
Los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972 serán enmarcados en la memoria de Mark Spitz. Un desempeño arrollador del estadounidense logró consagrar siete oros en aquella justa. El nadador acompañó a las preseas doradas con siete récords mundiales en natación. Cuatro años antes, en los Juegos Olímpicos de México 1968, el deportista declaró que podía ganar seis oros en las albercas de la Ciudad de México, para su mala fortuna solo se llevó dos.
Proveniente de una familia judía, la leyenda nació en el año de 1950 en California, Estados Unidos. A muy temprana edad comenzó a conocer las maravillas del deporte en las playas de Hawái. El físico del californiano ostentaba garantías para que su desempeño brindara grandes actuaciones en el agua. Con 1.83 m de altura, brazos y pecho fuertes, el tronco del cuerpo corto, así como las manos y pies diseñados para nadar lo llevaron a conseguir la gloria.
Desde joven, Spitz, se mostraba como un deportista de alto rendimiento que le daría medallas al contingente de las barras y las estrellas. A los 15 años compitió en un torneo de personas creyentes del judaísmo, en aquella ocasión se llevó cuatro oros. Dos años después, cosechó cinco medallas de oro en los Juegos Panamericanos de 1967 en Winnipeg, Canadá. Poco a poco escaló peldaños para hacerse de un nombre que le ayudaría a llegar a las olimpiadas de México.

Ya en los Juegos Olímpicos de 1968 en la competición azteca, consiguió dos oros, una plata y un bronce en las diferentes modalidades. Para cualquier otro deportista eso hubiera significado una gran actuación, pero no lo fue para él. El pronóstico del estadounidense era otro “Ganaré seis pruebas en México” afirmó, cuatro menos fueron las que consiguió. Los medios especularon varios factores por los que el atleta no logró su meta: desde que el competidor sufría de asma, que la altura de México sobre los 2000 metros influyó en las competencias, hasta la sobre confianza que tenía el nadador fueron las excusas que permearon.
Posteriormente, cuatro años después ocurrió la historia que quedó enmarcada en la historia de las Olimpiadas. La ciudad de Múnich albergó los Juegos Olímpicos de 1972. Por segunda ocasión Alemania cobijó unos olímpicos. En la primera se atravesaba por el régimen Nazi en el que se aprovechó el torneo como propaganda para el Führer. Ya para los segundos juegos habían quedado atrás 25 años de la Segunda Guerra Mundial, un panorama totalmente diferente en la nación.
En esa justa consiguió los siete oros que se recuerdan en una imagen en la que cuelgan las preseas en su pecho, con su bigote particular . La primera de ellas la obtuvo en los 200 metros mariposa. Luego se forjó la segunda con ayuda del equipo norteamericano en los 4x100 libre. Con una racha enardecida se adjudicó los 200 metros libres, los 100 metros mariposa, el 4x200 libres, 4x100 estilo mariposa y en la competencia en la que había mayor expectativas, ganó la final en los 100 metros libres.

El norteamericano dudó en participar en la última modalidad, pues ya tenía en su pecho seis oros colgados, por lo que existía la posibilidad de que su gran actuación se viera manchada por el austriaco Michael Wenden, quien le había ganado anteriormente en otras disputas y buscaría el oro en la modalidad que ocupa más reflectores. Poco después se retiró del deporte que le dio la gloria, pues la beca universitaria con la que contaba vencía y él no recibía dinero por el deporte, de esa manera tuvo que buscar un trabajo.
La marca de los siete oros fue abolida por otro estadounidense, el nadador Michael Phelps consiguió ocho oros en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.
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