
Mientras más se busca en el pasado, más nos sorprende los resultados y es así como Carlos Almada se asombró cuando supo que en el momento de la decena trágica un samurái ayudó a la familia Madero.
En este caso el exembajador de Japón tuvo un proceso arduo para poder hablar de Horiguchi Kumaichi, en específico, trabajar con su diario, siendo él un personaje importante durante la decena trágica de 1913, hasta su salida de México.
En entrevista con Infobae México, mencionó que “hay que recordar que en febrero de 1913 se dio un nuevo golpe de estado contra el presidente Madero, que había sido acosado durante sus 15 meses de mandato y la ciudad vivió 10 días de verdadero pavor”.
Al fracasar los alzados en la toma de Palacio Nacional bombardearon a la nación, Félix Díaz y Manuel Mondragón estuvieron detrás de estos ataques y a su vez “hubo intentos de toma de la ciudadela, que era la gran guarnición, pero también de armas y el mayor arsenal del país. Fueron días terribles: más de cinco mil muertos, hambre y terror”.

Al inicio de esta jornada, de extrema violencia, Francisco I. Madero, junto con su esposa Sara y su familia (alrededor de 40 personas) “se refugian en la legación de Japón”.
“El corazón de la narración es lo que Horiguchi nos narra de lo que ocurrió ahí y de lo que fue tomando más decisiones. Sin embargo, cobra demasiado sentido, porque en mi opinión despierta más preguntas que respuestas, cuando se le compara con los telegramas que intercambió con la Cancillería Japonesa”.
Horiguchi “no miente a su gobierno, pero tampoco dice toda la verdad y su objetivo inamovible es salvar a la familia Madero”.
Ante este descubrimiento que el exembajador de Japón plasma en el libro Un samurái en la Revolución Mexicana busca responder la pregunta que lo llevó a esta aventura ¿por qué lo hizo?, “tratar de comprender su conducta, su sentido interno”.

A pesar de que estos dos personajes tienen una cultura muy diferente, ambos se conocieron y al momento de suceder este ataque perpetuado hacia la familia Madero, se trasladan a la legación nipona, donde la familia Kumaichi “les ofrecen sus camas”.
Toda la familia nipona cedió sus camas a la familia Madero, además “es perceptible, en el diario de Horiguchi, que hay una gran estima y un gran esfuerzo por cuidarse los unos a otros, pero debe de haber sido pesado en una casona de esas porfirianas, en lo que hoy es la plaza Río de Janeiro, recibir a cuarenta personas, seguramente un múltiplo de los que ahí vivían”.
Una de las cosas que también advierte el escritor es que en la casa hay un problema de alimentos y esto por el simple hecho de que mantuvieran con vida a la familia Madero.
A pesar de que los sectores revolucionarios más radicales querían matar a Madero, “incendiaron su casa y durante uno de sus días que estaban refugiados en la legación de Japón y toda la familia Madero vio cómo se incendiaba su casa, si hubieran estado ahí, habrían sido asesinados”.

La violencia de la ciudad, la escasez de alimento y el resguardo fue algo que ayudó a todos en la casa, “los protege con una actitud cuidadosa frente a las partes beligerantes y a otros diplomáticos acreditados en México”.
Horiguchi “nunca compite, calla y es cuidadoso porque tiene un objetivo inamovible que es salvar a los refugiados. Incluso la palabra refugiados quita toxicidad a la presencia de los Madero a su casa, era mucho riesgo para todos”.
Ante estas revelaciones, Horiguchi tendrá un lugar importante en el cambio de la historia de México y en específico en la Revolución mexicana.
Cuando matan a Madero, la familia es transportada a Cuba, La Habana, con ayuda del embajador del país y a su vez intervino el embajador de Chile, aunque “se conocía menos el caso de Horiguchi Kumaichi porque desde 1935 se había deslavado en la memoria mexicana”.

Con este libro y con sacar a la luz el diario del samurái, que ayudó a Madero, Carlos Almada cree que la relación México-Japón serán buenas, “hay que recordar que, en Japón, la gratitud es uno de los valores tradicionales más importantes”.
¿Y por qué se dice que es un samurái?, pues la familia de Kumaichi perteneció a la clase samurái por nueve generaciones, por lo tanto, su familia lo es.
“Es importante que este episodio caracterizado por la generosidad y el sentido de la amistad sea conocido y comprendido”, finalizó.
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