
La misión Euclid de la Agencia Espacial Europea (ESA) cumplió apenas un año y ya generó un cambio profundo en la forma en que los astrónomos intentan descifrar el pasado y el futuro del cosmos.
Su instrumento, un telescopio espacial que combina una nitidez excepcional y un campo de visión enorme, permitió que los especialistas accedan a datos que modifican ideas que se mantuvieron durante décadas.
El objetivo inicial del proyecto apuntaba a resolver dos interrogantes gigantes: qué es la materia oscura y qué impulsa la energía oscura que domina la expansión del universo. Sin embargo, Euclid abrió un abanico más amplio de respuestas posibles porque reveló fenómenos que no figuraban en las estimaciones más optimistas de la comunidad científica.

Uno de esos resultados inesperados surgió del estudio de la evolución de las galaxias. Euclid registró 1,2 millones en muy poco tiempo y esa cifra pertenece solo al primer tramo de datos entregados en marzo de 2025.
La nave fue lanzada en julio de 2023 y todavía se encuentra al comienzo de una misión que se extenderá durante seis años. Cuando finalice su trabajo, habrá reunido información de decenas de millones de galaxias y ofrecerá una base sin precedentes para comprender cómo se organiza el universo a gran escala.
Para los astrónomos, esto equivale a disponer de una historia visual del cosmos que muestra, por primera vez con nitidez total, la diversidad de formas galácticas y la manera en que esas formas cambian con el paso del tiempo.
“Euclid ofrece una combinación sin precedentes de nitidez y cobertura celeste; cartografiará todo el cielo extragaláctico. Por primera vez, podemos estudiar sistemáticamente cómo las formas y las estructuras centrales de las galaxias se relacionan con su historia de formación a escalas verdaderamente cósmicas”, explicó Maximilian Fabricius, especialista del Instituto Max Planck de Física Extraterrestre.
Esa afirmación marcó un punto de partida para un análisis mucho más profundo: si las galaxias evolucionan con patrones reconocibles, entonces sus núcleos también expresan transformaciones que revelan el papel de los agujeros negros supermasivos.
Un vínculo clave entre agujeros negros y evolución galáctica

Fabricius y su equipo se enfocaron en un aspecto clave: la detección de posibles “núcleos secundarios” dentro de las galaxias. Ese rasgo anticipa un proceso de fusión en el que dos agujeros negros supermasivos avanzan hacia la colisión final.
Cada uno posee masas que superan en millones o miles de millones de veces a la del Sol y su encuentro representa una etapa crucial en la vida de una galaxia. Antes del choque, forman un sistema binario y completan órbitas mutuas que provocan la emisión de ondas gravitacionales. Ese mecanismo elimina parte del momento angular de la pareja de agujeros negros y acelera su acercamiento.
La fusión posterior crea un agujero negro más grande que domina la región central de su galaxia anfitriona. Esta secuencia confirma que los agujeros negros también crecen por fusiones sucesivas y que esa modalidad influye de manera directa en la estructura final de las galácticas elípticas, que suelen surgir de encuentros de gran escala entre galaxias espirales o irregulares.

Fabricius subrayó esa idea con un textual directo: “Los agujeros negros más masivos se encuentran en el centro de galaxias elípticas gigantes y se cree que crecen principalmente mediante fusiones con otros agujeros negros supermasivos. Al detectar y analizar núcleos secundarios, Euclid nos permite explorar cómo estos enormes agujeros negros continúan creciendo y cómo su crecimiento influye en las galaxias que los albergan”.
El avance es notable porque la primera publicación de datos representa apenas el 0,5 por ciento de lo que Euclid ofrecerá al final de su misión. Aun así, ya aportó información suficiente para transformar el clásico “diapasón galáctico”, un esquema que ordenó durante años el modo en que se clasifican las galaxias. Los nuevos datos muestran un panorama mucho más diverso y con matices que no se registraron en estudios anteriores.
El instrumento reveló que las galaxias más numerosas del universo no son las grandes espirales, sino las enanas tenues y pequeñas, invisibles para la mayor parte de los telescopios anteriores.

Euclid identificó hasta ahora 2674 galaxias enanas, algunas con núcleos azules compactos y otras con cúmulos globulares que funcionan como semillas de futuras estructuras más grandes. La presencia de estas galaxias resulta esencial para reconstruir cómo se formó una galaxia como la Vía Láctea, porque las teorías actuales postulan que los sistemas enanos cumplen el papel de ladrillos fundamentales en la arquitectura cósmica.
La misión transformó por completo la visión del diapasón galáctico y permitió un nivel de detalle que hasta hace poco pertenecía al terreno de las simulaciones digitales.
Un anillo que ilumina el universo oscuro

El impacto de Euclid no se limita al estudio de la evolución galáctica. La misión también entregó una observación que maravilló a la comunidad científica: un anillo de Einstein de una perfección extraordinaria alrededor de la galaxia NGC 6505. Este efecto surge cuando la luz de una galaxia distante se curva por la presencia de un objeto masivo en primer plano.
La gravedad modifica el espacio-tiempo y la trayectoria de la luz se deforma hasta crear una figura circular. La predicción proviene directamente de la teoría de la relatividad de Albert Einstein y su aparición en el cielo equivale a una demostración natural de las ecuaciones que describen la gravitación.
Este anillo fue detectado a principios de este año y se convirtió en una de las imágenes más impactantes de los últimos tiempos. La ESA lo describió como un fenómeno que no solo confirma principios esenciales de la física sino que abre una ventana hacia los secretos más profundos del cosmos.

La detección se logró con el telescopio infrarrojo de Euclid, equipado con tecnología capaz de captar estructuras invisibles para instrumentos anteriores. El anillo pertenece a una región que los astrónomos llaman “patio trasero cósmico”, una zona relativamente cercana en términos astronómicos aunque se encuentre a cientos de millones de años luz.
El descubrimiento impulsó una nueva etapa en la investigación de la materia oscura y de la energía oscura, porque el efecto de la lente gravitacional permite medir con mayor precisión la distribución de masa en el universo.
La materia oscura no emite luz, pero genera una distorsión observable en los rayos procedentes de objetos lejanos. Por eso, un anillo de Einstein es una herramienta esencial para analizar la concentración de masa oculta que rodea a la galaxia de primer plano. Además, la energía oscura influye en la expansión del cosmos y los estudios de lentes gravitacionales ayudan a determinar si esa expansión cambia con el paso del tiempo.

Euclid fue creado para construir un mapa tridimensional del universo y su éxito inicial demuestra que la misión se encuentra en el camino adecuado. Cada una de las observaciones del telescopio contiene detalles capaces de modificar modelos teóricos.
El anillo de Einstein lo confirmó porque exhibe una alineación casi perfecta entre la galaxia lejana, la masa que produce la lente gravitacional y el telescopio. Esa perfección no es habitual y se transforma en una oportunidad ideal para ajustar cálculos que definen parámetros cósmicos como la densidad de materia oscura o la tasa de expansión universal.
La colaboración entre la ESA y la NASA permitió que Euclid incorpore instrumentos extremadamente sensibles, diseñados para captar diferencias mínimas en la luz que llega desde regiones remotas del espacio.

Este tipo de tecnología permite que la misión explore la estructura del cosmos con una precisión que supera a la de los proyectos anteriores. Cada anomalía, cada distorsión y cada galaxia tenue registrada en sus imágenes entrega una pieza más del rompecabezas cósmico.
La importancia del anillo también reside en que confirma la capacidad de Euclid para detectar fenómenos que requieren exactitud extrema. Un anillo de Einstein no solo verifica predicciones de la relatividad, sino que también facilita mediciones que afectan cuestiones centrales de la cosmología.
Su presencia amplía el conocimiento sobre la formación y evolución de las galaxias y revela, al mismo tiempo, qué ocurre con los componentes invisibles del universo. La materia oscura y la energía oscura definieron la historia cósmica desde sus primeros instantes y Euclid acerca respuestas que permanecieron fuera del alcance humano durante más de un siglo.

El proyecto recién comienza y ya transformó la investigación astronómica. Sus imágenes iniciales mostraron la riqueza de formas que adoptan las galaxias, la manera en que crecen junto a sus agujeros negros supermasivos y la presencia constante de estructuras que alimentan el ensamblaje del cosmos.
El anillo de Einstein, por su parte, entregó una demostración poderosa de la física fundamental que gobierna la luz y el espacio-tiempo.
Todo indica que Euclid cumplirá su promesa original: ofrecer un mapa tridimensional del universo capaz de cuestionar teorías, revelar sorpresas y acercar a los científicos a respuestas largamente postergadas.
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