Hace un año, exactamente el 10 de octubre de 2020, fue retirada una estatua que servía como adorno y como homenaje al explorador Cristóbal Colón, a quien la historia oficial nombra como el descubridor de América, de una de las avenidas más importantes de la Ciudad de México y del País: Paseo de la Reforma.
La estatua, que estaba ubicada justamente en la glorieta que llevaba su nombre, en el cruce de Reforma y Morelos, se retiró supuestamente porque sería restaurada, sin embargo, el retiro del monumento respondió más a las amenazas que se habían difundido en redes sociales, en donde se llamaba a la población a retirarla por la fuerza, pues era un símbolo de colonialismo y represión, el 12 de octubre, cuando se celebra la llegada de Colón a América y el Día de la Raza.
La escultura no volvió más a su lugar original, y en lugar de ella se colocaría otra en honor a las mujeres indígenas, cosa que tampoco sucedió. Sin embargo, esa no es la única estatua que existe en la capital de México de quien se dice, descubrió América, pues a tan solo unos metros existe otra, que al parecer muchas personas de la capital desconocen.
Se trata de la estatua de Colón ubicada en la Plaza de Buenavista. La estatua lleva años, décadas, e incluso, más de un siglo en el lugar, y al parecer nunca ha llamado la atención ni ha causado el revuelo que causó la que se encontraba en Reforma. Tal vez porque está un poco más escondida, o no se encuentra en una de las avenidas más importantes de la capital.

Héctor de Mauleón, escritor, historiador, periodista y columnista, llama a esa estatua, como una de esas que tienen pésima suerte, en una de sus columnas publicadas en el diario El Universal.
Según De Mauleón, en 1853 el presidente de la Junta Directiva de la Academia de San Carlos, José Bernardo Cuoto, se escandalizó porque después de tantos siglos, en México se siguiera pidiendo que se erigiera una estatua a Cristóbal Colón. Cuando la propuesta fue aceptada, se encargó al español Manuel Vilar que realizara una escultura de Colón, y de paso, una del primer emperador de México y consumador de la Independencia, Agustín de Iturbide.
Se hicieron ambas, sin embargo, ninguna de las dos ocupó el lugar que tenían planeado, y solo se quedaron en proyectos fallidos. Solo se hicieron en yeso, y no fueron vaciadas en bronce.
Vilar terminó el modelo de Cristóbal Colón en 1858, y cobró mil pesos de ese entonces. La figura de yeso fue guardada en el patio de la Academia de San Carlos, en donde se quedó olvidada por muchos años. En una ocasión, Maximiliano de Habsburgo, segundo y último emperador de México, vio la escultura y quedó fascinado. Mandó que se instalara en una de las glorietas de la gran avenida que él mismo había ordenado crear, y que en sus orígenes llevaba el nombre de Paseo de la Emperatriz, en honor a su esposa Carlota, para luego cambiar a Paseo de la Reforma. Dicha avenida fue creada para que el emperador tuviera una ruta directa desde el Castillo de Chapultepec, el cual había hecho su residencia, hasta el Zócalo capitalino.

Maximiliano no alcanzó a ver terminada la glorieta ni la estatua en ella, pues fue fusilado antes de ello.
Para 1871, un rico empresario de nombre Antonio Escandón se ofreció a financiar un proyecto escultórico que tuviera como pieza central la escultura de Colón creada por Manuel Vilar. El empresario propuso que la escultura de Vilar estuviera acompañada por quienes eran considerados los grandes artífices de la evangelización. El proyecto fue encargado a Ramón Ramírez Arrangoyti, un arquitecto y ex alumno del Colegio Militar.
Sin embargo, después la historia daría un giro, pues en un viaje a París, Escandón quedó maravillado con el trabajo del escultor francés Clarles Cordier, por lo que decidió que la escultura fuera creada por el europeo.
Para 1877 el Colón de Cordier fue instalado en Paseo de la Reforma. Sí, es la escultura que fue retirada hace un año. La glorieta en la que fue colocada, desde entonces se le conoció como La Glorieta de Colón. Esa fue la primera inaugurada en esa avenida.

La estatua de Vilar de nuevo fue olvidada, hasta la celebración de los 400 años del “Descubrimiento de América”, en 1892. Ese año, se decidió desempolvar la estatua de Vilar, quien ya tenía tres décadas de fallecido, y colocarla en la Plazuela de Buenavista.
El 12 de octubre de 1892, se inauguró en una ceremonia en la que estuvo presente el presidente Porfirio Díaz, y en donde Justo Sierra dio un discurso. La estatua de Vilar lleva 129 años instalada en aquella plaza de Buenavista.
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