 del opositor Alexei Navalny revelaron una “crisis en el seno de la joven generación”
Kirill es también detractor de la homosexualidad y elogia la ley deseada por Putin que prohíbe “la propaganda de la homosexualidad a los menores”, texto considerado por las ONG como un instrumento homófobo.
(Con información de AFP)
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