
En la historia de México se han suscitado eventos que han sido muy trágicos, y que no acaban nada bien. Tal fue el caso de la Segunda Intervención Francesa, que desembocó en el Segundo Imperio de México, que fue liderado por Maximiliano de Habsburgo, a quien se le ofreció la corona.
Quien le ofreció a Maximiliano de Habsburgo y a su esposa Carlota de Bélgica la corona del Segundo Imperio Mexicano fue Napoleón III, sobrino de Napoleón Bonaparte, quien gobernaba en ese momento Francia y quien decidió invadir México luego de que el presidente Benito Juárez declarara la moratoria de la deuda externa.
Esto lo hizo Juárez porque terminaba la Guerra de Reforma, también conocida como la Guerra de los tres años, y el país se encontraba en una profunda crisis política, social y económica. Tras hacer esta declaración, España, Inglaterra y Francia, tres de los países afectados, decidieron enviar tropas a México, amenazando con atacar al país si no reanudaban los pagos, algo que no agradó a Juárez, quien se retractó y dijo que sí pagaría la deuda externa.
Inglaterra y España estuvieron de acuerdo y retiraron sus tropas, mas no así Francia, quien vio una oportunidad para invadir México, y tener un territorio estratégico en su poder. Además, buscaba detener la expansión estadounidense, nación que crecía a pasos agigantados. En ese momento, Estados Unidos se encontraba en una guerra civil, la Guerra de Secesión, que se dio de 1861 a 1865.

Maximiliano de Habsburgo llegó a México el 28 de mayo de 1864 acompañado de su esposa Carlota. El primer lugar que pisaron en tierra firme fue Veracruz. Maximiliano llegó al país pensando que los mexicanos querían ser gobernador por él, pues Napoleón III así se lo había hecho saber. Además, un grupo de conservadores mexicanos fueron a visitarlo hasta el Castillo de Miramar, en Trieste, en donde vivía con su esposa, pidiéndole que gobernara a los mexicanos, pues ellos no querían a Juárez en el poder, quien era liberal y le había quitado algunos beneficios.
A la llegada de Maximiliano al país, se dirigió a la Ciudad de México, en donde se instaló, primero, en Palacio Nacional. Sin embargo, se cuenta, su primer noche en el país no le fue nada bien, pues una plaga de chinches no lo dejaron dormir en su cama, por lo que tuvo que pasar la noche en una mesa de billar.
Maximiliano buscó otra residencia, y encontró en el Castillo de Chapultepec el lugar ideal. Su Castillo en Trieste se llamaba Miramar, pues en casa ventana del castillo podía verse el mar Adriático. Al ver el Castillo de Chapultepec, en lo alto del cerro del mismo nombre, decidió llamarlo Castillo de Miravalle, pues en el podía ver todo el Valle de México.
Ahí se quedó toda su estancia en el país, de 1864 a 1867, hasta que en ese último año comenzaron los problemas, que poco a poco empeoraron, y desembocó en su fusilamiento el 19 de junio de 1867, al lado de sus generales conservadores Miguel Miramón y Tomás Mejía.

Maximiliano llegó a México respaldado por las tropas francesas, que ocuparon parte del territorio del país, entre ellos la capital mexicana, lo que obligó a Juárez a retirarse del centro de México y establecer su gobierno al norte del país.
Maximiliano, ya en el poder, gobernó con un corte liberal, lo que fue un factor interno determinante para la caída del Segundo Imperio. Las medidas liberales que expidió Maximiliano, como la que instituía la educación primaria laica, gratuita e ineludible, le granjearon el rechazo de los conservadores, con quienes compartía el gobierno, sin ganarle a cambio el favor de los liberales republicanos.
Aunado a esto, las tropas francesas que apoyaban al emperador austriaco comenzaron a retirarse gracias a los ataques mexicanos a partir de 1866, ante la inminencia de una guerra entre Francia y Prusia y la derrota de los confederados en la guerra de secesión estadounidense en 1865, quienes respaldaban en todo momento a Napoleón.
Ellos fueron derrotados por los federalistas de ese país, quienes apoyaban a Juárez, y lo ayudaron con armas y logística para recuperar el territorio invadido. Con ello, las guerrillas mexicanas comenzarían a infligir derrotas al Ejército francés, además de que el gobierno estadounidense exigió a Napoleón III retirar las tropas de suelo mexicano, algo que el francés hizo de inmediato, dejando a su suerte a Maximiliano.
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