
Los antepasados prehispánicos la consideraban como el centro del universo; la luz que cae sobre la tierra; el advenimiento de la energía vital. Con una imponencia de un metro de alto y hasta 2.20 de largo con sus alas extendidas, el águila real ha surcado los cielos y las eras convirtiéndose en uno de los símbolos más importantes en la historia e identidad mexicana.
Sin embargo, a pesar de tal relevancia, su existencia se ha visto continuamente amenazada por un depredador no cedido por la madre naturaleza: el ser humano.
A principios del Siglo XIX, el águila se veía como “una competencia” para los cazadores de liebres y pavos silvestres, así como un peligro para los ganaderos. De ahí que surgió el mito de que estas aves cazan a las crías de ganado.
Sin embargo, se ha comprobado que son muy pocos y raros los ataques de esta índole, pues su dieta se conforma de pequeños mamíferos y aves, algunos peces y carroña de vez en cuando. Aún así, esto no ha frenado los ataques a dicho depredador.
Otras actividades humanas que causan directamente el declive en las poblaciones son la ganadería extensiva, agricultura y urbanización, las cuales han destruido el hábitat de esta especie, así como de otras que le sirven como alimento. También se han registrado casos en los que fallecen electrocutadas por postrarse en cables de luz de alta tensión.

Por su puesto, también están los traficantes ilegales que saquean los nidos para ofrecerlos a coleccionistas o incubarlos para posteriormente venderlos como mascotas o fines de la cetrería.
Este problema en específico ha obstaculizado la investigación de la especie. Incluso, como medida preventiva, se ha optado por no publicar información sobre la ocurrencia de las águilas y sus nidos, de tal manera que saqueadores no los encuentren con facilidad.
Adolfo Gerardo Navarro Sigüenza, académico de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de México (UNAM), mencionó que en México se estima una existencia de 70 parejas y 200 nidos en todo el territorio; una cifra que se muestra pobre ante los 250 mil especímenes que se registraron en el 2014 a nivel global.
Por ello, para 1994, el águila real fue catalogada en la Norma Oficial Mexicana como una especie peligro de extinción y posteriormente pasó a la categoría de especie amenazada en 2002. Sin embargo, algunos expertos señalan que ésta “le queda corta” y debería considerarse nuevamente en riesgo de desaparición.
Acciones para su conservación

En una carrera contra el tiempo, el Gobierno Federal ha impulsado diversas acciones centradas en la conservación del águila real. No obstante, estos esfuerzos significan una tarea de gran complejidad.
De acuerdo con la revista de divulgación científica “Oikos” de la UNAM, y con base en estudios realizados en otros países, debido a que su territorio de anidación es de 30 kilómetros cuadrados, las estrategias de conservación deben realizarse mediante un análisis de paisaje y considerando cuatro elementos principales:
1. La protección del nido activo
2. La existencia de nidos disponibles para la construcción de nidos alternativos
3. El buen manejo de las áreas de caza
4. La abundancia de especies presa que aseguren la supervivencia del ave y sus crías
La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) puso en marcha el “Programa de Acción para la Conservación de la Especie Águila Real (PACE)” que busca la recuperación y preservación de las poblaciones silvestres y su hábitat en el área de su distribución histórica.
Por su parte, la asociación Espacios Naturales y Desarrollo Sustentable (ENDESU) A.C. ha trabajado en el desarrollo de una estrategia para conservar los territorios de anidación de esta ave mediante un modelo de zonificación.
El estudio ha permitido a expertos de la UNAM identificar el nido activo, los nidos alternativos, las áreas de caza y los sitios que requieren protección especial, así como implementar buenas prácticas de manejo y producción, identificar las principales amenazas y trabajar de forma conjunta con las comunidades para disminuir su impacto negativo.
El ave suprema, la monarca de los cielos

Culturas indígenas la consideraban como el ave suprema; misioneros y conquistadores la percibían como la encarnación del bien en la lucha contra el mal; para el movimiento Independentista significó el anhelo por la libertad.
Con un plumaje café obscuro y reflejos dorados en cabeza y cuello, el águila real es una experta voladora capaz de brindar diversos espectáculos en el cielo. En un momento, se puede encontrar planeando tranquilamente por varias horas a miles de metros sobre el suelo mientras sus ojos ámbar escanean minuciosamente el territorio en busca de alguna presa despistada.
Una vez que su poderosa vista – 8 veces mayor que la del ser humano – capta a su víctima, su calmado planeo se convierte en una caída en picada en la cual alcanza hasta los 250 kilómetros por hora.

De igual manera, este escenario aéreo ofrece un particular espectáculo de cortejo en sus épocas de apareamiento, mediante el cual, las águilas seleccionan a su pareja con la que se mantendrán durante toda su vida, es decir de 15 hasta 20 años.
En los vuelos nupciales cada dúo realiza sus propios rituales: éstos suelen incluir vuelos bastante altos y caídas en picadas por parte del macho para impresionar a la hembra. En algunos casos, las dos partes vuelan una sobre la otra y, por breves momentos, entrelazan sus garras.
El águila real es una de las aves rapaces más grandes de México. Actualmente, habita en zonas desérticas del norte del país, en las montañas de la Sierra Madre Occidental, la parte sur del Altiplano y últimamente se ha visto unos ejemplares en zonas específicas de Oaxaca.
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