
Era diciembre de 1864 la aristocracia mexicana iba llegando al Castillo de Chapultepec. Mientras eran recibidos por el emperador Maximiliano de Habsburgo y la emperatriz Carlota Amelia, en sus rostros se dibujaba una enorme sonrisa que expresaba el gran asombro por estar delante de un pino adornado con esferas y luces. Tenían ante sus ojos al primer árbol de Navidad en México.
El imponente, lujoso y desconocido adorno había llegado en barco desde el continente de los Habsburgo. Fue enviado porque la emperatriz se encargó personalmente de pedirlo. Muy pronto la tradición fue adoptada por la corte y las clases altas mexicanas, pues era muy común que la pareja real impusiera nuevas modas europeas a la sociedad.
A pesar de que la tradición de colocar un árbol en la fiesta de Navidad ya había tomado mucha popularidad en Europa y Estados Unidos, la costumbre no había llegado al país y por lo tanto, era totalmente desconocida para las y los mexicanos de aquel entonces.
Fue hasta el período del Segundo Imperio mexicano que la tradición de los adornos navideños llegó a nuestras tierras. Esto se debió a que durante casi todo el siglo XIX México atravesó un sinfín de conflictos políticos, económicos y bélicos a nivel nacional e internacional.

De hecho, cuando Maximiliano y Carlota llegaron desde el continente europeo en mayo de 1864, el país se encontraba dividido entre las pugnas de los conservadores contra los liberales. Por ese motivo, Benito Juárez se fue a establecer su gobierno constitucional al norte de la República, mientras el nuevo Imperio se asentaba en la Ciudad de México.
El Castillo de Chapultepec pronto se convirtió en el lugar que vio llegar a la pareja real y unos meses más tarde, al árbol de Navidad. Pero ¿por qué fueron precisamente ellos quienes trajeron esta idea?
El origen de cómo se “inventó” el árbol de navidad es muy diverso y se conocen distintas historias, no obstante, la más popular habla de que nació en la primera mitad del siglo VIII en el norte de Europa. Al principio se trataba de una tradición “pagana” de las tribus germánicas que pronto fue modificada y cristianizada por la Iglesia.
Con la difusión y la popularización que se le dio posteriormente, la nueva práctica de adornar un pino pronto se extendió por toda Europa y por lo tanto, formó parte de la cultura de Maximiliano que vivía en Austria y Carlota que se encontraba en Bélgica.
Al llegar a México, no sólo trajeron sus pertenencias sino también sus hábitos, gustos y prácticas europeas, entre las que se encontraba la puesta del árbol de Navidad en épocas decembrina.
Aunque se sabe que ellos fueron oficialmente los que introdujeron esta costumbre, de acuerdo con la revista Arqueología mexicana del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), algunas personas ya tenían este hábito desde el año 1850, antes de la llegada del matrimonio imperial. Éstas fueron familias extranjeras -principalmente alemanas- que llegaron al país debido a los conflictos políticos en Europa.

Este registro se obtuvo gracias a una carta que escribió el teniente austríaco Ernst Pitner a su mamá. Él se encontraba en Monterrey lejos de su familia y sus tradiciones navideñas, pero gracias a que conoció a unas familias alemanas, pudo recordar a su patria, ya que en su texto explicó:
“No dudo que has pasado contenta esta época de fiestas. Yo también aquí en Monterrey, e incluso hasta con un árbol navideño, algo que durante algún tiempo no había visto. Fui invitado para esa ocasión por tres familias alemanas establecidas aquí y la pasé con cada una de ellas. [...] Bailamos y nos divertimos.”
Por otro lado, con la muerte de Maximiliano y la caída del Segundo Imperio, la costumbre se fue diluyendo y olvidado, no obstante, más tarde regresaría gracias a la influencia del cine y los medios de comunicación.
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