
Ciento ocho años han pasado desde la Decena Trágica de 1913 en México. Un grupo de cadetes de la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan se levantaron en armas en contra del gobierno de Francisco I. Madero, quien sería asesinado junto con José María Pino Suárez tres días después de ser encarcelados ese mismo año.
Aunque Madero contaba con un fuerte apoyo cuando inició el movimiento armado para derrocar Porfirio Díaz en 1910, tres años después su impopularidad evidente. Las expectativas de los revolucionarios que lo acompañaron en la lucha eran altas y, tras su llegada a la presidencia del país, muchos de los campesinos y obreros y rebeldes comenzaron a inconformarse con las medidas que tomaba su gobierno.
Una posición moderada y conciliadora con los porfiristas hizo que los revolucionarios se sintieran traicionados. Madero duró 15 meses en el poder y en su corta presidencia enfrento una serie de rebeliones, huelgas y conspiraciones por parte de quienes unos años antes lo ayudaron para derrocar Díaz.

Fue así que el 9 de febrero de 1913, la hoy Ciudad de México se sacudió por un pronunciamiento militar en su contra del gobierno maderista. Este estuvo encabezado por los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz, apoyados por la Escuela de Aspirantes, militares, políticos, las fracciones del primero, segundo y quinto Regimientos de Artillería, dos escuadrones del primer Regimiento de Caballería, la Gendarmería Montada y casi todo el batallón de Seguridad del Distrito Federal, de acuerdo con la Secretaría de Cultura mexicana.
Mientras los rebeldes se dirigían a la prisión de Tlatelolco para liberar al general Bernardo Reyes, a quien se le considera jefe de la rebelión y, más tarde, a la cárcel de Lecumberri para poner en libertad al general Félix Díaz. El comandante Militar de la Plaza, el general Lauro Villar, levantó una guardia de soldados leales al gobierno en Palacio Nacional y colocó elementos en las azoteas, donde algunos inconformes se encontraban esperando.

Una vez que la rebelión llegó al Zócalo, el general Reyes intentó convencer a Villar de sumarse a su causa. Tras un rato de discusión, el comandante se reincorporó con sus tropas, mismas que acribillaron al Bernardo Reyes, varios de sus partidarios y algunos curiosos del pueblo que se encontraban en el lugar, rememora la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
La Marcha de la Lealtad

Enterado de lo ocurrido, Francisco I. Madero ordenó al teniente coronel Víctor Hernández Covarrubias, quién en aquel momento era subdirector del Colegio Militar, que todos los estudiantes del plantel salieran en uniforme de gala, con una dotación completa de cartuchos para que fueran su escolta de seguridad rumbo a Palacio Nacional.
Madero apareció montado en un caballo tordillo. “Se han sublevado esta madrugada contra mi gobierno (...) ustedes herederos de las puras y nobles van a escoltarme, en columna de honor, hasta el Palacio Nacional, para demostrar al pueblo capitalino, que hemos triunfado derrotando a los infidentes y desleales”, exclamó antes de comenzar con la llamada Marcha de la Lealtad, la cual se sigue conmemorando en México hasta la fecha.

Los alumnos del Colegio Militar escoltaron a Madero del Castillo de Chapultepec al Zócalo capitalino. En el trayecto, el general Villar informó al presidente sobre la situación que se vivía en la Plaza de Armas y le notificó que Victoriano Huerta lo había suplido como Comandante de Plaza.
Una vez en Palacio se establecieron guardias para mantener alerta. Sin embargo, el 17 de febrero Francisco I. Madero fue hecho prisionero por sus opositores junto con José María Pino Suárez. A ambos los obligaron a permanecer en el recinto y presentar sus renuncias ante un Congreso que se encontraba en sesión extraordinaria.
A este evento se le conoce como el Pacto de la Embajada, el cual desconocía por completo el gobierno de Madero y permitía que Victoriano Huerta, quien fingió proteger y pelear al lado de Madero para luego traicionarlo, asumir la Presidencia. Una vez nombrado de manera provisional el 19 de febrero, él y los simpatizantes huertistas celebraron en La Ciudadela.

Para el 22 de febrero, Madero y Pino Suárez fueron traslados a la cárcel de Lecumberri, donde antes de entrar fueron asesinados por órdenes de Huerta. El ex presidente murió a manos de Francisco Cárdenas y su acompañante perdió la vida por el cabo Rafael Pimienta.
La Decena Trágica sucedió en tan solo 10 días, luego de los cuales comenzó un gobierno huertista que militarizaría la ciudad. Sin embargo, poco después el ex gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, surgiría como una figura opositora.
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