
El océano Ártico es un componente clave del clima en todo el mundo, ya que recibe agua cálida y salada del Atlántico, la enfría y la mezcla con agua dulce de ríos y el deshielo, y después parte de esa agua cambia de densidad y retorna hacia el sur. Así, ayuda a distribuir el calor en el océano y a mantener el funcionamiento de las grandes corrientes marinas, como la llamada Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés).
Un estudio publicado en AGU Advances investiga cómo estos procesos físicos podrían cambiar por efecto del calentamiento global y el retroceso del hielo marino. El trabajo utiliza mediciones y modelos avanzados para describir, con un nivel de detalle sin precedentes, cómo el viento, las mareas, el ingreso de agua dulce y el enfriamiento influyen en esta corriente y, en consecuencia, en el clima de diferentes regiones del mundo.
La maquinaria oculta que transforma el agua del Ártico
El nuevo informe revela que el océano Ártico actúa como un complejo sistema de circulación, técnicamente denominado “doble estuario”, que procesa incansablemente las aguas provenientes del Atlántico antes de devolverlas hacia el sur. Al analizar los flujos a través de las cuatro grandes puertas de entrada a la región (los estrechos de Fram, Davis y Bering, junto a la Abertura del Mar de Barents), los científicos descubrieron que este océano funciona como una gigantesca máquina clasificadora impulsada por fuerzas físicas opuestas.

Por un lado, el estudio detalla que una inmensa masa de agua, equivalente a unos 1,8 millones de metros cúbicos por segundo (1,8 Sverdrups), es empujada desde las profundidades hacia la superficie. Este ascenso es provocado por lo que los expertos describen como una mezcla turbulenta: la energía de las mareas y el viento agita el océano como si fuera una batidora, mezclando el agua salada con agua más dulce y ligera hasta hacerla flotar. Simultáneamente, ocurre el proceso inverso con una magnitud similar: cerca de 1,5 millones de metros cúbicos por segundo se vuelven más pesados y se hunden hacia el fondo marino.
Este fenómeno de hundimiento tiene un motor distinto y se localiza principalmente en el Mar de Barents, una zona que actúa como un radiador expuesto a la atmósfera polar. Al estar libre de hielo, el océano cede su calor al aire gélido, lo que provoca que el agua se enfríe, gane densidad y descienda rápidamente.
Los autores advierten que la importancia crítica de este mecanismo no encaja fácilmente en los modelos teóricos tradicionales, que solían simplificar la región enfocándose en otros puntos de intercambio como el Estrecho de Fram. De esta manera, subestimaban el verdadero peso que tienen tanto el enfriamiento superficial como la energía de las mareas en el engranaje climático global.
Cómo el equipo científico midió y descifró los procesos internos
Para lograr esta radiografía sin precedentes del océano, el equipo científico recurrió a una combinación de tecnología satelital y mediciones directas en el terreno. La investigación se apoyó en un conjunto de datos de alta resolución que integra observaciones del agua y del hielo tomadas simultáneamente en los puntos clave de acceso al Ártico.

A esto sumaron el uso de modelos climáticos avanzados que permitieron simular cómo interactúan el viento y el calor en la superficie del mar, lo que permitió refinar las estimaciones sobre cómo se transforman las masas de agua según su densidad.
Para afinar la precisión, el estudio sustituyó las deducciones teóricas antiguas por datos reales de calor y agua dulce observados in situ. Mediante una técnica conocida como “modelo de cajas”, que aísla secciones del océano para medir su comportamiento interno, los científicos descubrieron que la transformación del agua depende de un equilibrio de fuerzas dividido por zonas: la turbulencia domina en las capas superiores, mientras que los flujos de temperatura y salinidad gobiernan las profundidades. Estos resultados, con un margen de incertidumbre del 25%, se consideran representativos de la dinámica del Ártico durante la última década.
Vientos, mareas y deshielo: fuerzas que redibujan la circulación global
El estudio advierte que el hielo marino actúa históricamente como un escudo protector, por lo que, al desaparecer debido a los aumentos de temperatura cada vez más marcados, el viento golpea directamente la superficie del agua. De esta manera, transfiere su energía con mucha mayor eficiencia.
Este fenómeno provoca lo que los científicos denominan un “spin-up” o aceleración del sistema: el océano Ártico comienza a moverse más rápido y a mezclarse con mayor violencia. Aunque los autores reconocen que las consecuencias exactas de este aumento de turbulencia sobre el clima global son aún inciertas, el mecanismo de cambio ya está en marcha.

Lo que ocurre en el Ártico no se queda ahí, sino que se expande a otras regiones. Este océano funciona como la terminal norte de la gran “cinta transportadora” del Atlántico (AMOC), un sistema vital que regula el clima en Europa y Norteamérica. El estudio alerta sobre la creciente “atlantificación”: el Ártico recibe cada vez más agua cálida del Atlántico, lo que podría alterar la receta exacta de temperatura y salinidad que permite que las corrientes globales funcionen correctamente. Cualquier cambio en este delicado equilibrio interno tiene el potencial de desestabilizar el clima en áreas muy alejadas del polo.
Finalmente, los investigadores destacan que estos nuevos datos funcionan como una “prueba de realidad” para la ciencia climática. Al cuantificar con precisión cómo funciona el Ártico hoy, el estudio ofrece una herramienta crucial para calibrar los modelos informáticos que predicen el futuro, lo que permite ajustar las proyecciones del cambio climático con una precisión que antes no era posible.
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