
Observar esta obra evoca, en algún punto, a una sensible filme de 2022, Aftersun, de Charlotte Wells. En la película se narra, entre otras cosas, una vacación de padre e hija. Y Melanie y yo, nadando (Melanie and Me Swimming, 1978/79), de Michael Andrews provoca ese sentimiento, entre emotivo y bucólico.
Y tal vez esto no esté tan alejado de la realidad. Este acrílico de 72 x 72, que pertenece a la colección de la Tate, aunque no está expuesta, fue creada a partir de una fotografía del artista y su hija, cuando esta tenía 6 años en unas vacaciones en Glenartney Lodge. Padre e hija solían nadar en la piscina, y ante su deseo de pintar un cuadro de ambos nadando, le pagó a un fotógrafo para que hiciera la foto.
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Luego realizó la pintura en su atelier de Norfolk, donde lo empezó en 1978 para terminarlo a principios del año siguiente. La obra se comenzó con un estudio en acuarela, y a partir de allí, trabajó con acrílico, aplicado con pinceles y aerógrafo. No se ciñó a la foto, sino que la tomó como modelo, y se tomó ciertas licencias, tanto en las escalas como en ciertos objetos que aparecen en la pintura.
Michael Andrews sólo ha realizado otros dos autorretratos, un dibujo de cuando era escolar y un cuadro en el que aparece de frente, de 1958.

El pintor inglés Michael Andrews (1928-1995), cuya obra trascendió la abstracción convencional para explorar la fragilidad y vitalidad de la condición humana, nació en Norwich, Inglaterra. Sus primeros pasos en el arte los dio durante su último año de escuela, cuando asistió a clases en la Norwich School of Art, donde se sumergió en la pintura al óleo bajo la guía de Leslie Davenport.
La trayectoria de Andrews lo llevó a cumplir el servicio militar entre 1947 y 1949, una parte significativa de la cual se desarrolló en Egipto. Su deseo por expandir sus horizontes artísticos lo condujo a la Slade School of Fine Art (1949-1953), donde estudió bajo la tutela de destacados artistas como William Coldstream, Lucian Freud, William Townsend y Lawrence Gowing.

Durante su tiempo en la Slade, entabló amistades duraderas con artistas como Victor Willing, Keith Sutton, Diana Cumming, Euan Uglow y Craigie Aitchison. Su pasión lo llevó incluso a Italia, donde en la Escuela Británica de Roma recibió una beca para perfeccionar su técnica de pintura.
A partir de 1958, se convirtió en docente en la Slade School of Art y la Chelsea School of Art. Su búsqueda artística lo llevó a colaborar con el Digswell Arts Trust, donde compartió estudio con Patrick Swift. Su obra empezó a ganar reconocimiento, como en el caso de su cuadro Un hombre que se cayó de repente, adquirido por la Tate Gallery en 1959. A lo largo de los años 60, capturó en sus pinturas la vitalidad de fiestas y eventos sociales.

No obstante, es con su serie Luces que Andrews alcanzó un nuevo nivel artístico. Mediante el uso de la pistola pulverizadora y acrílicos con base acuosa, logró una técnica distintiva que enfatizaba la atmósfera y la intensidad en sus lienzos. Inspirado por la vastedad de la naturaleza australiana y sus viajes a Escocia, Andrews encontró una espiritualidad liberadora en sus paisajes.
La influencia de Michael Andrews perdura en el mundo del arte británico posterior a la Segunda Guerra Mundial. Su meticulosa técnica y enfoque reflexivo lo anclaron en la Escuela de Londres, un movimiento unido por el interés en la representación humana y el rechazo de la tradición académica.

Obras suyas figuran en la Tate Gallery, la colección del Arts Council y en el Museo Thyssen Bornemisza. En el 2001 la Tate Britian organizó la primera retrospectiva del artista.
Su legado trasciende las décadas e invita a los espectadores a explorar la complejidad de la existencia humana a través de su pintura auténtica y evocadora.
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