
Cuando alguien era preso y condenado a la pena de muerte por fusilamiento se les paraba cerca de algún paredón. El condenado, al inicio más muerto por el miedo que por el disparo, lo último que veía era la cara de los soldados que acabarían con su vida. Pero antes de dar el último respiro se le daba en cambio un último regalo, la elección de llevar a cabo una voluntad suya: dar sus últimas palabras, o bien, fumar su último cigarro.
Muchos elegían lo segundo.
Si bien el cigarro se asocia con la muerte por la cantidad funesta de aditivos químicos que tiene y el histórico juicio a las tabacaleras en el que tuvieron que aceptar que sus productos ocasionaban cáncer, los Faros se han convertido, casi desde su comienzo y por otros motivos, en sinónimo de muerte.
Su producción inició en 1918 (aunque algunos creen que iniciaron en el mero año de la Revolución Mexicana) y corrían a cargo por la Cigarrera del Centro o Tabacalera Nacional en Irapuato, estado de Guanajuato.

La marca vende sus cigarros exclusivamente en la República Mexicana, ya sean con filtro o sin él. El producto era de los más accesibles. Pero también eran famosos por el papel que envolvía el tabaco: papel de arroz que daba un gusto dulzón a la hora de calar el humo. Aunque en un inicio se utilizaba la hoja de maíz seco para el producto.
Durante la Revolución Mexicana eran de los cigarros más baratos y debido a esto eran utilizados durante el fusilamiento de los prisioneros de guerra. Se les daba una calada de ellos y acto seguido procedían a concluir aquel terrible negocio: “¿Que qué le pasó a Perengano? Ya chupó faros”.
Igualmente corre el rumor de que la frase surgió durante la Guerra Cristera, conflicto armado de 1926 a 1929 entre las autoridades federales y la iglesia ocasionado cuando Plutarco Elías Calles pone en práctica el artículo 130 en el que se prohibía la participación de la iglesia en asuntos públicos, la capacidad de tener bienes raíces y llevar a cabo el oficio en público.
En cualquiera de los dos casos, sea la revolución o el conflicto cristero, la práctica del fusilamiento era muy vigente en esos días.
La industria tabacalera mexicana comenzó a finales del siglo XIX; para 1900 se contabilizaban cerca de 700 empresas, sin embargo estas se reducirían a 6 en el transcurso del siglo XX y para 1975 la mayoría sería comprada por las tabacaleras estadounidenses dejando solo tres (Cigarrera La Moderna, Cigarrera La Tabacalera Mexicana y La Libertad), quienes buscaban expandir sus negocios por los costos que implicaba pagar los gastos de salud por las demandas y los impuestos aplicados en su propio país.
Por lo que varías empresas mexicanas terminaron por hacer los cigarros de las empresas extranjeras. Actualmente Faros es producida por la compañía estadounidense Philip Morris y es la única de ese periodo, puesto que los Delicados, creados también en 1918, pasaron a ser Chesterfield en el 2018.
En la actualidad, los Faros destacan por su diseño llamativo: un hombre en el puerto fumando mientras ve en el atardecer un barco alejándose con una torre de faro detrás. De hecho ya busca ser un producto de nicho, por lo que ya no se venden en cualquier lado como los cigarros accesibles que eran antes: se dejó de lado el papel de arroz y se le incluyó filtro, inclusive vendiendo productos de sabor.
Y así como el producto cambio, de igual forma la frase “chupar faros” se ha quedado en la mente mexicana como una forma de referirse a la muerte de alguien, independientemente de la forma en la que haya fallecido.
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