
Un equipo del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) visita desde este lunes Japón para revisar los planes sobre el vertido del agua contaminada y tratada de la central nuclear de Fukushima que está previsto que comience en 2023.
Algunos miembros del equipo llegaron este lunes al país asiático, donde permanecerán hasta el día 21, para coordinar las actividades y reuniones de la visita, que se concentrarán la próxima semana con la llegada a Japón del director de la Oficina de Coordinación de la Seguridad Tecnológica y Física de la OIEA, Gustavo Caruso.
Caruso encabeza la misión de representantes del organismo y otros expertos internacionales que estarán en Japón entre el 14 y el 18 de febrero para revisar la viabilidad y seguridad del plan del vertido, informó el Ministerio de Asuntos Exteriores en un comunicado.
El equipo de la OIEA “mantendrá reuniones con los ministerios pertinentes y con la compañía Tokyo Electric Power (Tepco) para abordar la coordinación sobre el manejo del agua”, y visitarán la accidentada central nuclear de Fukushima, antes de comparecer en público al término del viaje, según confirmó a Efe un portavoz gubernamental.

Estaba previsto que el equipo visitara el país el pasado mes de diciembre, pero el viaje fue pospuesto debido a la propagación de la altamente transmisible variante ómicron del COVID.
El Gobierno japonés anunció el pasado mes de abril sus planes de verter en aguas del Pacífico el agua contaminada usada para enfriar los núcleos de los reactores dañados de la central de Fukushima Daiichi, tras tratarla para eliminar la mayoría de los elementos radiactivos, un proceso que tiene previsto comenzar en 2023.
Los planes de Japón han recibido una fuerte oposición de las comunidades de pescadores locales, cuyas actividades no han logrado recuperar los niveles previos al accidente atómico de 2011, así como por parte de países vecinos como China y Corea del Sur, que desconfían de la seguridad del vertido.
Japón estuvo años deliberando sobre esta controvertida medida, que está principalmente destinada a resolver el problema de la acumulación de agua radiactiva en las instalaciones de Fukushima, una de las cuestiones más acuciantes dentro de su desmantelamiento.

Ese agua, almacenada en enormes tanques, procede del enfriamiento de los reactores, así como de acuíferos subterráneos y de lluvias que se filtran y terminan contaminadas con isótopos radiactivos.
El líquido es tratado con un sistema de procesamiento que elimina la mayoría de los materiales radiactivos considerados peligrosos, a excepción del tritio, un isótopo presente en la naturaleza, aunque en baja concentración.
Las autoridades japonesas mantienen que el vertido no generará ningún riesgo para la salud humana porque los niveles de tritio liberados al mar estarán por debajo de los estándares sanitarios nacionales (al ser mezclado con agua marina) y defienden que ésta es una práctica habitual en la industria nuclear de otros países.
(con información de EFE)
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