
Cárceles clandestinas, residencias y empresas. Lujos extravagantes y ostentación. José Antonio Yépez “El Marro” vivía con grandes estridencias en las antípodas de la comunidad de Santa Rosa de Lima, en Villagrán (Guanajuato), donde la vida le iba bien al líder huachicolero.
Sin embargo, ni su residencia de albercas, ni su lealtad del pueblo o su casa de seguridad han evitado que el cabecilla del Cártel de Santa Rosa de Lima se este debilitando.

“El Marro” era respetado en los submundos del huachicol —robo de combustible— como un criminal que daba trabajo, aunque regateara al céntimo sus acuerdos. Llegó a controlar los accesos a las poblaciones donde habitaba, y en las que se escondía. No había forma de entrar a Villagrán sin que él lo supiera. La gente que trabajaba para él, tenía la obligación de informar sobre cualquier movimiento extraño.
El año pasado, ese pueblo impidió la entrada de la Marina a Santa Rosa de Lima. Mientras media comunidad se le dejaba ir con piedras, “El Marro” escapaba en una cuatrimoto a la zona serrana.
Aquellos, eran los días en que el criminal robaba docenas de pipas de la refinería de Salamanca y obtenía ganancias por 40 millones de pesos diarios. Hoy, no se asoma a la comunidad.

Aunque no es el único líder del negocio ilícito, los operativos en su contra lo hicieron el más famoso, y una amenaza de muerte al presidente Andrés Manuel López Obrador estampada con su nombre lo pusieron definitivamente en el mapa.
Durante todo el año 2019 las fuerzas estatales, federales y su acérrimo rival, el Cártel Jalisco Nueva Generación, lanzaron una embestida combinada contra “El Marro”. No lo derrotaron, pero avanzaron posiciones y empezaron a mermar su fuerza, aunque a un ritmo desesperadamente lento.
Congelaron cuentas bancarias, confiscaron propiedades, detuvieron a varios cabecillas de la estructura, ejercieron presión sobre presidentes municipales aliados con la organización criminal, cerraron un porcentaje importante de tomas clandestinas para el robo de combustible de los ductos de Pemex. Dieron pasos firmes pero como en toda guerra, también hubo derrotas estatales y federales.

El contraataque del Marro
El consultor y asesor en materia de seguridad, David Saucedo, sugiere que las estrategias del gobierno federal proporcionaron al Marro un auténtico tanque de oxígeno para reposicionarse en el campo de batalla. Le dieron un respiro que le permitió pasar nuevamente a la ofensiva.
“Un esfuerzo continuo y sostenido durante uno o dos años más, habría rendido mayores frutos. No es fácil extirpar a un cártel de una zona geográfica que tiene bajo su dominio. La impaciencia de los medios de comunicación, líderes de la oposición y ciudadanía en general, para “restablecer” el estado de derecho y para poner un alto a la violencia homicida de la Guerra de Cárteles en el estado de Guanajuato, contrasta con un hecho irrefutable y que hemos comprobado al pasar del tiempo. Derrotar al Cártel de Santa Rosa de Lima, no es una tarea de semanas, ni siquiera meses. Llevará años cumplir con dicho objetivo”, escribió el medio local POPLAB.

El cártel del Marro, ubicado en el llamado Triángulo Rojo del robo de combustible, sembrado de oleoductos de Pemex, llegó a fortalecerse tanto que amenazó al poderoso CJNG hace dos años. A través de un video casero, en el campo, decenas de hombres con pasamontañas advertían a la temida organización criminal que si no abandonaban su tierra les iban a “partir su madre”. Fue la primera aparición oficial de los de Santa Rosa de Lima, aunque se estima que “El Marro” lleva en el negocio más de 10 años.
Desde entonces, la sangrienta guerra entre ambos grupos disparó la violencia en un estado tradicionalmente tranquilo.
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