
Un 7 de septiembre de 1949, entraron a un domicilio en el número 132 de la calle Ignacio Mariscal de la colonia Tabacalera, los pintores Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Frente a ellos había un féretro gris. La última casa de su amigo y maestro, José Clemente Orozco. Así lo narra la periodista Alicia López.
Este martes se cumplen 72 años desde la muerte del muralista jaliciense, conocido como “El Goya Mexicano”. José Clemente Orozco falleció a los 65 años, en un ambiente convulso, donde los efectos de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, afectaban no sólo la vida de las y los mexicanos, sino su arte.
Orozco falleció pintando. El muralista mexicano apenas había empezado su último mural cuando lo encontró la muerte. En el Centro Urbano Presidente Alemán (CUPA) todavía se pueden encontrar los primeros trazos del mural con el que concluyeron las contribuciones del muralista a ilustrar el país.

El mural, llamado “La Primavera”, pasó años en negligencia tras la muerte de Clemente Orozco. No fue hasta que las y los mismos habitantes del CUPA, encabezados por Alejandra Herrera, decidieron rescatar el mural. Pasaron meses de tocar puertas hasta que la arquitecta Sonia Vences, según narra el diario nacional La Jornada, asesoró a los y las vecinas para concursar en el Programa de Mejoramiento Barrial de la Secretaría de Desarrollo Social del DF.
Orozco pintó para la ciudadanía y no es sorpresa que, años después, la ciudadanía defienda sus propias obras. Tampoco es casualidad que, a las afueras de la casa de Orozco, ante la prensa que acechaba las primeras declaraciones en torno a la muerte del artista, Siqueiros describió al muralista como “el más portentoso ejemplo de lo que significaba un arte destinado a la entera ciudadanía y no sólo a un sector minoritario de pseudo oligarcas”.
Diego Rivera, por su parte, lo describió como un artista que “jamás se doblegó ni a las dificultades materiales ni a los ataques a su obra”. En esos años, había dos categorías posibles para las personas en el mundo occidental: o eras comunista, o eras “de los buenos”. Los muralistas como Diego Rivera fueron catalogados dentro de esa primera especie por sus discursos contestatarios y sus murales retadores. Y ocurrió lo mismo con todo aquel que se juntara con él, como Clemente Orozco, lo que le valió constantes críticas.

Ambos fueron amigos y colegas durante su carrera artística. De hecho, la periodista Alicia López recupera en su texto para el portal Cultura Colectiva, otra de las frases de Diego Rivera junto al hogar de su difunto amigo: “la primera flor del genio de Orozco [...] semidestruida por bandoleros inconscientes y estúpidos, solapados bajo el amplio manto de Vasconcelos y escondidos tras la Iglesia, a la que ofendían con sus bajos manejos”. Según la periodista, el comentario fue en alusión a un atentado en el que se dañó la obra de Rivera. Esa misma noche, Orozco y otros artistas acompañaron al muralista mexicano en defensa de su obra.
Y es que, a poco más de un año de la muerte de Orozco, estaba próximo a inaugurarse el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” en el Salón Versalles del Hotel del Prado. La controversia inició cuando se hizo del conocimiento público la presencia de un personaje en el mural, conocido como el Nigromante, que sostenía un libro titulado “Dios no existe, afirmó y demostró experimentalmente, Ignacio Ramírez”.

Orozco, junto a otros artistas como Siquieros, José Chávez y el Dr. Atl, defendieron la obra de su amigo, después de que dos personas entraron al lugar y destrozaron a martillazos la “frase atea” que tanto les molestaba. Animado por sus colegas, Rivera volvió a pintar la frase mientras Siqueiros amenazaba “Cuantas veces ellos borren la frase, volveremos a pintarla”.
Fue por esa amistad que tanto Diego Rivera como Siqueiros abogaron para que el cuerpo de Orozco fuera enterrado en la Rotonda de los Hombres Ilustres. Antes de su sepultura, el cuerpo del muralista pasó unas horas al interior del Palacio de Bellas Artes, que también estaba ilustrado con sus murales. Desde su construcción en 1934, el recinto nunca había sido hogar de un evento fúnebre, hasta ese día, recordando la vida y obra del Goya Mexicano.
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