
El Día de Muertos en México es una de las celebraciones más representativas del país, por sus colores, olores, sabores y la forma en que se recuerda a las personas que ya no se encuentran entre nosotros de manera física.
Esta celebración va acompañada por una ofrenda en donde se acostumbra poner flores de cempasúchil, comida y bebidas que le gustaba a los difuntos, así como dulces en caso de que entre las personas que se recuerdan haya niños y hasta cerveza y bebidas alcohólicas que acostumbraban beber.
Además, se acostumbra que los niños de la casa se disfracen y salgan a pedir “calaverita” a la calle, en donde se les obsequian dulces, fruta o incluso dinero.
Sin embargo, no todos conocen los orígenes de esta celebración, que tiene aproximadamente 3,000 años de antigüedad, pues se estima que inició en el año 800 a.C. La celebración mexicana es proveniente de la época prehispánica. En el pasado se recordaba a los que ya habían partido a uno de los cuatro lugares a los que podía ir el Tonalli, como se le conocía al alma o espíritu. La celebración se llevaba a cabo en la veintena del noveno mes: Tlaxochimaco, que también era conocido como Micailhuitontli, y del décimo mes, conocido como Xócotl Huetzi o Huey Micailhuitl, que serían en el calendario que conocemos como los meses de agosto y septiembre.

En Tlaxochimaco o Micailhuitontli, que se traduce como “festividad de los muertecitos”, se ofrendaba cacao, cera, aves, semillas, copal y comida. Las mujeres y los hombres danzaban tomados de las manos o abrazados y cantaban en los patios de los templos. Los ancianos, por su parte, bañaban a los niños y les cortaban el cabello, y los emplumaban. Este ritual se ofrecía para que los pequeños no murieran.
Xócotl Huetzi o Huey Micailhuitl, traducido como “la gran festividad de los muertos”, fue una de las principales de todo el año. En esta, se levantaba en el patio de los templos, conocida como el Teocalli, un gran madero llamado Xócotl, y en su cúspide había un ave hecha de amaranto. Este madero debía ser derribado en un ritual llamado Xócotl Huetzi, que quiere decir “la caída del Xócotl”.
Antes de derribarlo, hombres y mujeres danzaban al rededor de él, ofrendaban comida y pulque.
Los cuatro lugares a donde se creía que el alma, conocida como Tonalli, iba tras la muerte, y estaba determinado por la manera de morir de la persona eran: el Tonatiuhichan o Casa del sol, que es a donde iban los guerreros. A este lugar también iban las mujeres que morían en su primer parto, pues eran consideradas guerreras. Luego de cuatro años se creía que ellos podían regresar a la tierra en forma de colibrí o mariposa.

El Tlalocan o lugar de Tláloc, era otro de los lugares, al que iban las personas que morían ahogadas, o su muerte tenía relación con el agua. El Tlalocan era una especie de paraíso en el que abundaban todo tipo de plantas y flores, valles verdes, montañas frondosas, ríos y lagos.
Mictlán o lugar de la muerte era el tercero de los sitios, y era a donde iba todo aquel que fallecía de manera natural. Antes de llegar aquí pasaban por nueve obstáculos y peligrosas pruebas, conocidos como pisos del inframundo. El primero nivel era Apanohuayan, o lugar donde se cruza el río. Aquí eran acompañados y auxiliados por su perro xoloitzcuintle para poderlo cruzar.
El segundo nivel era conocido como Tepetl Monamicyan, o el lugar de las montañas que se juntan. El tercer era Itztepetl, o montañas de obsidiana. El cuarto era conocido como Itzehecayan o lugar de vientos cortantes como obsidianas. El quinto Pantcuecuetlacayan o lugar donde flotan como banderas; el sexto, Temimilanoyan, o lugar donde la gente es flechada; el séptimo era Teyolocualoyan, o el lugar donde se comen el corazón de la gente; el octavo era Apochcalocan o el lugar de la neblina y el noveno y último era Chicnahuapan, o el lugar de los nueve ríos.
Los cuatro años que se tardaban en cruzar y llegar al Mictlán, sus familiares hacían ofrendas, para que su muerto pudiera llegar a salvo. Luego de los cuatro años se dejaba de hacer estos rituales.

El cuarto y último lugar era el Chichihuacuauhco o el lugar del árbol con chichis. Este estaba destinado a los pequeños. Se creía que iban a un lugar en donde había un enorme árbol, del cual escurría de sus ramas leche para que pudieran beberla y seguir alimentándose. Los niños, cobijados por las grandes ramas de ese inmenso árbol, poblarían de nuevo la tierra cuando la humanidad actual fuese destruida.
Para los antiguos mexicanos, la muerte era una prolongación de la vida y el Tonalli iría a un lugar en donde continuaría existiendo.
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