
Uno de los personajes más icónicos y polémicos de la historia de México, es sin duda Porfirio Díaz Mori, quien gobernó el país por más de 30 años e hizo que en la sociedad hubiera una marcada desigualdad entre los ricos y los pobres.
Sin embargo, durante su mandato conocido como El Prorfiriato, también hubo un progreso económico bastante notorio, se hicieron muchas construcciones icónicas que aún siguen de pie y se trajo el ferrocarril a México, además de mejorar las relaciones diplomáticas del país con otros países como Francia.
A pesar de ello, la Revolución Mexicana, que comenzó el 20 de noviembre de 1910, se dio porque se buscaba quitarlo del poder, cosa que se logró. Traes esto, el presidente Díaz se exilió en Francia, lugar en el que vivió hasta la fecha de su muerte, el 2 de julio de 1915.
Hasta ahora, los restos del exmandatario descansan en el Cementerio de Montparnasse, en París. En ese mismo cementerio, descansan los restos de otras grandes figuras de la política, el arte, la cultura y el espectáculo, como Samuel Beckett, Pierre-Joseph Proudhon, Charles Baudelaire, Julio Cortázar, César Vallejo, Carlos Fuentes, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. En su tumba, luce el nombre del expresidente en letras de oro, y en la parte superior, un escudo con un águila. En su puerta, en donde hay unos vidrios que impiden ver a su interior, hay algunos mensajes: “Rendimos tributo al gran presidente mexicano”, con fecha de este año, y otro más que, con palabras altisonantes expresa: “El pueblo ya no te quiere”.

Al interior de la capilla, hay un altar en mármol, con la leyenda “Porfirio Díaz, 15 de septiembre de 1830-2 de julio de 1915″, el cual está cubierto con la bandera de México, y sobre ella, un busto en bronce del expresidente, imágenes de la Virgen de Guadalupe, una fotografía, una corona, y floreros con flores artificiales.
Cuando Díaz falleció en la capital francesa, su esposa, Carmelita Romero Rubio, decidió enterrarlo, primero, en la Iglesia de Saint- Honoré d’Eylau, con la esperanza de poder repatriar su cuerpo a su natal Oaxaca, deseo que le fue imposible de cumplir, pues la oposición del gobierno mexicano, emanado de la Revolución, lo impidió.
Debido a esto, en 1921, seis años después del fallecimiento de Díaz, decidió comprar un lote a perpetuidad, para cambiar el cadáver al Cementerio de Montparnasse, lugar inaugurado en 1824 en una superficie de 19 hectáreas.
Díaz murió a los 84 años, en París, Francia, ciudad en la que vivió con su esposa Carmelita Romero Rubio y algunos de sus más fieles alegados. Con frecuencia era visitado por sus hijos y disfrutaba pasear por las avenidas Bois de Boulogne.

Siempre mantuvo la esperanza de volver a México y morir en Oaxaca, de donde era originario. Además, mantenía contacto con algunos mexicanos que le informaban de la situación que se vivía en el país, el triunfo electoral de Madero, las rebeliones que iniciaron Orozco, Zapata y Reyes, y la participación de su sobrino Félix en contra del régimen maderista. También estuvo informado del golpe de estado de Huerta, y el asesinato de Madero y Pino Suárez.
Fue a finales de 1914 cuando su salud comenzó a deteriorarse, y tiempo después ya no podía salir a sus recorridos habituales. Murió el 2 de julio por la tarde, acompañado de su esposa Carmelita y su hijo Porfirio. Se cuenta que sus últimos pensamientos giraban en torno a la figura de su madre María Petrona, y la idea de volver a su tierra natal, especialmente a la Hacienda La Noria, deseos que no pudo cumplir debido a la situación del país.
A más de 100 años de su fallecimiento, la figura de Díaz sigue siendo polémica, pues su gobierno estuvo lleno de contrastes, además de negarse a dejar el poder.
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